La sanción del acuerdo con el FMI desata crisis en el oficialismo
Rubén Armendáriz
El Senado argentino aprobó el proyecto de ley del Acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para el refinanciamiento de la deuda de 45 mil millones de dólares contraída en 2018 por la administración del presidente neoliberal Mauricio Macri, con 56 votos a favor, 13 en contra y tres abstenciones.
La sanción contó con el apoyo de Juntos por el Cambio y un sector del Frente de Todos, luego de una sesión extensa que dejó a la vista las diferencias dentro del oficialismo en torno al refinanciamiento de la deuda de 44.500 millones de dólares: es más, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, no participó en el debate ni votó.
El debate de unas 10 horas en el Senado se desarrolló en un marco de fuertes tensiones dentro del oficialista Frente de Todos (FdT), mientras, otra vez, militantes de organizaciones sociales y de los movimientos y partidos de izquierda protestaban contra el FMI y la política gubernamental, en las calles aledañas al Congreso.
Al igual que en Diputados la semana anterior, la mayor cantidad de votos no provinieron del gobernante Frente de Todos, sino la puso la oposición, la del macrismo y el radicalismo, además de los llamados bloques “federales”. Así, el Senado aprobó la ley que autoriza las operaciones de crédito público contenidas en el Programa de Facilidades Extendidas entre el organismo internacional y el Estado para refinanciar la deuda.
Quienes votaron en contra o se abstuvieron en el oficialismo, lo hicieron teniendo mucho cuidado para no afectar el trámite final, o sea la aprobación. Pero eso no niega el dato político de que una fracción considerable de la coalición oficial se opuso al pacto.
El Estado selló su subordinación al FMI, mientras galopa una inflación incontenible, con una hoja de ruta muy ortodoxa y a tiro de default cada tres meses cuando tengan lugar las revisiones del Fondo. Una situación así, reclama “volumen político” y decisionismo, todo lo contrario al estilo siempre negociador de Alberto Fernández.
Es más, la agrupación kirchnerista La Cámpora emitió un documento con un cuestionamiento muy duro y denuncias graves contra su propio gobierno, donde señala que se trata de un plan típico del FMI, que plantea un ajuste clásico, que cede soberanía, que es mentira que no propone reformas estructurales porque se plantea la revisión del Sistema Previsional, que el plan no tiene sostenibilidad y que le pone tope al crecimiento.
Sobre las formas dice que el equipo negociador del gobierno, encabezado por el ministro de Economía Martín Guzmán, desarrolló una estrategia de “amabilidad”, “secretismo”, “hermetismo”, “confusión” y “desinformación”. Obviamnte, un documento de estas características también habla de la fragilidad (y casi ruptura) de la coalición oficial.
Desunidos
En términos institucionales, es una discusión a cielo abierto entre quien preside el Partido Justicialista a nivel nacional (Alberto Fernández), y quien está a la cabeza del partido en lo que es el centro de gravedad del mismo: la provincia de Buenos Aires (Máximo Kirchner). Junto con la socia mayoritaria y (hoy poisblemente arrepentida) diseñadora de la coalición, es decir, Cristina Fernández de Kirchner.
Juntos por el Cambio, más allá de que festeje la votación como un triunfo propio ,tampoco resolvió su crisis de liderazgo entre Macri y Patricia Bullrich que querían patear el tablero u otros como Horacio Rodríguez Larreta o Gerardo Morales que militaron y garantizaron los votos para el pacto. Para algunos analistas, el acuerdo se alcanza no por una determinada relación de fuerzas, sino por una “relación de debilidades”.
Otra señal de esta debilidad se manifiesta en la tendencia del Presidente Alberto Fernández a recluirse sobre sus referentes más cercanos o íntimos, un círculo cada vez más cerrado. Mientras aparece Sergio Massa, presidente de Diputados, a posicionarse como candidato presidencial pronista, por sus esfuerzos para lograr el acuerdo.
La tarde del jueves, el vocero del FMI, Gerry Rice, sostuvo en Washington que “nuestro punto de vista es que un amplio apoyo político y social en Argentina será crítico para el éxito general del programa económico. Una amplia aceptación del propio programa es clave”, dijo, y reiteró que el FMI exigió que el acuerdo sea aprobado por el Congreso, defendiendo el programa económico “pragmático y realista” elaborado por el gobierno.
