30 años del alzamiento indígena que reescribió México

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Alejandro Santos Cid

aniversario EZLNEl Ejército Zapatista de Liberación Nacional celebra el aniversario del levantamiento armado que sacudió el status quo mexicano. De los 12 días de guerra a las negociaciones fallidas; de las promesas rotas a la construcción de la autonomía en sus propios términos, la guerrilla más icónica de la globalización sobrevive tres décadas después.

Y los muertos de siempre gritaron basta: 30

 

Las costuras saltaron por los aires. Fue un murmullo escondido durante años, siglos de rabia, en lo profundo de la selva Lacandona, en las montañas, las aldeas, las milpas. Un secreto a voces cocinado a fuego lento de comal. Los desposeídos, sin un techo digno, sin tierra, sin trabajo, sin salud, sin alimentación, sin educación, sin libertad, sin derechos, sin paz, sin justicia. Nadie lo esperaba porque nadie los quiso escuchar. A ellos. Los muertos de hambre. Los muertos de siempre.

—Hoy decimos ¡basta!

Una joven indígena mira a guerrilleros desfilar por el 75 aniversario de la muerte del líder revolucionario Emiliano Zapata, el 10 de abril de 1994.
Una joven indígena mira a guerrilleros desfilar por el 75 aniversario de la muerte del líder revolucionario Emiliano Zapata, el 10 de abril de 1994. Douglas Engle (AP)

Hace 30 años, un ejército sin rostro bajó de las montañas del sureste mexicano armado con viejos fusiles y machetes. Era sábado, el primer día de enero de 1994. Columnas de indígenas tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales, mames y zoques con la cara oculta tras paliacates rojos, una guerrilla de ojos que miraban desafiantes a las cámaras, tomaron las principales cabeceras municipales de Chiapas, el Estado más pobre de México: San Cristóbal de Las Casas, Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo, Oxchuc, Huixtán y Chana. Gritaron todo lo que durante años habían dicho sin que nadie los escuchase. Exigían la retirada del Gobierno mexicano. Esa vez, todo el mundo se volvió a verlos.

—Intégrate a las fuerzas insurgentes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Cuentan que la noche de año nuevo de 1994, el presidente Carlos Salinas de Gortari celebraba con sus allegados el gran triunfo de su Administración. Aquel día entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la culminación del giro neoliberal después de un sexenio marcado por las privatizaciones. Alguien avisó al dirigente de que un grupo de indígenas se estaba alzando en el sur. Nadie sabía quién eran, qué querían. Tanto la inteligencia estadounidense como la mexicana habían detectado años atrás la presencia de un grupo de campesinos armados en Chiapas, pero no quisieron prestar atención a las pistas sembradas desde 1983, a las escaramuzas entre desconocidos guerrilleros y el Ejército en la Lacandona. Una insurrección habría sido mala prensa para el acuerdo económico de la década y así, en silencio, una conspiración tomó forma.

El 4 de enero, L’Unitá, histórico periódico comunista italiano, entrevistó a uno de esos anónimos guerrilleros, “el único que no es indio”, un tipo con pasamontañas, gorra calada, pipa humeante siempre colgada del filo de la boca y aires de intelectual “acostumbrado a comunicarse con la gente simple”. El periodista preguntó:

—¿Por qué escogieron el primero de enero y la ciudad de San Cristóbal de las Casas?

—Fue el Comité Directivo el que decidió. Es claro que la fecha está relacionada con el TLCAN, que para los indios es una condena a muerte. La entrada en vigor del Tratado representa el inicio de una masacre internacional.

El subcomandante Marcos, el 9 de marzo de 1998 en la comunidad zapatista de la Realidad.
El subcomandante Marcos, el 9 de marzo de 1998 en la comunidad zapatista de la Realidad.

Cuando las cámaras de televisión preguntaron por el nombre y el cargo de aquel portavoz —carismático, misterioso, envuelto en el humo de las leyendas— él respondió: subcomandante Marcos. Salinas de Gortari prefirió llamarlo “profesional de la violencia”. No lo sabía, pero el apelativo haría historia en una de sus declaraciones al país más recordadas. El Ejército mexicano contraatacó y, durante menos de dos semanas, Chiapas se tornó una zona de guerra, con duras batallas como la de Ocosingo. El Gobierno aseguró que la contienda se saldó con más de 100 muertos. Años después, el EZLN rebajó la cifra de víctimas: 46 zapatistas y 27 soldados.

Un habitante de Ocosingo asiste a un guerrillero del EZLN herido durante los enfrentamientos, el 4 de enero de 1994.

