Un mensaje póstumo a Hugo Chávez

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Marta Harnecker | 

¡Quién iba a pensar querido Hugo que el hombre lleno de vitalidad que conocí hace algo más de 10 años en un avión que nos conducía hacia el Vigía, y que combinaba maravillosamente humanidad y sentido político, iba a partir un día tan cercano a otra morada! ¡Un hombre con tanta, tanta energía y con tantos, tantos proyectos por realizar!

Se que el tiempo te apretaba como una camisa estrecha cuando tenías la eternidad por delante, me imagino tu angustia cuando supiste que tenía los minutos contados.
Me pregunto una y otra vez por qué ese vendaval que te llevo a la historia te jugó una tan mala pasada, por qué perdiste esta batalla cuando rendirte no estaba en tus planes.

Me imagino cuántas cosas pasaron por tu mente antes de partir: los momentos de tu vida en los que te sentiste invadido por el amor de tus seres queridos y por el inmenso amor de tu pueblo y muchos otros pueblos del mundo; las decisiones que tomaste y que ahora, en una nueva perspectiva, tal vez no tomarías; los ritmos de los procesos que acelerarías y aquellos que impulsarías más lentamente; las ganas de tener más tiempo para curar heridas que causaste sin querer.

Habrás pensado más de una vez en cuán importante es construir una dirección colectiva para asegurar la continuidad del proyecto por el cual has dado la vida. Habrás pedido tiempo para completar esa tarea.

Estoy segura que hay algo que tiene que haberte reconfortado inmensamente y es la reacción de tu pueblo: constatar cómo había madurado en todos esos años en que fuiste su conductor, cómo había logrado mucha mayor unidad de la que nunca antes había existido, cómo –ocurriese lo que ocurriese— tú estarías siempre presente en su corazón.

Querido presi amigo, ten la certeza que tu vida no ha sido en vano, tus palabras, tus orientaciones, tu entrega ejemplar a la causa de los pobres, servirán de brújula para tu pueblo y para los pueblos del mundo, y serán nuestro mejor escudo para defendernos de los que pretendan destruir esa maravillosa obra que tú empezaste a construir.

Yo siempre he dicho que hay que medir al proceso revolucionario venezolano no tanto por las medidas transformadoras adoptadas —que son muchas—, sino por el crecimiento del sujeto revolucionario, y esa obra es ¡tu obra! El proceso podrá tener muchas debilidades —y tú sabes con cuánto dolor yo te abrumaba haciéndotelas notar—, pero lo que tú has logrado con tu pueblo, eso ¡nadie lo podrá borrar jamás!