Tarjeta, ¿si o no?

PEDRO CALZADA| Pertinentes y desoladoras son las palabras que me vienen de inmediato a la mente, luego de leer las reflexiones de la señora. Ana Castro en  Aporrea (23-03-2013). Significan de forma simple y llana que para muchísimas familias, el anciano es un objeto molesto e inservible que compra unas migajas de atención de su propia familia –que no de amor- en la rutina mensual de cobrar una pensión.

 

anciano Ahora bien, si la proposición implícita en esa justa queja se limita a protestar por la introducción de una tarjeta de débito como modo de cobro de las pensiones, entonces al eliminar la tarjeta estaríamos fente al viejo chiste del que bota la cama para que su mujer no lo engañe.

Yo tambien soy pensionado por este proceso de justicia y amor, herencia de nuestro eternamente amado comandante Chávez, y puedo dar fe de cómo en muchos sitios, el hampa espera a los viejos a la salida del banco para arrancasles lo cobrado, o cómo el vigilante que está tras la puerta del banco regulando el acceso de los y las que hacen cola, cobra peaje de hasta 50 Bs. a cada parroquiano, matraca que se repite en muchos casos  con el cajero. Es a esta clase de delincuentes y sanguijuelas a quienes viene a “fuñir“ el cobro de la pensión con tarjeta de débito.

No desestimo los argumentos en pro o en contra de la tarjeta por que todos me parecen estimables, de modo que tendremos que buscar la respuesta un poco mas allá. El desamor de la familia, querida Sra. Ana, es expresión de algo infinitamente mas profundo y en todo caso, admitir o naturalizar esa triste condición de trasto viejo que solo se pone al sol una vez al mes resulta como ya dije arriba, desolador.

Yo le propongo que nos preguntemos si acaso no son estas formas de relación mercantil que se han ido introduciendo en las relaciones familiares, una expresión de la familia que el capitalismo ha venido construyendo a su imágen y semejanza. Eso que llamamos “familia nuclear“ es desde hace muchos años, cualquier cosa menos familia y menos nuclear. La solidaridad y el amor desaparecen bajo la agobiante explotación de hombres y mujeres que ya no compatren sino esporádicamente, en el ayuntamiento mecánico de una alcoba oscura, sencillamente porque no tienen tiempo para mas, porque sus cuerpos vienen diariamente de rendir tiempo de vida en la producción de mercancías y no les queda ni una gota de energía para producir vida. El desamor se proyecta en los hijos que educa la televisión, en los viejos que al salir forzados del mercado de trabajo, son fantasmas sociales que esperan resignados la muerte frente a ese mismo televisor y finalmente, en esa sensación de soledad en compañía que proyectan hoy las grandes y pequeñas urbes del mundo. El único miembro permanente de toda familia es el televisor.

Quiza por eso, en el fondo de nuestros corazones, al menos de los que tarjeta de creditotodavía conservamos memoria de que un mundo diferente es posible, anida una cierta nostalgia por la vida campesina de nuestros padres y abuelos que algún día supieron vivir de form

as mas humanas… Hugito, el arañero nunca fué infeliz por tener unas cotizas rotas y Rosa Ines, la abuela ni siquiera soñó que un día habría tarjetas de débito.