Nicolás Maduro y la ‘política hacker’ de la Revolución bolivariana
Muchas más dificultades encontraríamos si tratáramos de explicar cómo las computadoras más poderosas del mundo capaces de ejecutar millones de cálculos por segundo y los tanques de pensamientos con recursos financieros ingentes e información privilegiada y confidencial otorgada por el sistema de recopilación secreta de la Agencia de Seguridad Nacional y la propia CIA, son incapaces de derrotar a la Revolución bolivariana.
No estamos hablando solo de lo que ha significado un liderazgo tan precario como Juan Guaidó, nos referimos a 20 años de continuos fracasos que si lo vemos desde la óptica de una compañía medianamente seria, ya hubiese causado la renuncia o despido de toda su estructura directiva e incluso operativa.
Pero no, no ocurre de esta manera en el caso de la oposición política venezolana y mucho menos de quienes la dirigen desde Washington. ¿Qué pasa allí?
Es posible que en ellos opere un tipo especial de disonancia cognitiva. La teoría psicológica explica que cuando la realidad contradice las creencias más profundas de un individuo, se activan resortes inmediatos para la estabilidad psíquica de quien recibe información adversa.
Por ejemplo, luego de que los distintos liderazgos de oposición son derrotados una y otra y otra vez en elecciones, al hacer llamados a la violencia, a golpes de Estado; luego de que la realidad más directa del mundo les muestra que, a diferencia de lo que ellos creen, los venezolanos no quieren intervenciones militares o apoyar ideologías liberales que van a hipotecar el país por los próximos cien años, entonces sus mecanismos psicológicos actúan de la siguiente forma:
“Nosotros, nuestra estrategia, nuestros pensamientos, no son los equivocados, sucede que los venezolanos no votan por nosotros porque los tienen amenazados, porque viven con miedo, porque los han comprado, porque las máquinas electorales han sido manipuladas”, y así en un masivo hilo de excusas para salvarlos emocionalmente de hacerse una pregunta que parece aterrarlos: ¿Será que acaso estamos equivocados?
El mecanismo que imposibilita una enmienda por parte de la oposición venezolana es complejo. Allí actúa un histórico componente de racismo, clasismo y soberbia intelectual. El resultado más nefasto de esta mezcla es que se han negado a reconocer al chavismo como una fuerza política, social e incluso cultural, que llegó para quedarse.
Este pensamiento de negación, no solo es muy peligroso sino nocivo para toda sociedad democrática.
Victor Asal, investigador en el área del terrorismo, explica que ciertas ideologías políticas radicales deshumanizan a su oponente para así facilitar la tarea de su exterminio.
Comenta Asal que “cuando tienes un determinado tipo de ideología, eres capaz de pensar sobre la gente de un modo diferente. Así que hay ideologías que te permiten discriminar a los demás como ‘los otros’. Si yo veo el mundo, si mi ideología me permite ver el mundo dividido entre mi lado y el tuyo. Mi lado es el bueno, el tuyo es perverso. Entonces, seguramente, lo que va a ocurrir es que si tú eres perverso, es mucho más fácil matarte”.
Este ha sido el detonante para impulsar una serie de estrategias por parte de la oposición venezolana en contra del chavismo, donde se pide que sea aniquilado, perseguido y señalado por todo el mundo.
Ni siquiera los Gobiernos anteriores a Chávez, que asesinaron solo en Caracas, según investigaciones hechas por grupos de derechos humanos, a cerca de 3.000 personas durante los hechos del denominado Caracazo, recibieron un tratamiento semejante de parte de los grupos económicos, mediáticos y políticos dominante en Venezuela.
La llegada de Chávez significó un cataclismo para este pensamiento clasista y racista de la élite venezolana. Al igual que ocurrió recientemente en Argentina, con la votación que hizo volver a Cristina Fernández al poder, la élite en vez de hacer introspección, simplemente optó por la salida fácil: “Son ellos (el pueblo) los que se han equivocado”, decían al referirse a la elección popular.
