El próximo 10 de abril, los peruanos acudirán a las urnas para elegir al presidente de la república y a sus dos vicepresidentes por los próximos cinco años, como así también a los 130 miembros del Congreso unicameral, correspondientes a los 26 distritos electorales, y a los cinco representantes peruanos del Parlamento Andino.
La Constitución peruana no permite la reelección presidencial inmediata, de manera tal que el actual mandatario, Ollanta Humala (Partido Nacionalista Peruano), se encuentra inhabilitado para competir. En el caso de que ninguna de las fórmulas presidenciales obtenga el 50% de los votos emitidos, se convocará a una segunda vuelta a realizarse el 5 de junio siguiente.
La inscripción de las candidaturas permanece abierta hasta el próximo 11 de enero, pero la selección de los candidatos ya se realizó mediante comicios internos desarrollados entre el 13 de octubre y el 21 de diciembre pasados.
Numerosos candidatos y pocas alternativas
Hasta el momento, son 20 las fórmulas que buscarán quedarse con la Jefatura del Estado, elevada cifra que denota una importante fragmentación partidaria, síntoma -entre otras cosas- de una sensible crisis de representación del sistema de partidos.
La mayoría de las encuestas ubican en primer lugar a Keiko Fujimori, hija del expresidente y exdictador Alberto Fujimori (actualmente preso por delitos de Lesa Humanidad y acusado de frondosos casos de corrupción) quien encabeza el conservador partido Fuerza Popular. Según los sondeos, la hija del exmandatario, quien perdió con Humala en el ballotage presidencial de 2011, estaría cosechando entre un 30 y un 37% de intención de voto. Su programa, en sintonía con la derecha clásica regional, puede resumirse por un liberalismo económico y un conservadurismo político y social.
Pedro Pablo Kucynski, de nacionalidad estadounidense, es el candidato de Peruanos Por el Kambio (PPK). Hombre de fuertes vínculos con el poder económico nacional e internacional –al punto que se lo conoce como el “candidato de los lobbys”- fue exministro de dos gestiones distintas y exhibe un pensamiento abiertamente neoliberal. Se ubica en segundo lugar con un techo por ahora de 14%.
Completando el podio aparece César Acuña, un acaudalado empresario de la educación que lidera la Alianza Para el Progreso (APP), quien logró desplazar al cuarto puesto al expresidente Alan García, candidato de Alianza Popular, una coalición formada por el histórico APRA y por el centro-derechista Partido Popular Cristiano (PPC). Unos puntos por debajo aparece otro exmandatario, Alejandro Toledo, candidato de Perú Posible, quien exhibe un modesto 3% de intención de voto. Recién en el sexto lugar aparece el candidato oficialista, Daniel Urresti, todo un síntoma de las pocas adhesiones que despierta la actual gestión de Humala, cristalizadas en un índice de desaprobación que se ubica en torno al 85% y en la sangría sufrida dentro del bloque parlamentario nacionalista. Urresti, además de ser exministro del Interior del actual presidente y general del Ejército retirado, está procesado penalmente acusado de asesinar a un periodista en 1988 durante el período de guerra interna que dejó más de 70 mil muertos y 15 mil desaparecidos. Paradojas de la política peruana: su candidata a vicepresidenta es Susana Villarán, una reconocida activista de izquierda que fue alcaldesa de Lima entre 2011 y 2014.
Por su parte, la izquierda no ha podido superar del todo un importante nivel de fragmentación y acudirá a la contienda electoral con tres fórmulas distintas. No obstante, la que asoma con más fuerza entre ellas, peleando posiciones con el candidato oficialista, es Verónika Mendoza, de la coalición Frente Amplio, quien logró imponerse en las internas prometiendo poner fin tanto al modelo extractivista como a la Constitución fujimorista. Mendoza perteneció al partido de Humala hasta el 2012, año en el que decidió romper con las filas oficialistas por una controversia ambiental, y recientemente ha sumado los respaldos tanto del Partido Socialista de Perú como del Partido Comunista. Con 35 años, Mendoza encarna, aunque aún de forma incipiente, las promesas de renovación en la desacreditada y desgastada “vieja política” peruana. Los otros dos competidores izquierdistas son Yehude Simon, del Partido Humanista, y Gregorio Santos, del partido Democracia Directa, ambos con muy baja expectativa de votos.
Indecisión y desafíos.
El amplio abanico de candidatos no ha logrado por ahora menguar un elevado índice de indefinición: varios encuestadores sostienen que hay un 36% de peruanos indecisos, a casi cuatro meses de la contienda electoral. Parte de ese importante nivel de desinterés debe explicarse por el desprestigio generalizado que recorre a la política peruana, atravesada por numerosos hechos de corrupción y acusaciones cruzadas. De hecho, los dos candidatos que ya tuvieron un paso por la presidencia –Alan García y Alejandro Toledo- fueron procesados por administración fraudulenta y enriquecimiento ilícito, sospecha que también recae sobre la hija de Fujimori.
A esa despolitización evidente de gran parte de la sociedad peruana también contribuyó la “decepción” de la gestión de Humala, quien arribó al poder en 2011 montando sobre sus espaldas serias promesas de transitar por un rumbo de centro-izquierda, nucleadas en su plan de la “Gran Transformación”, pero que poco a poco se afincó en el terreno conservador pulverizando las expectativas anti-neoliberales de millones de peruanos.
Al igual que casi todos los países de la región, en los últimos años Perú ha crecido económicamente a un ritmo sostenido. Sin embargo, a diferencia de las naciones alineadas dentro del eje progresista, exhibe pocos avances sociales y una profundización de la desigualdad. Situación que se complica de cara a los desafíos del próximo gobierno, si se contempla, además, el enfriamiento de la economía a partir de los efectos de la caída de los precios internacionales de las materias primas. Al mismo tiempo, el Perú ha fortalecido en los últimos años el perfil liberal de su economía al suscribir su pertenencia a la Alianza del Pacífico y con la reciente adhesión al Acuerdo Transpacífico (TPP).
Así las cosas, por los próximos cuatro meses la escena política peruana estará atravesada por una campaña que buscará seducir a los indecisos. En dicho escenario, los candidatos con mayores chances forzarán diferencias no siempre existentes en sus idearios, separados más por cuestiones de forma que de fondo. La izquierda, por su parte, debe asumir la tarea más ardua: abrir posibilidades de transformación dentro de una política liderada por fracciones conservadoras que se resisten con todas sus fuerzas a cualquier cambio.