Los dos meses de Francisco entre la expectativa y el escepticismo
WASHINGTON URANGA| Pasaron dos meses desde que Jorge Mario Bergoglio se transformó en Francisco, el Papa de la Iglesia Católica Romana. Posibilidad adelantada por pocos, hecho inesperado para los más. Lo cierto es que los primeros pasos de Francisco como Papa sorprendieron a algunos, cautivaron a otros y muchos aguardan con expectativa, también con escepticismo, los próximos movimientos, algunos de los cuales ya comienzan a anticiparse.
El interés que despierta la actuación de Bergoglio como Papa se refleja también en la cantidad de equipos periodísticos extranjeros, particularmente de televisión de Europa y de países del Norte, que han llegado hasta Buenos Aires para documentar la historia, buscar antecedentes y saber más sobre este Papa que “viene del fin del mundo”. Lo mismo ocurre con los libros sobre el Papa y a propósito de él. Aquí y en Italia, país en el cual los textos sobre Francisco alcanzan los primeros niveles en los recuentos de venta. A ello debe agregarse que, si bien no hay estadísticas, los sacerdotes a quienes se consulta tienden a decir que, por lo menos en Argentina, desde que Bergoglio es Papa se renovó el fervor y aumentó la presencia de la feligresía en los templos.
– ¿Qué hizo Francisco en estos dos meses?
En primer lugar, cambió el estilo del pontificado. Le impuso su propio estilo y lo “desacartonó”, haciéndolo más próximo y más cercano al sentir popular, a la gente. Quienes no conocen de antemano a Bergoglio, suelen preguntar si la austeridad y la sencillez del ahora Papa es una postura, una estrategia. La respuesta debería ser categóricamente no. En ese sentido –y en muchos otros–, Francisco sigue siendo Bergoglio. Pero hay nuevos datos. Ya no es el cardenal de Buenos Aires sino el Papa, y todo lo que hace tiene un nivel de trascendencia muy importante. Sobre todo cuando se diferencia tanto de sus antecesores. La austeridad en Bergoglio no es una postura oportunista o circunstancial. Es un estilo de vida. En Argentina probablemente esto pasaba más inadvertido porque en la lectura del personaje aparecían otros rasgos (su actitud política, su modo de comunicación) que resultaban más preponderantes a la hora del análisis.
Bergoglio no fue nunca un “curial” y sus contactos con ese mundo han sido circunstanciales y, en muchas ocasiones, incómodos para ambas partes. El Vaticano no está habituado a un Papa que reniega de la pompa, que prefiere vivir en una casa de ejercicios espirituales compartiendo con otros curas antes que estar aislado en un palacio. Esto le cae bien a la gente y les molesta a muchos de los habitantes del Vaticano, que están acomodados en sus poltronas y en el boato. En ese sentido, el testimonio de Bergoglio resulta, por su propia práctica, una crítica al suntuoso estilo religioso de la curia romana.
Precisamente éste es uno de los objetivos a los que ya comenzó a apuntar Francisco: la reforma de la curia. La comisión internacional de ocho cardenales ya designada tiene entre sus principales tareas la de hacer propuestas en ese sentido. Con la designación del grupo se trastrocó el “orden vaticano”, porque la comisión, no contemplada en ningún estatuto, reglamento o disposición, quedó por encima de toda la estructura de gobierno. Desde Roma cuentan que en la burocracia católico-romana hay temor por lo que pueda venir. Hay trascendidos, pero nada confirmado.
Dan vuelta ideas acerca la disminución de la burocracia vaticana. “La Iglesia no puede ser una ONG”, dijo Francisco. La poderosa Secretaría de Estado, hasta hoy interinamente en manos de Tarcisio Bertone (78 años), cuyas atribuciones crecieron durante el pontificado de Juan Pablo II, podría ver seriamente reducidas sus atribuciones. También podría disminuirse la cantidad de dicasterios (ministerios) del gobierno central de la Iglesia. Varias de las funciones que tienen ahora estas dependencias podrían pasar directamente a las diócesis, como parte también de una estrategia de descentralización.
– ¿Gobierno más colegiado?
Durante Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Iglesia Católica se hizo “romano-céntrica”, tirando atrás el proceso de descentralización impulsado por el Concilio Vaticano II hace más de cincuenta años. Otra medida que se estaría considerando es que la máxima autoridad de los dicasterios no esté reservada a cardenales y obispos, sino que allí pueda haber laicos católicos, varones y mujeres. Muchos se preguntan, por ejemplo, cuál es la pertinencia de que un cardenal presida el Pontificio Consejo para la Familia. Si la medida se toma, por más que sea el resultado de un razonamiento sensato, será considerada “audaz” y hasta transgresora por quienes reivindican el poder centralizado de los obispos.
Con el nombramiento de la comisión internacional de cardenales para que lo asesore, el Papa también dio otro signo en la línea, ya adelantada en gestos, de avanzar hacia un gobierno más colegiado de la Iglesia Católica.
No habría que olvidar otras acciones. Les puso freno a los intentos de los ultraconservadores lefebvristas, que habían comenzado a negociar con Benedicto XVI su reinserción en la Iglesia, pero exigiendo que se les reconociera su desconocimiento de parte de los acuerdos del Concilio Vaticano II, al que consideran inaceptable. Francisco dijo no: tienen que regresar sin condiciones. Y al mismo tiempo desbloqueó la causa de canonización de Oscar Arnulfo Romero, arzobispo mártir de San Salvador (El Salvador), asesinado el 24 de marzo de 1980. El proceso había sido paralizado en concordancia con los acuerdos entre Ronald Reagan y Juan Pablo II, que acompañaron la puesta en marcha del llamado Consenso de Washington y la ofensiva norteamericana sobre América Central. Ciertamente la figura de Romero, luchador por la justicia y mártir de la paz, no era bien vista por los conservadores norteamericanos. El proceso de canonización estuvo parado hasta ahora.
