Freno a Cameron y el ataque a Siria, del Parlamento británico
MARCELO JUSTO|El gobierno de David Cameron sufrió una dura derrota en la Cámara de los Comunes con fuertes repercusiones para la respuesta militar liderada por Estados Unidos contra el gobierno sirio por el presunto uso de armas químicas. La moción del oficialismo a favor del “principio de intervención militar” en casos de urgencia humanitaria fue derrotada por 285 votos contra 272.Página 12
La enmienda que presentó el laborismo a la propuesta, poniendo fuertes condiciones y la necesidad de “pruebas concluyentes”, fue también derrotada, 220 a favor, 332 en contra. El ministro de Defensa, Phillip Hammond, reconoció que la votación significaba que el Reino Unido “no participará en una acción militar en Siria”.
Con su estrategia política hecha añicos, aguijoneado por el líder de la oposición, Ed Miliband, quien le exigió garantías de que no recurriría a la “prerrogativa real” (como un decreto), el primer ministro indicó que respetaría la voluntad de la Cámara de los Comunes. “Está claro esta noche que el Parlamento británico, que refleja la voluntad del pueblo británico, no quiere ver una acción militar. Entiendo el mensaje. Y voy a actuar de acuerdo con esto”, indicó Cameron.
El primer ministro, que había convocado al Parlamento el fin de semana para votar sobre una intervención militar, había cedido a la presión de los laboristas presentando una moción a favor del “principio de intervención en casos humanitarios”, que debía dar paso la semana próxima a una segunda votación sobre la intervención en el caso concreto de Siria una vez que los inspectores de las Naciones Unidas terminaran con su investigación en el terreno, presentaran su informe y el Consejo de Seguridad se manifestara al respecto.
El recuerdo de la invasión de Irak, en 2003, sobrevoló la votación final y estuvo presente en las intervenciones de todos los diputados. Los parlamentarios repudiaron en términos inequívocos el uso de armas químicas, pero cuestionaron las pruebas presentadas sobre el gobierno sirio y el impacto que tendría una respuesta militar.
El gran problema de los dedos acusadores que apuntaban a Siria es que utilizaron un recurso totalmente desprestigiado con la invasión a Saddam Hussein por su arsenal de “armas de destrucción masiva”: las fuentes de Inteligencia. El mismo primer ministro reconoció en el debate, que comenzó a las dos de la tarde y que se extendió hasta las 10 de la noche, que la información de Inteligencia sobre la responsabilidad del gobierno de Assad no era un “ciento por ciento” cierta.
Cameron se desvivió por asegurar que el objetivo de una respuesta militar se limitaba a una firme condena al uso de armas químicas y no tenía como fin intervenir en la guerra civil siria. “No se trata de tomar parte en el conflicto, de invadir, de cambiar el gobierno o de aliarse a la oposición. Se trata del uso de armas químicas y de nuestra respuesta a un crimen de guerra”, señaló Cameron.
En un intento de influir en la votación, el gobierno publicó la conclusión de la jefatura de Inteligencia señalando que era “altamente probable” que Siria fuera responsable, y la del fiscal general, Dominic Grieve, respaldando la legitimidad de una respuesta militar ante el uso de armas químicas para evitar una repetición del ataque.
El tiro le salió por la culata. En los meses, semanas y días que precedieron a la invasión de Irak, en 2003, los informes de los servicios secretos habían hablado de ataques al Reino Unido con armas de destrucción masiva que podían alcanzar Londres en “45 minutos” y el fiscal general británico, lord Peter Goldsmith, había señalado que la invasión a Irak era legal desde el punto de vista del derecho internacional.
Con el fiasco de unas armas de destrucción masiva que no aparecieron por ningún lado, la experiencia no pasó en vano: la credibilidad de los servicios y la del fiscal general para estos casos está por los suelos.
El líder de la oposición, Ed Miliband, logró mostrar que el laborismo había aprendido de su pasado, se proyectó como el político capaz de oponerse a un presidente estadounidense, aunque sea demócrata (que para un laborista es “del palo”) y, más importante aún, se convirtió en el líder que le ganó la batalla al primer ministro sintonizando con el sentir de la mayoría de los británicos. “Las pruebas tienen que preceder a la decisión. No la decisión a las pruebas”, dijo a la Cámara, exigiendo que se permitiera a los inspectores concluir con su labor e informar al consejo de seguridad.
La posición de Cameron es mucho más delicada. El primer ministro se lanzó a la aventura siria con un entusiasmo digno del líder político más admirado de los británicos, el héroe de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill. Jugó su prestigio y sus fichas y perdió la apuesta. Según el analista político de la BBC, Norman Smith, la derrota “ha abierto un serio interrogante sobre su capacidad de liderazgo”.