Lo que vendrá está por verse, porque los gobiernos débiles, en general, tienen muchas limitaciones para aplicar ajustes profundos, como el que impuso el FMI en el papel y quiere llevarlo a la realidad. No solo porque es un ajuste, sino porque es un ajuste sobre el ajuste.
La posibilidad de firmar el acuerdo en el papel, no necesariamente se traduce en la capacidad para llevarlo a la realidad. Lejos de cerrar una crisis política, la firma del acuerdo y el trámite parlamentario, apenas la están abriendo, mientras más del 40 por ciento de la poblaci´pon sobrevive por debajo del nivel de pobreza.
La parlamentaria oficialista María Inés Pilatti rechazó el acuerdo, p”orque va a prolongar la “agonía y que el default (cesación de pagos) lo vamos a sufrir tarde o temprano. (…) todos sabemos lo que son las imposiciones del FMI, que no es otra cosa que tremendos ajustes”, y en este caso es una estafa premeditada del gobierno de Macri.
“El fondo otorgó un préstamo por encima de lo que sus estatutos le posibilitaban asignar a nuestro país. El pueblo argentino nunca fue amigo de estas instituciones”, añadió. Agregó que el país está siendo afectada por la guerra en la subida de precios y que el fondo está evaluando el impacto de esa carestía, pero las afectaciones dependerán de la duración de la guerra.
Pilatti hacía referencia ael descontento popular ante la política exterior del gobierno de Alberto Fernández, al que algunos sectores critican por no haber establecido una posición nacional de neutralidad –doctrina del peronismo- sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania, la Organización del Tratado del Atlántico Norte y Estados Unidos.
El senador radical Martín Lousteau, por su parte, amedrentó a sus pares, afirmando que “estamos evitando acá sufrimientos mayores aún al pueblo argentino. Se los digo a aquellos que piensan que a este proyecto no hay que votarlo”. Planteó que “no llegar a pagar tiene consecuencias todas muy graves” y recordó que “el propio ministro de Economía dijo que nadie nos prestaría pero, además, aumentarían el dólar, la inflación y la pobreza, y rápidamente”.
La crisis en el oficialismo
Ésta es una “crisis distinta”, dentro del oficialismo, porque las diferencias son políticas y metodológicas. Acusaciones sin fundamento salen de las dos usinas. Mientras que el presidente Alberto Fernández esperó el acuerdo en el Senado para entrar “en guerra” contra la inflación, en el kirchnerismo se preparan para una “resistencia” prolongada contra las políticas del Fondo y su espada trimestral de Damocles.
Si bien en el Gobierno reconocen las diferencias entre el Presidente y la vicepresidenta, así como la complejidad de la situación, también resaltan que no “afectan a la gobernabilidad”, mientras se multiplican las versiones sobre posibles cambios de gabinete.
Entre los ministros “albertistas” están los que quieren romper el Frente de Todos y expulsar de los organismos estatales a los dirigentes alineados con la vicepresidenta Cristina Fernández, pero también están los que saben que la unidad del Frente de Todos es condición para que el presidente llegue competitivo a 2023.
La falta de pronunciamiento público del presidente ante el ataque al Senado de la Nación y a la oficina de Cristina, fue -y sigue siendo- corrosivo al vínculo personal, pero también al institucional, ya que falta la condena presidencial al ataque al edificio que representa uno de los poderes del Estado.
Después de la votación de este jueves, la única posibilidad de continuar con ciertos niveles de unidad es un acuerdo entre Alberto y Cristina, y que luego baje la orden de convivencia, ya sea, política o de paz armada. Continuando las diferencias que expresaron sectores afines al kirchnerismo publicaron una carta -“Crecer para pagar: ¿es posible con este pacto?”-con sus críticas.
Mientras el ministro de Economía presentaba el acuerdo con el Fondo en el Senado, Cristina se reunió y subió fotos con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Las diferencias entre Alberto Fernández y la vicepresidenta ya son reconocidas formalmente desde el Prsidencia. La portavoz presidencial Gabriela Cerruti remarcó que el Frente de Todos es “una coalición que tiene diferentes miradas internas sobre diferentes temas, avanzamos convencidos de que la unidad es fundamental en este momento”.
* Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)