Trump decreta la salida del Acuerdo de Asociación Transpacífico/ NYT: Los desafíos latinoamericanos

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El presidente estadounidense firmó este lunes en el Despacho Oval un decreto para sacar al país del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), del que forman parte otras 11 naciones. Abrió este lunes su agenda y se espera que emita una orden ejecutiva para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA), firmado con Canadá y México, cumpliendo así su axioma proteccionista tan mentado durante su campaña y en su primer discurso como mandatario.

Asimismo, el mandatario firmó otro decreto en el que prohíbe el uso de fondos del gobierno para subvencionar a grupos que practiquen o asesoren sobre el aborto en el extranjero, una política republicana que data de la década de 1980 y que su predecesor Barack Obama había cancelado, además de una orden para congelar las contrataciones del gobierno federal, exceptuando las de las Fuerzas Armadas, a fin de reducir la nómina de empleados y controlar el tamaño de la fuerza laboral estatal.

Además, el recién asumido mandatario ya comenzó el desmantelamiento del plan de salud Obamacare, una nueva relación bilateral con Israel y reuniones con empresarios y sindicatos.

El TPP, uno de los pilares de la globalización, fue negociado por el gobierno del ex presidente Barack Obama, que hizo de ese acuerdo una de sus prioridades en materia comercial y dentro de su estrategia para profundizar los lazos con la región de Asia-Pacífico.

En un acto en la Casa Blanca este domingo, el presidente confirmó su intención de iniciar la renegociación del NAFTA con su par mexicano, Enrique Peña Nieto, al que recibirá el 31 de enero, y con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, con quien también prevé reunirse pronto. Trump está decidido a cumplir con su plan de modificar los términos del acuerdo trilateral y de reforzar la frontera con un muro, que, según dice, le hará pagar a México a través de un impuesto o un reembolso.

Su semana, centrada en “empleos y seguridad nacional”, arrancó con un encuentro informal con “altos ejecutivos” y líderes empresariales donde dijo que si sus empresas se quedan en Estados Unidos, “cortará impuestos masivamente”.Más tarde, tendrá una reunión similar con líderes sindicales y trabajadores y con congresistas para revisar y conseguir los votos para flexibilizar el sistema sanitario del país, conocido como el Obamacare.

Así, el presidente pretende que las agencias actúen en la medida de lo posible desoyendo las directivas de la reforma sanitaria de Obama, mientras el Congreso halla el camino para derogar y sustituir el actual sistema de salud.

En medio del desmantelamiento del plan sanitario -que dejaría a millones de ciudadanos sin seguro médico- su asesora Kellyanne Conway, repitió anoche que la Casa Blanca “no va a publicar” la declaración de impuestos de Trump porque es un tema que “no les preocupa a los votantes”.

Anexo

Los desafíos latinoamericanos, según NYT

 Michael Schifter-The New York Times| Como es probable que haya cambios drásticos en las políticas de Estados Unidos con respecto a Rusia, China y el Medio Oriente, no es sorprendente que, en la especulación incesante acerca de lo que hará Donald Trump después del 20 de enero, América Latina apenas haya llamado la atención.

Aunque está felizmente libre de guerras sectarias, de amenazas terroristas y nucleares, América Latina enfrenta desafíos que afectan los intereses nacionales de Estados Unidos, así como oportunidades de participación productiva en un mundo volátil. También es una región donde las políticas exteriores y nacionales están más entrelazadas que nunca. La adopción de políticas erradas por el gobierno de Trump podría tener un gran costo para los vecinos más cercanos a Estados Unidos y también para el país mismo.

Trump haría bien en tratar con cuidado a una región que, por buenos motivos, es especialmente sensible al intervencionismo estadounidense. La agenda es amplia y tiene un énfasis en asuntos económicos y de seguridad en algunos casos. Más que nunca, las políticas estadounidenses deberían estar diseñadas específicamente para cada país, pues la mayoría de ellos son socios naturales de Washington. Dar marcha atrás de manera drástica o entrar en conflictos —puesto que Trump es propenso a provocarlos— socavaría la buena voluntad establecida en años recientes y no beneficiaría ni a América Latina ni a Estados Unidos.

A lo largo de la campaña, Trump puso a México —quizá la relación bilateral de Washington más importante del mundo— como ejemplo de dos asuntos centrales que impulsaron su candidatura: la inmigración y el comercio. Las declaraciones ofensivas y propuestas extremas del presidente electo —desde construir “el muro” en la frontera hasta deportar a millones de migrantes indocumentados— ya han dañado la imagen de Estados Unidos. Ignoran el papel crucial que los inmigrantes desempeñan al generar empleos y estimular el crecimiento en Estados Unidos. Sin embargo, según las declaraciones de Trump y su equipo de transición, parece más probable que se tomen medidas menos radicales, con una dosis de simbolismo y teatro. Aun así, estas podrían afectar negativamente las economías de ambos países, las políticas de México y las relaciones de Estados Unidos con América Latina.

