Recolonización, “selfie” y guerras en África
JOSÉ FORTIQUE| Los estudios antropológicos y genéticos han arrojado que el desarrollo de nuestra especie tuvo partida en el actual continente africano. El África Oriental está señalada en el mapa mitocondrial como base de las posteriores oleadas migratorias, conjeturando que los procesos de adaptación climática obligaron al homo sapiens a cambiar su apariencia física.
Aunque las teorías del poblamiento junto a la ramificación de los homínidos son campos en discusión, la evidencia fósil permite cartografiar parte de nuestra historia primigenia en ese continente.
A diferencia de lo que se enseña regularmente, las grandes civilizaciones del continente africano no se desarrollaron exclusivamente en el norte (orillas del Nilo). Los más de 30.000.000 Km2 de extensión territorial albergaron durante siglos, unidades políticas pre-coloniales de gran magnitud: como el antiguo reino de Etiopía o pueblos como los Mandinga (cerca del actual Malí), e importantes sultanatos que se crearon a partir de la expansión del Islam.
África al igual que América tenía su propia historia y sus conflictos antes de iniciarse el reparto del imperialismo occidental. Europa no sólo influyó con la fragmentación política, sino que introdujo un germen del colonialismo: el racismo en el sentido moderno.
Entender el racismo más allá de la discriminación por un color, lleva a releer el trabajo de Aníbal Quijano, quien aborda la combinación entre biología y política en la colonialidad del poder. Para el sociólogo peruano, el tema de la “raza” como categoría de segmentación social fue implantado en América Latina a partir de la colonización europea, permitiendo crear una identidad de lo europeo (civilizado) y el resto del mundo (salvaje). El negro dominado y el blanco dominador, es un binomio que correspondería a las relaciones de esclavitud empujadas por los británicos en base al color ante el destierro indígena. La modernidad europea se construyó en parte sobre un mito fundacional basado en lo racial y la jerarquización social.
Inmanuel Wallerstein en sus reflexiones sobre la epistemología de las ciencias sociales, revela cómo Occidente creó áreas de conocimiento para comprender las grandes civilizaciones (India, China…) que habían producido gran parte de las innovaciones tecnológicas que se apropiaron a partir del intercambio comercial.
Buena parte de la intelectualidad del continente africano se ha formado en las academias europeas, reforzando la dominación colonial con una élite que intenta reproducir el pensamiento del colonizador tal como lo denunciará Frantz Fanon, haciéndose indistinta las posiciones de derecha o izquierda, resumiéndose a simplemente colonizadas.
Mientras la prensa le dedicó páginas enteras al autorretrato de Obama y Helle Thorning-Schmidt, en el show – funeral de Nelson Mandela, el resto de las referencias desnaturalizó el apartheid. Desde hace unos años la imagen comercializada de Mandela equivale a la de un “santurrón”, por el hecho de darle la mano a sus opresores y evitar que el odio racial desencadenara el exterminio de los Bóeres en Suráfrica. Desapareció de la prensa su pasado guerrillero y sólo se hace énfasis en la reconciliación de los colores, pero se olvida que el germen implantado por el colonialismo no logró ser derrotado y la sociedad surafricana sigue siendo una de las más desiguales por la depredación capitalista.
África es un continente estratégico para las grandes corporaciones del mundo actual, las abundantes materias primas han desencadenado una lucha feroz de las decadentes metrópolis por su re-colonización en forma directa (liderada por Francia), temiendo al avance financiero de China que puja con un modelo no militar.
La impugnable lista de “Estado Fallidos” ha reservado en el 2013 los primeros 5 lugares a países africanos, está cuña de la geopolítica estadounidense incluye a Sudán del Sur con menos de dos años de creación. La grave crisis humanitaria por ejemplo en República Centroafricana, R. D. Congo o Somalia se avizora crítica para el 2014; mientras la fragmentación de los pseudo-estados es financiada por corporaciones occidentales que desangran literalmente la cuna de la humanidad.