Guerra sucia, altermundismo y un rostro sin capucha

Chiapas empezó a llenarse de periodistas. Todos los reporteros de conflictos querían estar allí, cubriendo un alzamiento indígena inédito. El apoyo fue masivo. En México y en el extranjero, miles de personas salieron a la calle en respaldo a los guerrilleros y para exigir el alto a la guerra. “El EZLN tiene un cálculo dicotómico. O la gente de México se alza junto con nosotros o nos acaban, nos aniquilan. Si para el resto del país el primero de enero fue una sorpresa, para el EZLN el dos de enero fue una sorpresa, no solo de México sino del mundo entero”, diría muchos años después el subcomantante Marcos, en el documental 1994, una de sus últimas entrevistas hasta la fecha.

El EZLN fue una guerrilla sin antecedentes, que declaró la guerra al Estado, sí, pero prometió hacerlo bajo las leyes de la Convención de Ginebra. Hablaban de un México mísero, en blanco y negro, de Chiapas como una enorme hacienda de caciques, de latifundistas y esclavos, de una tierra desangrada y una población desnutrida, agonizando por enfermedades curables. Impulsaron leyes sobre los derechos de las mujeres más vanguardistas que las de muchas democracias occidentales hoy en día. En su primera plana, destacaban los nombres de la comandanta Ramona, Esther, Ana María. Aunque el sesgo de la historia perfiló por encima de todo la figura de Marcos, su prosa caústica, sus escritos afilados, el carisma encapuchado que enamoró a intelectuales de renombre, políticos y jóvenes revolucionarios de todo el globo.

Tanques del Ejército mexicano desplegados cerca de El Momón, en el municipio de Las Margaritas, territorio zapatista, el 12 de enero de 1994.

El Ejército, mejor equipado y entrenado, cercó a los guerrilleros, que se refugiaron en la muralla de las sierras chiapanecas. Fuera de la región, el EZLN arrasaba en la batalla por la opinión pública. El 12 de enero la situación escaló al punto de tensión más alto para el Gobierno. La prensa le acusaba de bombardear indiscriminadamente a la población civil y otros crímenes de guerra en su intento por liquidar a los rebeldes. La Comisión Nacional de Derechos Humanos investigaba la ejecución sumaria de cinco miembros del EZLN.

Acorralado por la presión internacional y la que llamaba a las puertas de casa, Salinas de Gortari declaró un alto el fuego unilateral que el EZLN celebró. Empezaron a sentarse las bases para un diálogo entre el Gobierno, que nombró como representante a Manuel Camacho Solís, y los guerrilleros, en el que también participaría Samuel Ruíz, entonces obispo de San Cristóbal.

Fueron dos años de desencuentros y guerra sucia. Mientras ambos bandos conversaban, el Gobierno desarrollaba una estrategia paralela. Un nuevo presidente, Ernesto Zedillo, tomó el mando a finales de año y estrechó el cerco sobre los guerrilleros con una campaña de contrainsurgencia, más soldados destinados a la región, grupos paramilitares. Zedillo calificó a los rebeldes de “terroristas” y ordenó su arresto. En un intento desesperado por reconducir los afectos de la opinión pública, desnudó la enigmática figura de Marcos y anunció su identidad: Rafael Sebastián Guillén Vicente, un profesor de filosofía originario de Tamaulipas que se echó al monte. Nada funcionó. La influencia del EZLN siguió creciendo. En diciembre de 1994, anunciaron la autonomía de una treintena de municipios sin disparar un solo tiro.

Rafael Sebastián Guillén Vicente, en una fotografía de 1980, cuando enseñaba Diseño Gráfico en la Universidad Autónoma Metropolitana.

El movimiento altermundista mundial, la juventud que se organizó en un grito desesperado contra la globalización, miraba fijamente hacia los zapatistas. Fueron el faro que alumbró a la izquierda en una década oscura. Los rostros encapuchados de Marcos y la comandanta Ramona se convirtieron en el símbolo de la posibilidad de otro mundo que no cabía en las cumbres del G-20 ni los acuerdos del Fondo Monetario Internacional. Los Che Guevara de un planeta cada vez más mercantilizado. La bandera de una generación que creyó en las palabras de Marcos cuando proclamó aquello de que la libertad es contagiosa y adictiva.

