Díaz Rangel: Crimen sin castigo /Britto: 8.089.320/ Stelling: La paz constituyente/

Crimen sin castigo

Eleazar Díaz Rangel |
Los vándalos responsables de asesinatos, destrucción de instalaciones públicas y de comercios, de quemar presuntos chavistas lo son igualmente de haber derribado centenares de árboles en casi todo el país (no tantos como los cinco mil que el Movimiento Ecologista Venezolano calculó como cortados en Caracas). Maracaibo debió ser la ciudad más afectada: solamente el miércoles talaron 45 árboles en la avenida 63. Vean el testimonio gráfico de Eduardo Semprún, una muestra por cortesía de Panorama. Si hay un organismo protector de animales, ¿no lo hay para la defensa de los árboles? Alguien debe investigar y sancionar a los responsables de este otro crimen.

Amenazas del exterior

El peligro de la democracia venezolana, del proceso revolucionario, no parece estar en el interior del país, sino en el exterior. La campaña que han emprendido desde hace meses, reforzada ahora contra la Asamblea Nacional Constituyente, que ha llegado hasta el Vaticano y que no tiene comparación con ninguna parte otra agresión a ningún país, con su epicentro en Washington, se expande a casi toda América Latina y la Unión Europea. Pareciera que no cesarán en su empeño de desestabilizar el gobierno del presidente Maduro.Resultado de imagen para trump tillerson rubio

No sé si conocieron de la reciente declaración del secretario de Estado Rex Tillerson, quien en rueda de prensa dijo que las diversas agencias de inteligencia de Estados Unidos “están estudiando las formas de obligar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, a abandonar el poder”. Más claro, ni el agua. Han examinada cómo derrotarlo en el Consejo de Derechos Sociales y expulsar a Venezuela, pero también promueven más severas sanciones contra el Presidente, e incluso insistirán en la OEA pese a las cinco derrotas sufridas. Por supuesto, ni hablar de la guerra mediática que hacen cada vez más intensa, como se percibe en los medios de casi todo el continente, comenzando con la gran prensa latinoamericana y española.

Y me preguntarán por qué subestimo las fuerzas opositoras internas.

No, no es que las subestime, basta ver todos los destrozos, la muerte y la destrucción, que causaron en estos meses recientes. Hoy, después de la abrumadora victoria con la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, las contradicciones internas, sus insalvables divergencias, la han dejado más dividida y débil que nunca antes.

Van a las elecciones de gobernadores del diez de diciembre, es posible que sus extremistas sigan oponiéndose; supongo que estarían conscientes de que los electores sabrán cobrarles lo que fue su política de violencia que sus dirigentes propiciaron y que nunca condenaron ni los hechos más criminales.

Resultó extraño que después de tres días, cuando por primera en años se percibía tranquilidad en las calles, comenzó una sistemática campaña, como la calificó el CNE, contra los resultados electorales y la legitimidad de la ANC. Como la habrían llamado en cualquier pueblo, es la última panqueada de ahogado. En todo caso, esos resultados son auditables y verificables. Y no es casual que el sistema electoral venezolano haya influido
en otros países para modernizar los suyos –muchas especulaciones con la salida de Samuel Moncada de la Cancillería, con apenas semanas en el cargo–.

¿Será cierto que ahora Moncada está en el epicentro del poder y en mejores posiciones para eventuales negociaciones? Negociaciones en duda después de que el secretario de Estado Red Tillerson dijera que “Maduro no tiene futuro, o se viene con nosotros o que se vaya”.

8.089.320

Luis Britto García | El primer boletín del Consejo Nacional Electoral que registra 8.089.320 votantes, 41,53% del padrón electoral, a despecho de las amenazas imperiales y de una ofensiva terrorista con saldo de dos centenares de mesas electorales acosadas, prueba la vigencia de un proyecto político.

Con esta victoria el bolivarianismo confirma una vez más que no es un simple movimiento clientelar. Cuando el petróleo se hundía a ocho dólares el barril y no habían arrancado las Misiones, los bolivarianos eligieron con mayorías abrumadoras y luego salvaron del golpe de Estado de 2002 y del sabotaje petrolero a Hugo Chávez Frías.

Ahora que el propio Comandante está ausente y todos los poderes de los Imperios se confabulan contra nosotros, todavía el bolivarianismo decide el destino de Venezuela e inspira al continente. Una vez más la torpeza de la oposición al abstenerse en un proceso electoral entrega a los sectores progresistas un poder casi absoluto para crear normas. No podemos dejar pasar de nuevo la oportunidad sin ejercerlo: estamos en medio de un cerco imperial externo e interno: no podemos cometer más errores por acción ni omisión.

