El mandarín Xi en búsqueda del gas ruso y del nuevo orden multipolar
ALFREDO JALIFE RAHME| A diferencia del siglo XI, cuando la China imperial poseía toda la panoplia y logística para conquistar al mundo y no lo hizo –cuatro siglos antes que los navegantes españoles y portugueses, no se diga los piratas británicos quienes resultaron en última instancia los grandes vencedores del orden mundial occidental de entonces–, ahora, 10 siglos más tarde, la nueva generación de mandatarios chinos, en la etapa del recién entronizado mandarín Xi Jinping, sale a romper en forma espectacular el cerco que le pretende tender Obama con su doctrina del pivote en la región Asia-Pacífico.
El mismo presidente ruso, Vlady Putin, zar energético global –todavía: a reserva de la incógnita del gas esquisto ( shale gas) cuya polémica tecnología del fracking controla unilateralmente Estados Unidos (EU), lo cual puede cambiar las coordenadas de la geopolítica global en caso de no ser una vulgar burbuja–, en su entrevista a ITAR-TASS (21/3/13), en vísperas del arribo del mandarín Xi, aceptó que la visita tenía el indeleble sello histórico por su carácter estratégico y por constituir su primera escala al exterior.
Al concluir su ronda de negociaciones con Putin, donde se firmaron una quincena de acuerdos que acentúan su notoria complementariedad geoeconómica, Xi exultó que las las expectativas habían sido superadas (RIA Novosti, 23/3/13).
Según mi parecer, sobresalen los acuerdos energéticos, fundamentalmente en materia petrolera, que eran más que esperados cuando la exportación del oro negro ruso a China alcanzarán 50 millones de toneladas anuales en 2018. El acuerdo incremental entre las dos estatales petroleras, la rusa Rosneft y la china CNPC, está prácticamente amarrado con mínimos detalles por finiquitar e incluye la construcción de una refinería en China, exploración conjunta en el Ártico y financiamiento del Banco de Desarrollo chino (que posee más capital que el disfuncional Banco Mundial).
Por cierto, Rosneft, con la adquisición de la tajada de la británica BP en Rusia (curioso: con sumas fabulosas de dinero triangulado tanto de China como de la banca de inversión de EU), se convirtió en la primera productora de petróleo del mundo (¡100 veces más que Pemex!): 200 millones de barriles al día y reservas por 28 mil millones de barriles ( Financial Times, 21/3/13).
No pasa desapercibido el acercamiento energético entre Rusia y Gran Bretaña (la adquisición de TNK-BP por Rosneft) cuando hasta el premier David Cameron (muy cercano a Israel) diluye su vino bélico en referencia al contencioso sirio (RIA Novosti, 23/3/13), mientras en extraña coincidencia se suicida un día después el controvertido oligarca Boris Abramovich Berezovsky ( The Voice of Russia, 23/3/13) cuya extradición había sido solicitada por el Kremlin por sus presuntos crímenes financieros en la fase de privatizaciones salvajes de Boris Yeltsin. ¡Qué suertudo es Vlady Putin!
A mi juicio, lo más relevante de la cumbre de Xi con Putin radica en la reactivación de las estancadas negociaciones desde 2006 (por presunto desacuerdo por el precio) para la exportación del gas ruso de Siberia occidental a China que padece hambruna energética.
Según RIA Novosti (23/3/13), Rusia y China se acercan a un acuerdo sobre el gas natural con una duración de 30 años (¡supersic!) entre Gazprom y CNPC para abastecer 30 mil millones de metros cúbicos de gas natural al año, a partir de 2018, susceptibles de duplicarse: se firmó un memorando que debe ser finiquitado a finales de este año que contempla construir la ruta oriental del gasoducto Poder de Siberia.
En mi perspectiva, la razón por la cual se detuvo durante siete años la firma del acuerdo gasero geoestratégico entre Rusia y China es mucho más profundo que la vulgar cotización mercantilista del gas: carta geopolítica mayúscula en manos del Kremlin que en la fase de Putin no se cuece al primer hervor y que comporta consideraciones multidimensionales de las relaciones entre los dos gigantes que van acompasadas por el diapasón global/regional en el que obligadamente se tiene que tomar en cuenta el poder de EU, aunque en franco declive, así como los equilibrios con la Unión Europea (UE), también en franco retroceso en todo su flanco sureño del mar Mediterráneo.
No son momentos para sacar a relucir las heridas del pasado entre Moscú y Pekín (Lazos de Rusia y China: asoleados con chance de nieve, RIA Novosti, 23/3/13), que naturalmente azuza la dupla anglosajona para sacar ventaja, cuando ambos gigantes se acercan en forma precavida sin las fogosidades de los novatos.
Tampoco pasó inadvertido que cinco días antes de la visita del mandarín Xi a Moscú, el Pentágono haya desplazado la instalación de su polémico escudo misilístico antibalístico de las fronteras rusas hasta Alaska para defenderse de la amenaza de Norcorea, que en realidad forma parte de la contención a China. En probable reciprocidad, Rusia extendió hasta 2020 su cooperación en el espacio con EU (RIA Novosti, 23/3/13).
Las relaciones entre los tres gigantes geoestratégicos (EU, Rusia y China) son hipercomplejas, de varios niveles ( multilayered) y no lineales/maniqueas.
El premier Dimitri Medvediev se asombraba que el día que Rusia firmaba un mapa energético de ruta con la UE negociaba un acuerdo petrolero con China (RIA Novosti, 23/3/13): nunca imaginé (¡supersic!) que nuestras relaciones con Europa y China alcanzaran niveles tan altos. Habría que agregar: y en forma simultánea… en relación inversamente proporcional con la decadencia de EU y al ascenso geopolítico del binomio petróleo/gas.
En espera de elucidar el enigma del fracking del gas esquisto de EU como burbuja, ¿se posiciona Rusia como el nuevo centro energético global?
Rusia y China han sido muy cuidadosos de no indisponer a EU (Editorial de Global Times, 23/3/13), como había previsto Bajo la Lupa, ya que a ninguno le conviene una confrontación cuando la paz les otorga lo que les quitaría la guerra: las relaciones sino-rusas no son en detrimento de un país o grupo, ya que el poder conjunto de ambos no es suficiente para desafiar a Occidente.
Agrega el editorial citado: Sin embargo, su asociación estratégica puede ayudar a descongelar cualquier intento de aislar o contener a China o a Rusia.
No se trata de una alianza en el sentido clásico, sino de una asociación por necesidad para confrontar el irredentismo de la OTAN/UE que encabeza EU.
El editorial chino compara la belicosa alianza entre EU y Japón que ha dañado las relaciones con China, a diferencia de la asociación estratégica flexible, más defensiva que ofensiva de China con Rusia que ha adoptado un giro histórico mediante su nueva política en el Lejano Oriente.
Lo más relevante: quedan atrás las heridas del pasado durante la guerra fría y hoy la nueva era de las relaciones sino-rusas tiene el gran potencial de establecer un orden político internacional, el cual, a mi juicio, por necesidad ontológica/teleológica será multipolar o no lo será.