Acuerdos y desacuerdos

A principios de 1996, el Gobierno y los rebeldes firmaron los Acuerdos de San Andrés, un pacto que prometía, en palabras del EZLN, “el reconocimiento a nuestra libre determinación, a nuestra autonomía, a nuestro derecho a asociarnos libremente, a aplicar, en nuestros espacios, el derecho indígena de los conceptos de pueblo y territorio; de nuestro derecho a una representación política nacional y en los estados, a una cierta base para un pluralismo jurídico”. Quedaron en papel mojado. Zedillo no cumplió su palabra.

El cerco militar y los ataques paramilitares se recrudecieron. El 22 de diciembre de 1997 sucedió la agresión más recordada, una herida abierta a cuchillo en la región. Aquel día, un escuadrón paramilitar entró en una iglesia de Acteal, en los Altos de Chiapas, y masacró a 45 personas. 18 eran niños. La matanza tenía como diana a la organización indígena de derechos humanos Las Abejas. Zedillo siempre negó su participación, pero más de dos décadas después, el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, reconoció la implicación del Estado y afirmó que los asesinos pertenecían a “grupos paramilitares con la complacencia de las autoridades”.

Familiares de los masacrados en Acteal cargan sus féretros, el 25 de diciembre de 1997.
Familiares de los masacrados en Acteal cargan sus féretros, el 25 de diciembre de 1997.

El PRI, el anquilosado dinosaurio que había gobernado México durante más de 70 años, se resquebrajaba. En las elecciones del 2000, el derechista PAN llegó al poder, derrocando por primera vez al viejo partido. Vicente Fox fue elegido presidente y, en un alarde de humildad, prometió resolver el conflicto en Chiapas “en 15 minutos”. Pese a todo, los zapatistas decidieron hablar con él. El subcomandante Marcos salió de Chiapas en una caravana con otros 23 altos cargos, entre las que se encontraba la comandanta Esther, recorrió más de 3.000 kilómetros y, el 10 de marzo de 2001, irrumpió en un Zócalo abarrotado.

La bestia negra del Estado mexicano entró desarmada en el centro simbólico del poder nacional a bordo del remolque de un camión. Fue recibido entre cánticos, flores y aplausos. El EZLN llamó a la travesía “La marcha del color de la tierra”, y la usó para exigir la autonomía de los pueblos indígenas. Antes que de que acabara el mes, fueron recibidos en el Congreso con la ausencia de Marcos y los 207 diputados del PAN.

La comandanta Esther subió al estrado. “Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora”, comenzó. “Soy zapatista, pero eso tampoco importa en este momento. Soy indígena y soy mujer, y eso es lo único que importa ahora. Esta tribuna es un símbolo. Por eso convocó tanta polémica. Por eso queríamos hablar en ella y por eso algunos no querían que aquí estuviéramos. Y es un símbolo también que sea yo, una mujer pobre, indígena y zapatista, quien tome primero la palabra”, continuó. “Queremos que sea reconocida nuestra forma de vestir, de hablar, de gobernar, de rezar, de curar, nuestra forma de trabajar en colectivos, de respetar la tierra y de entender la vida”, dijo también.

El Zócalo al recibir a la comandancia del EZLN, el 10 de marzo de 2001.
El Zócalo al recibir a la comandancia del EZLN, el 10 de marzo de 2001.

Silencio, autonomía y la muerte de Marcos

El discurso escribió una página en la historia indígena de México —la historia de México a secas—. Esther, Marcos y el resto de la comitiva regresaron a las montañas de Chiapas. El Congreso aprobó una ley que reconocía los derechos y culturas de los pueblos originarios, pero dio la espalda a su autonomía. El EZLN lo vivió como una traición y rompió con la política parlamentaria. Durante dos años, reinó el silencio de puertas para afuera. En las entrañas del movimiento se preparaban cambios. En 2003, anunciaron la creación de los caracoles o Juntas de Buen Gobierno, cinco regiones que agrupaban sus 39 municipios autónomos y que conformaban una suerte de estructura civil del movimiento.

Durante los siguientes años, Marcos se enfrentó con los mismos intelectuales que apoyaron al zapatismo desde el inicio. Le reprochaban soberbia, haberse cerrado al exterior, no escuchar a nadie. El subcomandante perdió parte de su influencia pública, entró en un silencio hosco. O eso parecía. En 2005, el EZLN publicó la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, la revisión definitiva hasta el momento del texto fundacional del movimiento: su ADN, sus raíces, su ideología, su futuro. En 2006, decidió volver a salir de sus fronteras y recorrió el país como parte de “La otra campaña”, una apuesta por una alternativa de izquierdas al margen de los partidos oficialistas que se enfrentaban en las elecciones presidenciales, que ganaría Felipe Calderón y su fatídica guerra contra el narco. Una nueva forma de extender la palabra, pedir la autonomía y denunciar las desoladoras condiciones de vida de los pueblos indígenas.