Además, después de haber calificado en repetidas ocasiones al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entre Estados Unidos, México y Canadá, como “el peor acuerdo comercial en la historia”, será difícil que Trump siga con las actuales políticas de comercio. No está claro cuán lejos está dispuesto a llegar en ese asunto. La anulación unilateral del TLCAN tendría repercusiones adversas para la economía mexicana, los empleos estadounidenses y los precios de los bienes de consumo. Aunque Trump se ha adjudicado las decisiones recientes de algunas empresas estadounidenses de cancelar planes de inversión en México, eso difícilmente equivale a una estrategia coherente. Esas decisiones han debilitado el peso y  aumentaron la incertidumbre.

La retórica de Trump ha preocupado a otros diez gobiernos latinoamericanos que tienen acuerdos comerciales con Estados Unidos y ha consternado a países como Argentina que buscan abrir sus economías después de años de proteccionismo. Un cambio significativo en las políticas comerciales estadounidenses podría abrir el camino para una mayor participación de China en América Latina.

trump firma ruptura tratadoLas decisiones de Trump en torno a la cooperación con Colombia y el Triángulo del Norte de América Central (Guatemala, El Salvador y Honduras) darán pistas acerca de las políticas de su gobierno respecto a dos desafíos críticos que enfrentan Estados Unidos y América Latina: la migración y el tráfico de drogas. Aunque el funcionario que Trump eligió para dirigir el Departamento de Seguridad Nacional, el general retirado John Kelly, respaldó iniciativas de ayuda para abordar problemas de subdesarrollo y fragilidad institucional, su aceptación de la “guerra contra las drogas” supondría una desviación del acercamiento más flexible del gobierno de Obama, que fue bien acogido por parte de muchos latinoamericanos.

En especial, Trump encontrará en Venezuela un desafío desconcertante. Ese país sufre una crisis implacable, sin parangón, en la historia latinoamericana reciente. En los últimos años, Estados Unidos ha respaldado iniciativas multilaterales para facilitar el diálogo en una sociedad terriblemente polarizada entre un gobierno autoritario y una oposición fracturada. Es poco probable que Trump mantenga esta política, pues se muestra reacio a participar multilateralmente o defender la democracia. Aun así, es difícil predecir si asumirá una postura más rígida o se hará a un lado para ver cómo se desata la tragedia.

Si Trump y los congresistas republicanos se empeñan en deshacer el principal legado de Obama en América Latina, eso significaría desbaratar las políticas que Estados Unidos estableció con Cuba hace dos años. Trump y sus asesores han hecho comentarios duros y en el nuevo equipo de transición hay algunos cubanoestadounidenses estrictos que se oponen al nuevo acercamiento. La perspectiva de regresar a las políticas fallidas que sostenía Estados Unidos, con las que castigaba y aislaba a Cuba, ha aumentado la ansiedad en la isla. Aunque es poco probable que el nuevo gobierno promueva la apertura que comenzó bajo el mandato de Obama, el amplio respaldo del que gozan las políticas en Estados Unidos —incluyendo negocios que apoyan a Trump— podría prevenir un retroceso total.

Las decisiones de Trump en otros frentes, en particular la política económica estadounidense, también serán de gran importancia para la región. Aunque la mayoría de los países latinoamericanos desean hacer más negocios con Estados Unidos, un dólar más fuerte y elevadas tasas de interés podrían provocar graves problemas en varias economías.

Cuando Trump y su equipo evalúen a América Latina —pero sobre todo a México— la agenda económica debe ser primordial. Mantener grandes compromisos con América Central y Colombia es crucial. Deben aprovecharse las oportunidades de lazos más fuertes con varios gobiernos sudamericanos que se inclinan hacia el pragmatismo. El gobierno de Trump también debería trabajar concertadamente con otros países de la región para aumentar la presión diplomática sobre el gobierno venezolano. No obstante, las políticas excesivamente agresivas serían la receta perfecta para lograr más resentimiento y conflictos.

Colombia y Venezuela

El nominado del presidente de EE.UU., Donald Trump, para secretario de Estado, Rex Tillerson, quiere revisar los detalles del acuerdo de paz en Colombia y buscará una transición a la democracia en Venezuela, según sus respuestas a preguntas de los senadores que evalúan su confirmación.

Esas respuestas escritas de Tillerson, cuya audiencia de confirmación en el Senado se celebró el pasado 11 de enero, fueron publicadas por la web Latin America Goes Global, especializada en la política estadounidense hacia Latinoamérica. En una de ellas, relativa a Colombia, Tillerson sostiene que, si es confirmado como nuevo jefe de la diplomacia estadounidense, “buscaría revisar los detalles del reciente acuerdo de paz” en ese país y “determinar hasta qué punto Estados Unidos debería seguir apoyándolo”.

El exjefe de la petrolera ExxonMobil también promete hacer “todo lo posible” para continuar con la “estrecha cooperación” de EE.UU. con el Gobierno colombiano, para que mantengan “sus compromisos de controlar la producción y el tráfico de drogas”.

Por otro lado, en su respuesta sobre Venezuela, Tillerson afirma que urgiría a lograr una estrecha cooperación en el continente, particularmente con Brasil y Colombia, y con organismos multilaterales como la OEA, para buscar “una transición negociada a un Gobierno democrático” en ese país. Con esa transición, a su juicio, “se reconstruirían las instituciones políticas” con “valientes defensores de la democracia y los derechos humanos”, lo que “abrirá el camino para el tipo de reformas necesarias para poner a Venezuela en el camino de la recuperación económica”.