Francisco también ha tenido mano dura con los pedófilos, y ésta parece ser una línea de su gobierno eclesiástico.
Un capítulo que puede aportar novedades es el referido al banco vaticano, el Instituto para las Obras de la Religión (IOR), una institución severamente cuestionada en el mundo financiero. La Agencia de Información Financiera, creada por la Comunidad Europea, tiene al banco vaticano entre las instituciones sospechadas de blanqueo de dinero. Las especulaciones sobre el futuro del IOR son muchas y van desde el cierre directo hasta una reforma sustancial en sus estatutos. La eventual clausura del banco vaticano tiene muchas resistencias en el seno de la Iglesia, de algunos obispados y ciertas congregaciones religiosas, que encuentran en el banco vaticano un ámbito donde invertir y proteger sus dineros. Por ahora, Francisco pidió una auditoría a fondo y está dispuesto a transparentar los resultados haciéndolos públicos.
– ¿Convocará Francisco a un concilio, una gran asamblea de los obispos de toda la Iglesia, como lo hizo en su momento Juan XXIII?
No habría que descartar la posibilidad, aunque para ello todavía habrá que esperar los próximos pasos. Quizás la visita a Brasil, en julio próximo, sea la ocasión para hacer algunos anuncios, cuando la mirada del mundo esté centrada en su primer viaje en torno de la Jornada Mundial de la Juventud.
Respecto de Argentina, vale anotar que recibió a las Abuelas de Plaza de Mayo –aunque muchos objetan que no hubo audiencia privada, como sí se la otorgó inclusive a deportistas– y respondió atentamente a una carta de Hebe de Bonafini. Habrá que esperar si los diálogos y los pedidos –particularmente aquellos referidos a la apertura de los archivos eclesiásticos que puedan aportar información para el esclarecimiento de hechos ocurridos durante la dictadura militar– caen en buen terreno y se producen hechos favorables en ese sentido. Este sí podría ser un paso de enorme trascendencia, para la Argentina y para el mundo.
En relación con la vida política argentina, Francisco continúa con la misma estrategia que antes tuvo como Bergoglio. Los contactos reservados existen y en estos dos meses hubo mucho más diálogos –telefónicos y presenciales– que aquellos que han trascendido a la opinión pública. Más de un dirigente político (inclusive alguno del oficialismo) ha sido recibido en Roma por el Papa en forma privadísima. Las llamadas telefónicas son asiduas. Pocas son públicas, la mayoría se mantienen en reserva. Hay más de una anécdota que da cuenta de secretarios y telefonistas que no pueden creer y se toman unos instantes para discernir que no se trata de una broma de mal gusto cuando del otro lado del teléfono alguien se presenta como “Francisco, el Papa” y pide hablar con su jefe o con su jefa. Al fin de cuentas, ése es el mismo estilo que Bergoglio supo llevar adelante desde su despacho en el Arzobispado porteño. Aunque ahora su papel, su función y su responsabilidad sean otros y, por ese mismo motivo, también el cuidado es mayor para no aparecer “interfiriendo” en los asuntos políticos del país.
Lo cierto es que Francisco abrió la puerta a muchas expectativas, incluso de parte de aquellos que en algún momento pudieron ser sus severos críticos. Llama la atención, por ejemplo, la actitud del teólogo de la liberación brasileño Leonardo Boff, quien prácticamente ha extendido un cheque en blanco para la gestión del papa Bergoglio.
– ¿Cambió Bergoglio?
Todo indica que no hay cambios sustanciales entre Jorge Bergoglio y Francisco. Pero apenas con afirmar sus rasgos fundamentales, el Papa ya genera “ruidos” en la estructura vaticana y en el gobierno de la Iglesia Católica Romana, que atraviesa una gran crisis, que está anquilosada en el tiempo.
No modificó sus convicciones. Eso puede darse por cierto. Y por tal motivo no habría que esperar cambios fundamentales en la doctrina. Seguramente no los habrá. Aunque sí –siguiendo el estilo pastoral del ahora Papa– más cercanía y atención para reaproximar a la Iglesia a quienes se han sentido rechazados (divorciados, curas casados, entre otros) o desalentados de participar.
Hasta el momento, el Papa ha decidido guardar silencio en relación con las objeciones que se hicieron respecto de su actuación en Argentina durante la dictadura militar. El vocero Federico Lombardi es quien ha salido al cruce de las acusaciones. Lo más probable es que Francisco siga en la misma posición: sin comentarios.
Francisco no es un revolucionario. Es, más bien, un sacerdote de pensamiento conservador aunque cuenta con gran sensibilidad respecto de los temas sociales. Por ese motivo no debería extrañar la ratificación permanente de las cuestiones fundamentales de la doctrina católica, acompañada de mensajes también continuos que llaman la atención sobre la situación de los pobres, de los excluidos y, desde su nuevo rol en el mundo, una apelación constante en favor de la paz. Una cumbre de líderes religiosos con el propósito de coordinar tareas en bien de la paz podría estar próxima a ser anunciada.