Los macheteros de San Salvador Atenco (Estado de México) reciben al EZLN en Teotihuacán, en abril de 2006.
Los macheteros de San Salvador Atenco (Estado de México) reciben al EZLN en Teotihuacán, en abril de 2006.

Después, volvieron a refugiarse en las montañas. La organización se centró en trabajar de puertas para adentro, en reforzar su autogobierno, construir hospitales y escuelas, educar a una nueva generación nacida y criada en sus territorios independientes. Durante años, Marcos se esfumó del mapa. Corrieron rumores poco contrastados de un deterioro de su salud. En 2014, dos décadas después del alzamiento, el subcomandante anunció su propia muerte, un harakiri metafísico que simbolizó su primer paso atrás. “Por mi voz ya no hablará la voz del EZLN”, dijo, y asumió el nuevo nombre de Galeano en honor a un maestro zapatista asesinado.

Vuelta al silencio. En 2016 la noticia vino de fuera, aunque nadie la esperaba ya. La justicia mexicana absolvió al subcomandante anteriormente conocido como Marcos —y a otros 12 miembros de la organización—de los cargos de los que le acusó durante el Gobierno de Zedillo. Un año después, el EZLN apoyó la candidatura independiente de María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, portavoz del Congreso Nacional Indígena, a las elecciones presidenciales de 2018 que ganó Andrés Manuel López Obrador. Y en 2021, cuando se cumplían 500 años de que Hernán Cortés desembarcara en México, una de sus delegaciones zarpó rumbo a Europa en un velero para realizar “una conquista a la inversa” que buscaba sembrar el viejo mundo de ideas y aprendizajes en vez de muerte y saqueos.

La candidata presidencial del Congreso Nacional Indígena, Marichuy, escoltada por mujeres zapatistas, en octubre de 2017.
La candidata presidencial del Congreso Nacional Indígena, Marichuy, escoltada por mujeres zapatistas, en octubre de 2017.

“Chiapas, al filo de la guerra civil”

Chiapas no ha mejorado demasiado desde 1994. Sigue siendo el Estado más mísero del país, con más del 75% de la población, en su mayoría indígenas y campesinos, en condiciones de pobreza. El conflicto armado de las últimas décadas se ha agudizado. El Estado nunca desarmó a los grupos militares y, al contrario, reforzó la militarización y el cerco al EZLN. El auge del crimen organizado en la región, atraído por las nuevas rutas del narcotráfico desde Sudamérica y la posibilidad de hacer dinero que traen megaproyectos como el Tren Maya, ha desencadenado una vorágine de violencia que cada semana se cobra nuevas víctimas. La guerrilla habla de una guerra civil anunciada que puede volver a estallar en cualquier momento ante la inactividad de las autoridades federales y estatales.

Policías judiciales tumban la bandera del EZLN en Puerto Cate, en el municipio de El Bosque (Chiapas), el 20 de diciembre de 1994.
Policías judiciales tumban la bandera del EZLN en Puerto Cate, en el municipio de El Bosque (Chiapas), el 20 de diciembre de 1994.

En 2023, el año que conmemora el 40º aniversario de la fundación del movimiento, el EZLN ha vuelto a las primeras planas. Primero, con la segunda muerte metafórica de Marcos, que se despojaba así del nombre de Galeano y volvía a asumir el suyo, aunque con un rango menor: capitán insurgente. La guerrilla se reorganiza desde las montañas del sureste mexicano, con una nueva estrategia macerada durante los largos años de silencio. Como prólogo del aniversario del alzamiento, que se celebra estos días en el “Caracol Resistencia y Rebeldía: Un Nuevo Horizonte”, anunciaron la desaparición de los “Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas y las Juntas de Buen Gobierno” por una democracia más directa, donde las comunidades serán la base de la toma de decisiones.

En los 21 comunicados que han publicado desde octubre, escritos por Marcos y el subcomandante Moisés, actual mando, hay quien ha visto las pistas de un relevo generacional con mayor presencia de las mujeres. En uno de los textos, Moisés desaconsejaba acudir a la conmemoración del aniversario ante la inseguridad y la desprotección de Chiapas, “a menos, claro, que se organicen muy bien para hacerlo”.

