OLADE: América Latina tiene diferentes versiones de transición energética

Fermín Koop

El economista y exministro de Energía de Chile, Andrés Rebolledo Smitmans, actual secretario ejecutivo de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), habla de la transición energética y el rol del gas en la región. La transición energética está ganando fuerza en América Latina, pero con características diversas. La región cuenta con planes ambiciosos para incrementar la energía solar y eólica en el corto plazo y se posiciona como un proveedor global de minerales críticos, pero al mismo tiempo continúa en ciertos países con la expansión de los hidrocarburos.

Es por ello que Rebolledo Smitmans, quien desde marzo de este año está al frente de la Secretaría Ejecutiva de OLADE, un organismo de cooperación que brinda asistencia a 27 países de la región en materia energética, habla de “diferentes versiones” de la transición de América Latina, con mayor o menor ambición de acuerdo a necesidades sociales y económicas. Afirma que todos los países están comprometidos con reducir las emisiones de su sector energético. Además, apoya el rol del gas natural como combustible de transición y considera que América Latina está ante una oportunidad única.

¿Cómo se coordinan posiciones en América Latina frente a la gran diversidad de los países en sus matrices energéticas?

-La diversidad es la característica central de América Latina en materia energética. Somos una región rica en recursos. Es diversa y eso la hace complementaria. Por ello hay un gran potencial para avanzar en integración. Los países están haciendo esfuerzos para transformar su sector energético. Todos están comprometidos con ir a un modelo más sostenible, independientemente del recurso que tengan. Lo que hay son diferentes versiones de la transición, con ritmos y objetivos diferentes.

¿Cómo está hoy la integración energética en América Latina?

-La región tiene grados interesantes de integración en el mercado eléctrico, especialmente a nivel subregional. Tenemos una diferencia grande con otros continentes más integrados como Europa pero si hay subregiones con avances. Hay que ir a una integración más regional pero eso supone voluntad política. Donde hay un espacio interesante para avanzar es en el gas.

Es un combustible de transición necesario y va a estar presente muchos años, incluso cuando los países sean carbono neutrales. Tenemos países con gran oferta de gas y otros que no tienen, por lo que se pueden integrar a partir de la infraestructura que ya existe.

¿Por qué considera al gas como un combustible de transición necesario?

-Mientras no se resuelve de manera masiva la respuesta a la penetración [la cantidad de electricidad generada como porcentaje del consumo anual] de las renovables variables por la vía del almacenamiento, se requiere energía que sea con menos huella y garantice la seguridad energética. Hay varias soluciones como las baterías y el hidrógeno verde. El problema es que está todo en desarrollo. Mientras tanto, tenemos que dar seguridad a nuestras poblaciones y sistemas productivos y el gas juega un rol para responder a eso.

¿Puede la renta obtenida de la expansión del gas ser un recurso que impulse el financiamiento para las renovables?

-Desde el financiamiento la respuesta es múltiple y va más allá de lo que podamos hacer con la renta del gas. Es un desafío en sí mismo. América Latina necesita millones de dólares de inversión para alcanzar la denominada carbono neutralidad en 2050 y los fondos públicos compiten con otras necesidades sociales evidentes. La renta del gas puede ayudar pero no va a resolver el problema. El financiamiento responde a la regulación y las señales que se den a la inversión. Para ello, hace falta planificación y visiones de estado que trasciendan gobiernos.

La necesidad de financiamiento para la transición es tan alta en parte por la cantidad de infraestructura importada. ¿Es posible que América Latina sume mayor valor agregado?

-Es una pregunta recurrente en la región que va más allá de su sector energético y tiene que ver con su perfil productivo. América Latina tiene que buscar espacios donde seamos competitivos a partir de nuestras ventajas comparativas.

Es posible lograr avances pero con pragmatismo. En los minerales críticos, los países tienen que probablemente imaginarse estar en la primera etapa de la cadena de valor y proveer de ahí al resto. Donde también hay valor agregado es en el sector de servicios de la energía renovable, como la construcción y el mantenimiento.

¿Qué rol tiene la transición justa en el marco del cambio de matriz de la región?

-Los hidrocarburos todavía tienen peso en la economía de un grupo de países en América Latina, que de todos modos están comprometidos a cambiar y sumar renovables en base a los ritmos de su economía política. Son fuentes de energía que van a estar todavía unos años más en nuestras matrices pero mientras tanto hay que pensar el impacto que puede tener la transición en la gente, su empleo y su territorio. La transición justa tiene que ser un elemento central para los tomadores de decisión. Los países ya lo están incorporando. Eso permite transiciones más sostenibles y viables.

Desde Colombia, con parques eólicos, a Uruguay con el hidrógeno verde, la transición ya está generando tensiones con comunidades. ¿Qué elementos hay que tener en cuenta para evitar estos riesgos?

-Lo fundamental es la transparencia. Las empresas tienen que compartir la información del impacto que puede tener su proyecto [en las comunidades], considerando que todo proyecto productivo tiene un impacto. Hace falta la participación de todos los involucrados de manera sistemática y estructurada. Ya existen dispositivos legales para ello. Si las empresas no lo hacen así los proyectos dejan de ser viables. Las comunidades también pueden ser parte del negocio, para que este deje resultados concretos para sus habitantes.

¿Qué papel puede tener América Latina en el desarrollo del hidrógeno verde?

-Es una oportunidad importante para que la región desarrolle un nuevo sector productivo de escala global. El potencial surge gracias a la gran penetración de las renovables en América Latina, más que en cualquier otra parte del mundo. Los países ya incorporaron el tema y tienen estrategias y hojas de ruta. Incluso ya algunos tienen los primeros pilotos en marcha. Hay dos cosas de la industria que todavía no se resolvieron. Por un lado, todavía no es costo eficiente, por lo que no se puede masificar. Por otro lado, no está claro de dónde surgirá la demanda, si de la minería, la electromovilidad o de otros sectores.

Existe un interés creciente de China, Unión Europea y Estados Unidos hacia América Latina en hidrógeno verde y en minerales críticos. ¿Qué posicionamiento puede tener la región ante ello?

América Latina está en una posición expectante del desarrollo energético global. Podemos tener un rol que nos permita aprovechar esa oportunidad. Si lo vamos a lograr o no depende de nosotros mismos. Todos los actores globales están en conversación con países de la región. Va a haber mucha más demanda de minerales críticos que oferta y no deberíamos estar compitiendo entre nosotros, hay espacio para colaborar y atender la demanda colectiva con algunos espacios de desarrollo industrial.

Las emisiones del sector energético continúan en aumento a pesar de la expansión de las renovables. ¿Cuán avanzada está la transición a nivel global y en América Latina?

-La transición avanza progresivamente pero tiene momentos con intensidades distintas. La trayectoria se puede ver afectada en ciertos momentos por temas de seguridad energética. La Agencia Internacional de Energía ahora habla del resurgimiento del carbón en el último año por la coyuntura actual [la crisis global de energía]. La transición es inevitable pero va a haber momentos divergentes en el camino y a América Latina le va a pasar lo mismo.

Existe una meta de 15 países de lograr 70 % de renovables [en la combinación energética a nivel regional] al 2030. Estamos trabajando para subir la ambición y sumar a más países antes de la COP28.