Dos casos centroamericanos: Nicaragua y Panamá
RAFAEL CUEVAS MOLINA| Situados cada uno en las antípodas ideológico-políticas, Nicaragua y Panamá encarnan dos modelos distintos de desarrollo, y se emparentan cada uno por su lado con tendencias más generales que se expresan hoy en América Latina.En efecto, Nicaragua se encuentran alineada con las propuestas emanadas de la ALBA, e impulsa una versión agiornada del original planteamiento revolucionario del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de los años 80. A pesar que la beligerancia de otrora conoce un atemperamiento manifiesto, se ha ganado la hostilidad no solo de los Estados Unidos sino también de varios países de la Unión Europea.
Las críticas que le hacen estos países se refieren, casi exclusivamente, a los procesos electorales que han tenido lugar en el 2010 y el 2011, los cuales califican de viciados y corruptos. Las acusaciones no son muy diferentes a las que se le hacen a Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez: como en estos países las fuerzas progresistas han decidido participar en el juego electoral y han recibido un fuerte apoyo de la población, se cuestiona la limpieza de los comicios en los que participan.
No hay uno solo de ellos al que no se le tache de populista con tendencias autoritarias, y se le acuse de maniobrar para eliminar la separación de poderes del Estado.
Nicaragua ha sido objeto de sanciones que han limitado la colaboración extranjera. Alemania ha sido la última en anunciar esta semana que termina que reducirá en un 50% su colaboración, es decir, en aproximadamente $15 millones.
Nicaragua, uno de los tres países más pobres de América Latina, resiente este tipo de medidas. Las razones ofrecidas por el país europeo han sido los malos informes que han transmitido los observadores de la Unión Europea de las últimas elecciones presidenciales del año pasado.
Es extraño, sin embargo, que el resultado que arrojaron esas elecciones haya sido prácticamente el mismo que el que anunciaban las encuestas de intención de voto hechas por encuestadoras independientes antes de las elecciones. Es extraño, también, que la votación obtenida por el FSLN sea prácticamente igual al porcentaje que estas mismas encuestadoras independientes le atribuyen a la popularidad del presidente Daniel Ortega, más del 60%.
A pesar de todas estas evidencias los alemanes, que no dudaron un instante en presionar junto a instancias financieras y bancarias europeas para quitar a Papandreu en Grecia y a Berlusconi en Italia sin ninguna mediación democrática, “sancionan” a Nicaragua y disminuyen su ayuda.
A 1500 kilómetros de distancia de Managua, Panamá conoce un boom económico sin precedentes, basado en las políticas neoliberales del gobierno de Ricardo Martinelli. Los pilares de este crecimiento son la ampliación del Canal de Panamá y obra pública concesionada, entre la que se encuentra el primer tren subterráneo del istmo en Ciudad de Panamá.
A pesar de tener el crecimiento más alto de todo el continente en el 2010, un 6,5%, la popularidad de Martinelli está cada día más baja y ha llegado en este mes de enero a una 34%. El descontento abarca a todos los sectores de la población, desde empresarios hasta trabajadores de la ciudad y el campo. Y no es para menos, la voracidad de los grupos asociados al poder del Estado solo puede compararse en esta región del mundo con la mostrada por Anastasio Somoza Debayle en 1976, cuando un terremoto asoló a Managua y este se aprovechó para apoderarse de las ramas de la economía que a esas alturas aún no controlaba.
Panamá se encuentra internacionalmente alineado con Colombia, México, Perú y Chile. En Costa Rica, es puesto como ejemplo de desarrollo mientras que se denosta casi diaria y unánimemente a Nicaragua, cuyo presidente ha sido tildado públicamente por la señora presidenta, Laura Chinchilla, como un cobarde.
Lógicamente, Panamá no ha sufrido ninguna sanción de la Unión Europea y los Estados Unidos de América hacen mutis por el foro.
Los programas de Alemania siguen adelante sin ningún tropiezo.
* Presidente AUNA-Costa Rica