Es pronto para saber hacia qué nuevos rumbos partirá la guerrilla más icónica de la globalización. Por el momento, celebra tres décadas de supervivencia frente al Estado; de su propia manera de entender la política y la vida, la dignidad y la libertad. El futuro del EZLN es incierto. Pase lo que pase, su presente y su pasado son una fábula nunca vista de resistencia que ha reescrito para siempre la historia de México.

Lo que dice y lo que calla el EZLN

 

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) es una guerrilla extraña. No le gusta mucho pegar tiros ni las guerras. Prefiere las reflexiones sosegadas —aunque duren años— a la inmediatez; la calma a la prisa: la práctica política a los debates estériles —la metateoría, dirán ellos, el camino que se hace al andar—.

“SiemIntegrantes del EZLN en el Caracol de La Realidad, en Margaritas (Estado de Chiapas), en 2018.pre es más lo que callamos que lo que decimos”, avisaba recientemente el capitán insurgente Marcos, anteriormente llamado subcomandante Galeano, más conocido mundialmente como

href=”https://elpais.com/mexico/2023-10-31/la-segunda-muerte-del-subcomandante-marcos.html” data-link-track-dtm=””> subcomandante Marcos, el gran ideólogo encapuchado de la organización que puso en jaque al Gobierno mexicano el 1 de enero de 1994. Todo apunta, sin embargo, a que se avecinan tiempos de cambio. Un murmullo empieza a tomar forma entre el silencio.

Durante más de una década, un relativo silencio mediático se ciñó sobre el zapatismo. Sus pocas apariciones públicas se limitaban a los comunicados en Enlace Zapatista, la página web a través de la que difunden sus (pocas) noticias y su visión sobre México, el capitalismo y el mundo. También algún evento, como el seminario internacional El pensamiento crítico frente a la Hidra Capitalista, en 2015. Dos años después, el EZLN apoyó la candidatura independiente de María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, a las elecciones presidenciales de 2018 que ganó Andrés Manuel López Obrador. Y en 2021, cuando se cumplían 500 años de que Hernán Cortés desembarcara en México, una de sus delegaciones zarpó rumbo a Europa en un velero para realizar “una conquista a la inversa” que buscaba sembrar el viejo mundo de ideas y aprendizajes en vez de muerte y saqueos.

Más allá de las contadas excepciones, la discreción extrema se convirtió en la norma. Pero desde este octubre, algo se cocina en las entrañas de la organización, que ha recuperado cierta

Un hombre mira a alrededor de 500 elementos del Ejército desplegarse en el municipio de Frontera Comalapa, el 27 de septiembre.
Un hombre mira a alrededor de 500 elementos del Ejército desplegarse en el municipio de Frontera Comalapa, el 27 de septiembre.

presencia en la agenda pública con 19 comunicados —replicados por la prensa nacional e internacional—en poco más de dos meses, un prólogo que anuncia vientos de cambio, quizá un relevo generacional, coincidiendo con el 30 aniversario del alzamiento, el próximo 1 de enero. Por el momento, se sabe que su andamiaje ha sufrido una reorganización: el EZLN ha eliminado los “Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas y las Juntas de Buen Gobierno”, la estructura civil del movimiento, por una nueva forma de gestión basada en una democracia más directa y desde abajo, donde las comunidades serán la base de la toma de decisiones.

El EZLN otorga un gran peso al simbolismo y las efemérides. Y estamos en fechas claves para la historia de la organización. El 17 de noviembre se cumplieron 40 años de su fundación, un secreto guardado en las profundidades de la selva Lacandona hasta más de una década después: el 1 de enero de 1994, cuando, coincidiendo con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte —símbolo de una nueva era en el país: la de la irrupción de la globalización y el neoliberalismo extremo— miles de campesinos encapuchados se alzaron en armas en San Cristóbal de las Casas y otras seis cabeceras municipales para sacudir el tablero político mexicano, gobernado entonces por el presidente Carlos Salinas de Gortari. Es la fecha más importante en la historia del movimiento y uno de los días marcados a fuego en el calendario de la izquierda altermundista mundial.

El cambio de ritmo comenzó con la publicación de un poema, el 22 de octubre. Como pasa con los buenos textos, a pesar de estar datado en diciembre de 1913, su contenido apelaba al México de hoy. Escrito por el nicaragüense Rubén Darío,Los motivos del lobo es la alegoría de un animal hambriento que trata de domesticarse frente a los humanos, pero acaba alejándose de ellos, horrorizado por el maltrato y la violencia. Finalmente, el lobo se aísla, como los guerrilleros, en la montaña. El siguiente comunicado constituyó la segunda muerte simbólica de Marcos —que en 2014 ya mató a su personaje y se renombró Galeano, en homenaje a un profesor zapatista asesinado—, su forma de decir que da un nuevo paso atrás y se aleja de la primera línea.

