Argentina: Afiebrado cierre de listas y la democratización de la Justicia

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JUAN GUAHÁN| Un fuerte fallo judicial y una dura respuesta presidencial. Sin embargo durante estos días pasados no hubo ausencia de actos trascendentes. Vamos a reflejar algunos de ellos sin olvidarnos de mencionar que gran parte de los principales canales televisivos y medios gráficos estuvieron ocupados en el “Caso Ángeles”, la desgraciada adolescente asesinada días atrás. arg cfk mirando techoQuestion Latinoamérica
Sin lugar a dudas el hecho más significativo, desde el punto de vista político e institucional, fue el fallo de la Suprema Corte de Justicia resolviendo la inconstitucionalidad de la norma que disponía la convocatoria a elecciones para designar a los integrantes del Consejo de la Magistratura. La Corte no solo avaló la inconstitucionalidad declarada por la jueza María Romilda Servini de Cubría, sino que también cerró una ventana que ella había dejado abierta.

La Corte declaró la inaplicabilidad de la norma que permitía modificar el sistema de mayorías necesarias para decidir sobre la suerte de cualquier juez, volviendo al régimen de los dos tercios necesarios para tomar esa medida.
La oposición aplaudió a rabiar. La rabia del oficialismo no se hizo esperar.
Las respuestas más rotundas le correspondieron a la propia presidenta. Las pronunció en Córdoba y Rosario. Sostuvo que “si mi rol en la historia es abrir el debate por una justicia democrática, voy a aguantar todo”.

En una irónica expresión pidió a sus seguidores que voten por “Cristina: Juez 2015” alegando que el poder judicial se ubicaba por encima de la soberanía popular.

Desde diferentes espacios del oficialismo se expresó la necesidad de profundizar la demanda por un cambio constitucional.
Tal como lo venimos adelantando estamos transitando los primeros rounds de un duro combate entre el Ejecutivo, acompañado por sus seguidores, y el sistema judicial que está siendo colocado a la vanguardia de la oposición.

El federalismo que nunca fue

En todas las aulas del país se enseña el enfrentamiento que vivió Argentina, inmediatamente después de la Independencia, entre unitarios y federales. Casi dos siglos después de aquellos duros choques prácticamente no hay discurso político donde algún dirigente se reconozca como unitario. Hoy podemos afirmar, sin temor a equivocarnos que el federalismo ha triunfado y todos somos federales.

Para ser más precisos “todos”, menos uno: la realidad. arg batalla-de-caseros

Esta es una de las grandes ambigüedades de la Argentina. Ella no es atributo de estos tiempos y el actual gobierno. No, viene de lejos, está arraigada en nuestra historia. Refleja la grave contradicción entre nuestros orígenes y la evolución del sistema institucional con el que nos venimos gobernando.

Dice el Preámbulo de la Constitución aprobada en 1853, reiterado en las reformas posteriores: “Nos, los Representantes del pueblo de la Confederación (palabra luego sustituida por Nación) Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las Provincias que la componen”. Es decir que se coloca a las provincias como la voluntad originaria de la cual nace esta Patria nuestra.

Ese concepto reflejaba una parte de nuestra realidad y lo inscribimos copiando la Constitución de los Estados Unidos de 1789.

La verdad es que la fuerza originaria, después de la conquista y colonización española, eran los cabildos locales. Estos gobernaban a nuestras primeras ciudades, sobre esos cabildos y esas ciudades se fueron constituyendo las provincias. Pero todo eso es otra historia, que es bueno recordar.
Para ir más al grano digamos que la “Generación del 80” (Roca, Avellaneda, Pellegrini) fue la que hizo a lo que conocemos como la Argentina moderna, ella tenía asentaba sus patas en tres cuestiones: Los ganaderos pampeanos, el puerto de Buenos Aires y el mercado inglés. Esa fue la base de aquella argentina y sustento de su actual configuración económico-geográfica, que continúa teniendo su centro en el área de la zona pampeana. Allí se han concentrado históricamente producción, población, recursos fiscales y poder político.

La realidad actual nos indica que los cuatro distritos más importantes (Buenos Aires, Capital Federal, Córdoba y Santa Fe) suman el 62,5% de la población, con más del 70% del Producto Bruto Nacional.

Donde este proceso de centralización es más pronunciado es en los aspectos fiscales. Esto se refleja en la recaudación. Antes del golpe de 1976 la recaudación impositiva se repartía por mitades entre Nación y Provincias. Durante el gobierno de Raúl Alfonsín, aprovechándose de sus debilidades, las provincias llegaron a apropiarse del 56% de dichos recursos. Hoy la Nación dispone del 70% y las provincias del 30 restante.

Por cierto que una parte de ese 70% la Nación los reparte en las provincias, pero bajo su decisión. Esto tiene que ver con el crecimiento de aquellos impuestos que no se coparticipan.

De modo que esta tendencia histórica se ha ido profundizando en los últimos tiempos. Este problema se manifiesta no solo en la señalada cuestión fiscal.
Ocurre algo semejante en el aspecto institucional donde la inmensa mayoría de las decisiones se adoptan en Buenos Aires. Esto, a pesar que la mayor parte de legisladores y gobernantes provienen del interior del país.

También llega a otras esferas de la vida nacional, como la prensa, en ese ámbito son conocidos como “medios nacionales” los editados en la Capital Federal. Los que se hacen en el interior son identificados como “regionales” o “locales”.
Tampoco escapa a esta regla general lo que acontece en temas, mundanos y populares, como el fútbol. Allí vemos como la mayor parte de los “hinchas” de este deporte hacen fuerza por un equipo capitalino o bonaerense y por otro de su zona o región.