La guerra contra el terror no será eterna, pero… promete Obama
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció ayer un renovado impulso para cerrar la denostada cárcel de Guantánamo y directrices más estrictas para los ataques con aviones no tripulados o drones, si bien defendió la legalidad de una estrategia frente a las crecientes críticas que ha venido cosechando.
En un discurso sobre seguridad y defensa en la Universidad Nacional de Defensa de Washington, el mandatario subrayó este jueves que tras diez años de agresiva lucha contra el terrorismo, el país está en la encrucijada de definir cómo quiere continuar combatiendo una amenaza que ha cambiado, en un mundo también distinto.
“Esta guerra, como todas las guerras, tiene que acabar”, subrayó Obama, quien precisó que ello no quiere decir que se vaya a dejar de luchar contra una amenaza terrorista aún presente, aunque de forma distinta. Y es que, señaló, organizaciones como Al Qaida son cada vez menos influyentes, mientras se perfila una creciente amenaza de actos individuales e incluso domésticos como el atentado de Boston. Parte del cambio de estrategia requiere acabar con un centro de detención como el de Guantánamo, que en los últimos años no ha hecho más que perjudicar la imagen y eficacia internacional del país. “Nuestros aliados no cooperan con nosotros si creen que un terrorista va a acabar en Guantánamo”, afirmó el mandatario.
Por ello, anunció el fin de la moratoria al traspaso de los detenidos en Guantánamo a Yemen, aunque puntualizó que se estudiará caso por caso cada uno de los posibles beneficiarios. Además designará a un nuevo alto enviado de los Departamentos de Defensa y Estado cuya única responsabilidad será lograr la transferencia de detenidos a terceros países. Obama también le pidió al Congreso que levante otras restricciones que impiden hasta la fecha el envío de otros detenidos a terceros países y explicó que le ha pedido al Departamento de Defensa que busque una instalación en Estados Unidos donde se puedan celebrar las comisiones militares hasta ahora realizadas en la base cubana.
Pero implícitamente reconoció que ninguna medida logrará el fin último de su frustrada promesa de cerrar Guantánamo en su primer año de mandato, en 2009, si en Washington falta la voluntad política de tomar decisiones firmes al respecto. “En vista de la caza implacable de mi gobierno contra la cúpula de Al Qaida, no hay justificación, más allá de intereses políticos, para que el Congreso nos impida cerrar una instalación que nunca debería haber abierto”, retó Obama.
Una huelga de hambre seguida durante las últimas semanas por más de cien de los en total 166 presos que continúan en base ha vuelto a poner bajo los focos el problema de Guantánamo. A ello se refirió el propio mandatario, quien se vio sorprendido durante su alocución por una activista que le reclamó el cierre inmediato de la base y le recriminó que no haya hecho más esfuerzos para ello, ante la visible incomodidad de Obama (ver aparte).
En su discurso de una hora, Obama también hizo frente a la controvertida práctica de su gobierno de atacar objetivos terroristas con drones. El presidente anunció que ha firmado una Guía Presidencial de Política que buscará directrices más claras, supervisión y rendición de cuentas sobre el uso de los aviones no tripulados. Pero a la par defendió la “efectividad” y legalidad de una estrategia “que ha salvado vidas”.
Las nuevas directrices subrayan el respeto a la soberanía nacional y estipulan, entre otras, que se debe priorizar la captura del sospechoso al uso de la fuerza contra éste, y que ésta sólo tendrá lugar cuando el objetivo suponga una amenaza continuada e inminente y no que exista una “alternativa razonable” al uso de los drones. “Estados Unidos no realiza ataques para castigar a individuos, actuamos contra terroristas que suponen una amenaza continua e inminente al pueblo estadounidense, y cuando no hay otro gobierno capaz de afrontar de manera efectiva la amenaza”, afirmó Obama. Asimismo, sólo se podrán realizar operaciones con drones cuando exista la máxima certeza de que el “objetivo terrorista está presente” y que haya también certidumbre de que no hay civiles en el lugar atacado.
Desde 2004, Estados Unidos ha realizado unos 400 ataques con drones, sobre todo en Pakistán, pero también en Yemen, Somalia y países del norte de Africa. Estudios independientes calculan que unas 3500 personas han muerto en estos ataques. El miércoles, el gobierno de Obama admitió por primera vez de forma pública que ha matado a cuatro ciudadanos estadounidenses en ataques con drones realizados fuera de las zonas de guerra. En su discurso, el mandatario defendió específicamente el ataque que acabó con la vida del clérigo extremista Anwar Al Awlaki, afirmando que su ciudadanía no debería servirle de escudo.
Obama reconoció ayer que la muerte de civiles en algunos ataques de drones despierta inquietud y manifestó su intención de discutir con el Congreso, en aras de una mayor transparencia, propuestas para ampliar la supervisión sobre este tipo de acciones, incluidas la de una corte especial y la de una junta independiente de monitoreo. Su discurso fue bien recibido por organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, que sin embargo le instaron a realizar acciones inmediatas para cumplir con lo prometido en el discurso.