Los 17 comunicados que han venido después varían en su forma y contenido. El subcomandante Moisés, actual mando del movimiento, firma los dos que abordan los cambios estructurales. Marcos redacta otros 11, textos más reflexivos: más filosóficos, poéticos, algunos solemnes, otros de un humor ácido. Otros cinco incluyen videos que muestran los preparativos para el 30 aniversario.

A pesar de que los textos firmados por Moisés contienen la información concreta, los de Marcos tienen esa cualidad de la que hablaba el antiguo subcomandante: dicen más con lo que callan que con lo que afirman, aunque interpretar el silencio nunca es fácil. Por ejemplo: en el octavo comunicado, titulado P.D. Que hay que leer para saber de qué trata, cuenta una leyenda que, como el poema de Rubén Darío, puede servir de alegoría para lo que está por venir. En “los tiempos en que el tiempo no importaba”, se fue la luz y el mundo quedó a oscuras. “En ese entonces sólo había hombres, mujeres y otroas de maíz, de muchos colores eran y cada quien tenía su modo. No había religiones, ni naciones, ni Estados, ni partidos políticos, ni todo eso que nació después como semillas de la guerra”.

Entre dioses fanfarrones que no consiguen encontrar la solución, la diosa madre, Ixmucané, decide escuchar a las personas de maíz en una suerte de asamblea primigenia. “Como apenas está naciendo el mundo y le estamos poniendo nombre a cada cosa o caso, según, para no confundirnos, a esto que hicimos le vamos a llamar ‘en común’, porque todos participamos: unas dando unas ideas, otros proponiendo otras, y hay quien da la palabra y hay quien lleva el apunte de lo que se dice”. Es la fábula de una mujer sabia que prefiere escuchar y resolver los problemas en común, frente a hombres que pontifican entre ellos, pero no llegan a nada. Una alegoría, quizá, de un mayor peso de las mujeres zapatistas en la toma de decisiones a partir de ahora, en una nueva estructura que, como ya anunciaron, apuesta por una democracia más directa desde las comunidades.

Aun así, Marcos vuelve a cerrar la carta callando más que diciendo: “Sí, yo también quisiera saber qué pasó con la luz perdida. Tal vez luego, en otra posdata, lo vamos a saber. Por ahora, pues tenemos que aprender a caminar y vivir así en la oscuridad. Ni modos”.

Sus a veces enigmáticos comunicados han generado multitud de interpretaciones en la prensa, algunas más desafortunadas que otras, que se han convertido también en diana de la ironía de Marcos. Algunos medios vieron en el cambio de estructura una prueba de la desaparición del EZLN ante el avance del crimen organizado en Chiapas. Otros fueron un paso más allá y hablaron de una pérdida de identidad indígena ante la hegemonía cultural de la estética norteña o los corridos tumbados. Marcos se revolvió desde el sarcasmo: “Ya nada más falta que las indígenas jóvenes usen pantalones o que, ¡horror!, jueguen fútbol y manejen vehículos, en lugar de servir a las señoras coletas. Incluso que se atrevan a bailar cumbias y ska en lugar del Bolonchon, y a cantar rap y hiphop en lugar de salmos y odas a los finqueros. Y que, como otra señal de la pérdida de su identidad indígena, se llegue al absurdo de que sean subcomandantes, comandantes ¡y comandantas! Y que se gobiernen a sí mismos”.

Más allá de la ironía, la realidad es que Chiapas vive un maremágnum de violencia desde distintos frentes: la presencia cada vez mayor de los carteles y, con ellos, del consumo de drogas en las comunidades; la supervivencia de grupos paramilitares desde hace tres décadas —muchos surgidos al calor de la contrainsurgencia estatal al zapatismo—; el aumento de la militarización y

una lógica depredadora del medioambiente alimentada por la especulación y los macroproyectos como el Tren Maya. El resultado es una población civil, en su mayoría indígena y campesina, que se enfrenta a un auge de masacres, feminicidios, secuestros, violencia sexual, desapariciones o desplazamientos forzados.

