200 años de Frankenstein

Luis Britto García|

1) Cuatro inteligentes monstruos se reúnen en 1816 a orillas del lago de Ginebra, en la villa Diodati, para un verano de juegos neuróticos y creaciones poéticas. No son la mejor compañía el narcisista e incestuoso Lord Byron, su tímido médico Polidori, el enervado poeta Shelley y su amante María Wollstonecraft, atormentada por la reciente pérdida de un hijo nonato. Querrían hacer frívolas excursiones para huir unos de los otros; pero el año anterior ha reventado el volcán Tambora en Indonesia: durante tres años un velo de ceniza oscurece el sol, el atroz invierno se prolonga indefinidamente, se pierden las cosechas y centenares de miles de campesinos buscan refugio en las ciudades, donde son rechazados por la violencia. Como los convidados en El Ángel Exterminador de Buñuel, los cuatro neuróticos están condenados a la mutua compañía.frankestein 200 añosb

2) Para entretener el ocio, Lord Byron propone que cada uno escriba un relato de terror. María Wollstonecraft sufre una abominable pesadilla, y redacta una novela espantable. En lugar del hijo nonato, nace un monstruo inmortal. El doctor Víctor Frankenstein no lo crea recosiendo cadáveres; descubre en camposantos y salas de disección el secreto de la vida. El monstruo no tiene nombre. Su creador huye de él, presa de inexplicable pavor ante su fealdad. Como un refugiado más, la creatura huirá por los campos, cubierta apenas por un gabán que roba a su creador, escapando de un mundo monstruoso que lo rechaza y lo persigue.

3)  El refugiado se esconde en el establo de una familia de refugiados franceses. Es bastante distinto del idiota berreante que nos presentará Hollywood. Espiando por una rendija, aprende a hablar y a leer observando cómo le enseñan francés a una refugiada de Turquía. El monstruo aprende “el extraño sistema de la sociedad humana. Escuché sobre la división de la propiedad, de la inmensa riqueza y la escuálida pobreza, del rango, el linaje y la sangre noble”. Encuentra y devora libros de Volney, de Plutarco, de Goethe, de Milton. Así sabe que “no poseo dinero, ninguna clase de propiedad”. El monstruo es un paria de la Tierra. En un bolsillo del gabán encuentra el diario de Víctor Frankenstein, y blasfema: “¡Maldito creador! ¿Por qué me hiciste un monstruo tan odioso que incluso tú me abandonaste, asqueado?”. Todo lo que viene después, hasta la inagotable eternidad, procede de este rechazo.

4)  Creamos monstruos, como el dinero, el Capital, la revolución industrial, las armas atómicas, la inteligencia artificial, los refugiados. Son nuestra imagen y semejanza: nunca asumimos responsabilidad por ellos. ¡Malditos creadores! Los monstruos tocan a la puerta, clamando venganza.