Erdogan engaña a manifestantes y desaloja el Parque Gezi por la fuerza

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Cuando caía la noche en Estambul y tras una engañosa advertencia del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, la policía desalojó violentamente a los manifestantes del parque Gezi, epicentros de las protestas antigubernamentales en las últimas dos semanas.

Télam

Era la hora de mayor afluencia y la menos pensada para un ataque de los agentes antidisturbios, que ya controlaban la colindante plaza Taksim, luego del inicio de los 18 días de protestas desatadas por los planes del gobierno de demoler el parque Gezi.

Erdogan había lanzado un nuevo ultimátum desde un mitin partidario en Ankara, donde aseguró que los manifestantes serían desalojados mañana por la fuerza.

“Lo digo abiertamente. Si mañana no está vacío (el parque), las fuerzas de seguridad lo vaciarán. Este Estado no es su juguete”, dijo Erdogan ante una multitud de seguidores de su Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado).

A esa hora miles de personas se encontraban ya nuevamente en la acampada de protesta de Gezi compartiendo baile, música y comida, mientras debatían sobre su futuro después de haber anunciado hoy mismo que no se marcharían y que extenderían su lucha “contra todo tipo de injusticias”.

“Nos quedamos todos, hay que proteger el campamento, este es nuestro poder”, dijo a Télam Beycan Taskiran, una de las voceras de la Plataforma de Solidaridad con Taksim, que aglutina a más de cien organizaciones presentes en el parque antes del ataque.

Pero la gran sorpresa llegó cuando varios camiones aparecieron sobre la explanada de Taksim y comenzaron a tirar chorros de agua a presión sobre los manifestantes que se encontraban en la entrada principal del parque Gezi.

A las primeras corridas de los manifestantes siguió el pánico provocado por el lanzamiento indiscriminado de gases lacrimógenos y balas de goma mientras la policía avanzaba en el interior del parque.

En pocos minutos, el corazón moderno de Estambul se cubrió con una gran nube tóxica que impedía respirar.

La salvaje ofensiva policial, que estuvo acompañada por el establecimiento de un perímetro a unos 200 metros de la plaza sobre las calles adyacentes, permitió despejar el parque Gezi y Taksim en menos de una hora aunque los disturbios se prolongaron por los barrios vecinos.

Los manifestantes intentaron responder con piedras y fuegos artificiales a los gases y balas de goma, pero, a pesar de algunos focos de resistencia, terminaron cediendo a la violencia policial.

“Tayyip dimisión, Tayyip dimision”, gritaban miles de personas desafiantes ante los efectivos antidisturbios que cerraban el paso hacia Taksim pasada la medianoche en la calle Istica de Beyoglu.

“Este gobierno es una dictadura, vamos a seguir luchando”, aseguraba Milin a Télam.

La gobernación de Estambul informó en un comunicado que 29 personas fueron hospitalizadas y ninguna de ellas se encuentra en estado crítico como consecuencia del operativo de desalojo.

La acampada del parque Gezi había crecido con el correr de los días y se convirtió en un emblema para toda Turquía de la lucha por la libertad y contra el autoritarismo de Erdogan.

La represión de una pequeña protesta ecologista en ese mismo lugar el pasado 31 de mayo fue el detonante de la que se convirtió en la mayor manifestación en Turquía en la última década.

Se sucedieron movilizaciones en distintas ciudades, principalmente en la capital, Ankara, mientras la violencia policial no hizo más que incrementar la ira de los ciudadanos contra el gobierno.

Desde el primer intento de desalojo de Gezi a finales de mayo, el gobierno de Erdogan no había vuelto a dar la orden de reprimir ya que decenas de miles de personas se habían sumado a la protesta y el mundo entero seguía de cerca la evolución de la movilización en Turquía.

Los manifestantes se sentían fuertes y creían que Erdogan estaba más pendiente de la imagen que podía dar Turquía al mundo si las fuerzas de seguridad volvían a actuar de forma desproporcionada.

“Tenemos que quedarnos, nos están mirando en toda Turquía y el mundo, a nosotros y a Erdogan”, decía Hizir Sefa Irken, militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (DIP).

“Ya estuvimos en la primera línea defendiendo el parque y volveremos a hacerlo si es necesario”, añadía.

Después de dos días de debate y tras la segunda reunión con el premier, los manifestantes dejaron claro a Erdogan que continuarían “resistiendo” hasta que todas sus demandas “sean cumplidas”.

“Somos más fuertes, estamos más organizados y tenemos más esperanza que al comienzo”, señalaron en su comunicado.

Erdogan se había comprometido a paralizar el proyecto urbanístico hasta que la justicia decida de forma definitiva sobre este tema pero los manifestantes no confiaron en él.

“Este es el comienzo, la lucha continúa”, advirtieron hoy los manifestantes, luego de reiterar sus exigencias al gobierno, entre ellas que se comprometan a no demoler Gezi, con o sin referendo.

También pidieron juicio para los responsables de las cuatro muertes ocurridas por la represión policial de las últimas semanas, y la liberación de los manifestantes que permanecen detenidos.

A Erdogan no le tembló el pulso y ante el desafío volvió a identificar a los manifestantes como terroristas y los instó, bajo amenaza, a abandonar Gezi.

Al tiempo que era vitoreado por su seguidores, Erdogan negó que los motivos de la manifestación del parque sean medioambientales y dijo que dispone de pruebas de una conspiración internacional en su contra.

El premier se prepara para un nuevo baño de masas mañana en Estambul mientras la Plataforma de Solidaridad con Taksim también tiene prevista una manifestación, convocada antes del desalojo y que se prevé multitudinaria.

Por su parte, la Confederación de Sindicatos de Trabajadores Públicos (KESK), con más de 240.000 afiliados, convocó una huelga general para el lunes, decisión que tenía tomada en caso de que se produjera un desalojo del emblemático parque Gezi.

“Si los sindicatos se unen a la protesta podría ser un verdadero punto de inflexión”, aseguraba a Télam Ertugrul Ozturk, un activista anticapitalista.