Hasta ahora los golpes más demoledores contra el bolivarianismo han venido de quienes decían militar en sus filas: un alcalde de Caracas elegido con votos chavistas ejecutó el golpe del 11 de abril; un politiquero a quien se entregó la selección de la fracción parlamentaria de la época salió esa tarde a subastarla al mejor postor; el número de los tránsfugas, como el de los demonios, es legión.

Para sobrevivir, debemos purgar la Constitución de las normas neoliberales que los opositores infiltraron en el texto de 1999: otorgamiento a la inversión extranjera de iguales condiciones que al capital nacional; supuesta primacía de los tratados de Derechos Humanos sobre la misma Constitución; posible sujeción de las controversias sobre contratos de interés público a jueces, cortes o árbitros extranjeros; obstáculos insalvables para la expropiación; autarquía de los poderes que hace insalvables sus divergencias; federalización extrema que permite a gobernadores y alcaldes actuar sin coordinación con la República y comandar ejércitos propios; convocatoria de revocatorios con apenas el 20% de la cifra de sufragios que eligieron al funcionario; disolución de la nacionalidad; posibilidad de secesiones con pueblos, autoridades y territorios propios.

También debemos preservar y perfeccionar las conquistas de la Carta Magna de 1999: propiedad de la República sobre la industria de los hidrocarburos; gratuidad de todos los niveles de la educación pública; reconocimiento de las prestaciones laborales para los trabajadores, irreversibilidad de las conquistas sociales; derecho a la información veraz y oportuna; democracia participativa y protagónica, entre muchísimas otras. Desde 1999 hasta hoy surgen nuevas realidades que necesitan marco institucional claro e inserción armónica con el orden jurídico vigente: misiones, comunas, fundos zamoranos, movimientos sociales, reserva, medios libres, comunitarios y alternativos; todas las instituciones de hoy que despejan el camino hacia un mañana que ha sido proclamado como socialista.

La Constituyente no neutralizará por si misma la ofensiva de una guerra de cuarta generación, que es también económica, social, cultural, diplomática, sicológica, mediática y paramilitar; pero define y consolida el bloque que debe librarla y posibilita crear las normas que permitan a Venezuela ejercer el derecho de defenderse y el deber de vencer en ella.


La Paz constituyente

Maryclen Stelling | La Asamblea Nacional Constituyente ocupa la atención nacional e internacional y se presta para todo tipo de apuestas sobre el futuro de la democracia venezolana.

Los resultados electorales, en un país polarizado donde imperan el desconocimiento y la negación del otro, han contribuido a dividir aún más a venezolanos y venezolanas. Mientras unos celebran el histórico caudal de votos, la oposición, que se negó a participar en el proceso, canta fraude y desconoce los resultados. Se instala la ANC, en medio de altas y contradictorias expectativas, en consonancia con la relación confrontacional entre los polos políticos.

Entre sus objetivos figura la promesa de “ganar la paz y reafirmar los valores de la justicia”. En el texto del decreto reza: “…el proceso constituyente es una gran convocatoria a un diálogo nacional para contener la escalada de violencia política, mediante el reconocimiento político mutuo y de una reorganización del Estado, que recupere el principio constitucional de cooperación entre los poderes públicos, como garantía del pleno funcionamiento del Estado democrático, social, de derecho y de justicia, superando el actual clima de impunidad”.

Ardua tarea, dado que el país ha estado sometido a una escalada de violencia de la mano del extremismo oposicionista, que pretende legitimar la cultura de la violencia como estrategia política para eliminar al adversario y alcanzar el poder. La violencia produce un impacto devastador de alto costo social: destruye normas culturales y las reemplaza por otras; trastorna identidades y socava la confianza en las instituciones.

Afecta las relaciones sociales en tanto impone la desconfianza, hostilidad, ausencia de cooperación y desconocimiento mutuo. En el plano psicológico produce depresión, deseos de venganza y odio. A nivel macro se distorsionan las relaciones entre la sociedad y el Estado y se afecta el ejercicio del poder por el Estado.

En la procura de la paz, la ANC enfrenta importantes retos: promover la cultura de la no-violencia; impulsar la reconciliación política través del reconocimiento mutuo; fomentar el cambio de actitudes y comportamientos violentos por relaciones constructivas y la consecuente transformación social. No podrá soslayar la construcción de memoria y la verdad.

En suma debe impulsar la participación ciudadana, la estabilización política y la profundización de la democracia.

Demos cauce a la paz.