En concreto, el EZLN ha soportado repetidos ataques de grupos paramilitares como la Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo (Orcao), uno de los comandos más activos a pesar del camuflaje de su nombre. El 22 de mayo, un ataque contra la comunidad Moisés Gandhi, parte del municipio autónomo Lucio Cabañas, acabó con un zapatista herido por un balazo, Jorge López Santíz. La agresión fue un revulsivo que llevó a los zapatistas a lanzar una suerte de ultimátum en el que denunciaban que Chiapas se encuentra “al filo de una guerra civil”, ante la inoperancia de las autoridades federales y estatales, cuya estrategia ha consistido en enviar más militares mientras públicamente minizaban el problema.

Aun así, el EZLN es contundente: la organización no va a desaparecer, el zapatismo no se ha replegado contra el avance del crimen. Simplemente, defienden, estaban pensando una nueva estrategia para enfrentarlo. “Nuestro silencio de estos años no fue, ni es, señal de respeto ni aval de nada, sino de que nos esforzamos por ver más lejos y buscar lo que buscan todos, todas, todoas: una salida de la pesadilla. Conforme vayan conociendo, por los escritos subsiguientes, lo que hemos estado haciendo, tal vez entiendan que nuestra atención ha estado en otro punto”, escribe Marcos.

Después de los encontronazos con la izquierda mexicana, las promesas rotas, la enemistad de los sucesivos Gobierno, las marchas multitudinarias al Zócalo de la Ciudad de México, las comparecencias estériles en el Congreso, el EZLN decidió volver a Chiapas y trabajar en “su autonomía”, erigir escuelas y hospitales, afianzar su autogobierno. La principal pregunta ahora es cómo evolucionará el movimiento tras el 1 de enero, mientras continúa el asedio del crimen organizado y el espionaje estatal, en un cerco a la guerrilla y la población civil que semana a semana se torna cada vez más insostenible.

La segunda muerte del subcomandante Marcos

 

El subcomandante Marcos, el hombre tras el rostro encapuchado que simboliza al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), ha dado un nuevo paso atrás. El guerrillero, líder retórico y político que puso voz, tinta y un toque de poesía a las reivindicaciones revolucionarias de aquel grupo de indígenas y desposeídos que se alzaron contra la desigualdad el 1 de enero de 1994, se había descolgado de la primera línea zapatista en 2014. Por lo menos, sobre el papel: mató al personaje que había creado, asumió el nombre de Galeano —como homenaje a un compañero de armas asesinado—y nombró como sucesor al subcomandante Moisés, el primer relevo generacional de la organización. Nadie tenía dudas, aun así, de que la decisión tenía un carácter más estético que práctico: el enésimo golpe de efecto de un comunicador con ingenio y gusto por lo teatral. Este fin de semana, la metamorfosis ha continuado con un escrito firmado de su puño y letra en el que anuncia la muerte, a su vez, del subcomandante Galeano.

“Murió el SupGaleano. Murió como vivió: infeliz”, comienza la misiva, difundida en el portal del EZLN e impregnada de ese estilo ácido y autoparódico que ha caracterizado desde los noventa el tono de los escritos de Marcos. El texto lo firma el “Capitán Insurgente Marcos”, el nuevo rol del Muere” el Subcomandante Galeano y da vida al Capitán Insurgente Marcos: El nuevo mensaje del EZLN Actualidadantiguo subcomandante, cada vez más lejos retóricamente de la primera plana de la organización guerrillera. “Eso sí, tuvo cuidado de, antes de fallecer, regresar el nombre a quien es carne y sangre heredada del maestro Galeano. Recomendó mantenerlo con vida, es decir, luchando. Así que Galeano seguirá caminando en estas montañas”.

La muerte del viejo Galeano, escribe Marcos, “fue algo sencillo”. “Empezó a tararear algo como ‘ya sé que estoy piantao, piantao, piantao’, y, justo antes de expirar, dijo, o más bien preguntó: ‘¿Los muertos estornudan?’. Y ya. Ésas fueron sus últimas palabras. Ninguna sentencia para la historia, ni para una lápida, ni para una anécdota contada frente al fogón. Sólo esa pregunta absurda, anacrónica, extemporánea: “¿Los muertos estornudan? (…) Eso sí, nos ahorramos el entierro. Aunque perdimos el café y los tamales [sic]”.