El hackeo de la política
Según Linus Torvalds, el creador del código Linux, y el investigador finlandés Pekka Himanen, un hacker es “un entusiasta de cualquier tipo” que tiene una relación especial “con el trabajo que realiza”. Un astrónomo, un antropólogo, un policía puede ser considerado un hacker, siempre y cuando posea una actitud creativa, innovadora y apasionada por su labor.
Además, Himanen y Torvalds consideran que existe una ética que guía la forma de ser, pensar y sentir de dicho hacker.
“La ética hacker es una nueva moral que desafía la ética protestante del trabajo, tal como la expuso hace casi un siglo Max Weber (…) y que está fundada en la laboriosidad diligente, la aceptación de la rutina, el valor del dinero y la preocupación por la cuenta de resultados. Frente a la moral presentada por Weber, la ética del trabajo para el hacker se funda en el valor de la creatividad, y consiste en combinar la pasión con la libertad. El dinero deja de ser un valor en sí mismo y el beneficio se cifra en metas como el valor social y el libre acceso, la transparencia y la franqueza”, explica Himanen.
Ahora bien, si existe una ética hacker, es posible pensar que también puede hablarse de una política hacker, es decir, una relación apasionada, creativa, innovadora de los asuntos públicos y de la gestión general de las relaciones de la esfera social.
A mi juicio, el fundador de la política hacker en Venezuela fue Hugo Chávez. Al llegar a la Presidencia, con un barril de petróleo a ocho dólares y una estructura de Estado que no permitía avanzar en la consecución de las metas de bienestar para las grandes mayorías, Chávez fue contra lo establecido.
Rediseñó el Estado para garantizar una Fuerza Armada que no respondiera a las élites, sino a los fines sociales y populares del Estado y además convirtió su proyecto político en una manera de hacer política.
Un nuevo discurso, una manera directa de relacionamiento con la población, la reconstrucción del papel del Ejecutivo. Por eso nunca pudo ser vencido a través de las elecciones. Dicho hackeo político, además se extendió hacia afuera de sus fronteras y le permitió avanzar en esquemas de integración regional y global.
Un pequeño país de poco menos de 30 millones de habitantes se hacía sentir en el mundo y serviría además como modelo para lo que ha venido después: el mundo multipolar.
Nicolás Maduro, quien acompañó a Chávez desde sus inicios, aprendió esta política hacker.
Dos hechos son ejemplos de ello: el llamado a la Asamblea Nacional Constituyente, que literalmente diluyó la insurrección armada que puso a Venezuela al borde de una guerra civil, y por el otro lado, la promoción del diálogo con el sector menos violento y clasista de la oposición política, lo que terminó derivando en que el ala extrema perdiera lo que hasta ahora había sido su única victoria de peso, en términos electorales, la mayoría de la Asamblea Nacional de Venezuela.
Eso sin contar cómo ha sido posible que en medio de las sanciones más brutales e inhumanas de las que se haya tenido memoria en el continente, la población venezolana siga resistiendo sin brindarle a Estados Unidos la implosión social que tanto anhelan.
La política hacker deja una gran lección.
Si quieres triunfar en política, debes jugar el juego de la política. No puedes simplemente hincarte y rogar porque una invasión militar de Estados Unidos haga el trabajo que no puedes hacer a través de las herramientas básicas de todo político: organización popular, persuasión y carisma.
El ala extrema de la oposición ha abandonado los tableros de la política, pero también sigue aferrada a esa idea peligrosa de que el chavismo no existe, de que no debe existir.
Eso además de condenarla a fracasos por unas décadas más, genera una distorsión en el tejido social muy perversa y es la semilla que ha posibilitado la destrucción de países enteros a través de las guerras civiles. Algo que es absurdo e ilógico, a menos claro está que ese sea el inconfesable plan que nunca se atreven a mostrar. Solo allí se entiende tanta afición por perseverar en el error.