El comunicado de Marcos llega en un momento de movimiento interno en el EZLN. El 17 de noviembre se cumplen 40 años de la fundación de la guerrilla, en 1983. El próximo 1 de enero marcará el aniversario de las tres décadas desde el levantamiento armado, cuando los fusiles, los pasamontañas y su discurso contra la globalización se colaron en los salones de medio mundo gracias a la globalización, en una de esas paradojas tramposas del mundo moderno. Las dos fechas, de una enorme importancia dentro de una organización que otorga un gran peso al simbolismo, parecen apuntar a un relevo generacional.Resucitó el subcomandante Marcos, pero ahora degradado como “capitán insurgente” | Proceso

Fuentes cercanas al grupo llevan meses especulando con un traspaso de poder que coincida con una de las dos efemérides y consolide una nueva etapa dentro del EZLN: una en la que los hijos e hijas de los guerrilleros que se alzaron en el 94, las nuevas generaciones que crecieron en sus comunidades independientes y selladas al mundo exterior, tomen el control y traigan nueva vida a la organización. El paso atrás del antiguo subcomandante aviva esta teoría. Voces conocedoras de su forma de actuar opinan que serán las mujeres zapatistas las que asuman en los próximos meses los puestos de responsabilidad, un símil con el movimiento de liberación del pueblo kurdo, que comparte similitudes ideológicas y organizativas con el zapatismo.

La teoría está alimentada por más pistas. Después de años de silencio mediático, el zapatismo ha empezado a moverse de nuevo con pasos pequeños en los últimos meses. Este mayo, tras el ataque de un grupo paramilitar a una de sus comunidades, que se saldó con un herido de bala, el EZLN lanzó un comunicado con aires de ultimátum —similar a otro publicado en 2021—en el que daba la voz de alarma por la espiral de violencia que sufre Chiapas: “Chiapas está al filo de la guerra civil, con paramilitares y sicarios de los diversos cárteles que se disputan la plaza y grupos de autodefensas, con la complicidad activa o pasiva de los gobiernos de Rutilio Escandón Cadenas [gobernador de Chiapas] y [el presidente de la República] Andrés Manuel López Obrador”. Después del manifiesto, las bases de apoyo de los guerrilleros organizaron manifestaciones y protestas por todo el mundo para exigir el “alto a la guerra” en la región.

Nuevo comunicado del EZLN | Los Motivos del LoboEl 22 de octubre, la página web Enlace Zapatista, donde difunden sus escritos, publicó un texto con el titular: Primera Parte: Los motivos del lobo (el comunicado de este domingo sobre la muerte simbólica del subcomandante Galeano se titula Segunda parte: ¿Los muertos estornudan?, lo que establece una continuidad entre uno y otro). Los motivos del lobo es un poema escrito en 1913 por el poeta nicaragüense Rubén Darío, una fábula sobre un animal hambriento, odiado y maltratado por los habitantes del pueblo, que trata de acercarse a los humanos, pero acaba aislándose en las montañas huyendo del odio y la violencia. En manos de Marcos, una alegoría de la situación del EZLN frente al Gobierno mexicano. “(…) dejó esa poesía como referencia. Más bien como respuesta a alguien que preguntó cómo explicar lo que ahora pasa en Chiapas, México y el mundo”, escribe en ¿Los muertos estornudan?

El subcomandante Marcos, de nombre civil Rafael Sebastián Guillén Vicente, nació en 1957 y capitaneó durante más de dos décadas a los alzados de Chiapas a pesar de que él es de Tamaulipas, de acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En la UNAM estudió filosofía —y llegó a ganar premios por su desempeño académico— antes de echarse al monte, tomar las armas y convertirse en ideólogo de la guerrilla más icónica de la historia CIDOB - CIDOBmoderna. “El mejor escritor latinoamericano de hoy, el más libre, el más agudo, recorre la selva con un pasamontañas en el rostro”, dijo en 1995 el pensador francés Régis Debray.

En 2014, la fecha en la que declaró su primera muerte, Marcos sentenció: “Por mi voz ya no hablará la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional”. Relegó el mando en el subcomandante Moisés, él sí, indígena de etnia tojolabal. Los que conocían bien la organización, sin embargo, eran conscientes de que el cambio era más retórico que funcional.

El mismo año en que dio el paso atrás cambió su nombre por el de Galeano, como homenaje a un compañero zapatista, José Luis Solís alias Galeano, asesinado poco tiempo antes. A pesar de la metamorfosis de identidad, Marcos siguió escribiendo comunicados y participando en la toma de decisiones. En esta ocasión, está por ver cuál será su nuevo rol dentro del EZLN, después de la degradación de subcomandante a “capitán Insurgente”. Y hacia qué destino apuntan los aires de cambio de la guerrilla que quería cambiarlo todo.

*Reportero en El País México desde 2021. Es licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad Autónoma de Madrid y máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.