Gran Bretaña: ¿Hacia un laborismo de izquierdas?

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José Miguel Urrugaeta – Orsola Casagrande – Rebelión

El pasado 17 de agosto los afiliados y simpatizantes del Partido Laborista británico comenzaron a votar para elegir al Secretario General de esta importante agrupación política. Los resultados serán anunciados el próximo 12 de Septiembre. Seguramente la elección del máximo responsable laborista por vía directa es una de las pocas conquistas democráticas que quedan en el Reino Unido, donde al igual que en muchos países de Europa y del mundo desarrollado, el derecho al voto se ha convertido en hábito devaluado y donde la participación es un bien en franca decadencia (por ejemplo en a las últimas elecciones inglesas la participación apenas rozó el 66%).gb jeremy corbyn3

Sin embargo, acorde a un mundo en pleno cambio y redefinición, en esta ocasión la elección del Secretario General del Partido laborista se ha convertido en algo así como un tema político de fondo. Nunca se había visto tanta animosidad y violencia verbal en una pugna similar, la razón es sencillamente que nunca la izquierda del laborismo había tocado con la mano la posibilidad real y concreta de ganar. Eso es lo que se dilucida durante estas votaciones internas. Y la primera y evidente reacción del establishment del Partido es su fuerte rechazo a esta posibilidad. 

Un acercamiento al candidato de la izquierda

El candidato de la izquierda del laborismo, Jeremy Corbyn, puede ser a la larga el hombre que marque un antes y un después en la historia de este influyente partido, y por extensión de la política británica.

Corbyn es la viva imagen de un militante leal, diputado por largos años, muy definido en sus posiciones de izquierda y firmemente convencido que las cosas se pueden cambiar desde dentro. Siempre ajeno a los mezquinos juegos y trueques políticos de “la casta” del partido, su larga trayectoria de más de 30 años de militancia siempre ha sido coherente y honesta.

En una palabra, es un hombre transparente, demasiado transparente: Siempre al lado de las reivindicaciones de independencia y autodeterminación de los irlandeses, cuando esto era absolutamente “incorrecto” y mezclarse con el Sinn Féin arriesgado, siempre posicionado en contra de guerras injustas como la invasión de Iraq, siempre al lado de los kurdos en su demanda de autonomía, sumado a la causa de los palestinos (en un Partido donde el lobby judío es fuerte e influyente), siempre en contra de la abolición de la Cláusula 4 de los Estatutos del Partido (eliminada precisamente por el primer Ministro laborista Tony Blair) que proclamaba el derecho de propiedad de los medios de producción para los trabajadores, contrario a las políticas financieras elitistas (Poll Tax, Bin Tax etc…) y firme defensor de los derechos laborales y sindicales que desmontó Margaret Thatcher y que mantuvo su correligionario Tony Blair.

Otros datos que pueden definir el perfil de este experimentado político laborista son por ejemplo que siempre ha vivido en la misma casa, que destina la mitad de su salario de diputado a su colegio electoral en Islington North o que su Oficina situada en ese mismo barrio está constantemente repleta de gente los días que Corbyn atiende personalmente a sus electores y conciudadanos.

Soltando el lastre de las herencias de Tony Blair

Con estos antecedentes no es sorprendente que los altos mandos (presentes y pasados) del Laborismo se hayan alzado unánimemente en contra de su candidatura, comenzando por supuesto por el mismo ex Primer Ministro Tony Blair quien ha lanzado verdaderas amenazas y ha predicho “catástrofes” en el caso de que Corbyn sea elegido como máximo líder del Partido. Pero Blair no ha sido el único en este discurso, y a él se han unido personajes como Alastair Campbell, antiguo brazo derecho del mismo Blair cuando era Primer Ministro, y “spin doctor” durante muchos años en el denominado Nuevo laborismo (NewLabour). Un personaje al cual le debemos entre otras cosas la falsificación de “pruebas” en contra de Saddam Hussein, y el maquillaje del dossier que propicio el voto a favor de la Invasión a Iraq en el 2003 del parlamento inglés, para unirse así a la triste y mentirosa coalición de las Azores (EE.UU, Gran Bretaña, España).

Todo el mundo reconoce que Corbyn es un político experimentado, serio en su trabajo y firme en sus compromisos. Nunca ha buscado los reflectores ni poder personal, por eso mismo a lo largo de su extensa trayectoria ha estado constantemente donde entendía que debía estar: al lado de los obreros, la gente sencilla y humilde, los refugiados y las causas justas internacionales.

Tiene además por costumbre explicar los motivos y argumentos de sus actitudes políticas y de sus críticas, muy especialmente en la difícil y confusa época de Tony Blair, que a partir de su victoria en 1997 parecía dueño y señor absoluto del escenario político británico. Las promesas de la corriente New Labour, encabezada por Blair, hablaban entonces de un partido diferente, menos institucional y más cercano a la gente, que buscaba construir un nuevo pacto con los ciudadanos. Un tiempo donde el entonces recién estrenado Primer Ministro declaraba en su ya famoso discurso de toma de posesión en Downing Street, que estaba allí para “servir el pueblo”, al tiempo que hablaba por primera vez de “devolution”, es decir, de autonomía política y administrativa para Irlanda del Norte, Escocia y Gales. 

Campaña Socialista contra el Nuevo Laborismo

Sin embargo, a pesar del calor y la euforia del aplastante triunfo electoral laborista de aquel momento, las mentiras no duraron mucho. La “tercera vía” propuesta por Tony Blair y teorizada por Anthony Giddens, mostró su verdadera cara muy pronto. La traducción de los discursos del Nuevo Laborismo resultó en la práctica algo así como un “o hacen lo que nosotros decimos, a si no se quedarán fuera del juego”.

Lo que le siguió fue un desmontaje sistemático del estado de bienestar, ya debilitado por los gobiernos conservadores, políticas neo-liberales cada vez más agresivas, constantes ataques a los pocos derechos sindicales sobrevivientes de la era Thacher, políticas culturales y educativas cada vez más elitistas y una tímida descentralización mediante parlamentos regionales que mantuvo la economía, la defensa y seguridad, y las relaciones exteriores en poder de Londres (solo el proceso de paz en Irlanda del Norte se salvó de la quema, por razones también internacionales).

Durante el decepcionante Gobierno encabezado por el “laborista” Tony Blair, la izquierda del partido mantuvo una fuerte, constante y desgastante batalla interna y externa, nucleada sobre todo en contra de la Guerra de Iraq del 2003. Diezmados pero coherentes, los laboristas de izquierda consiguieron armar un lobby en aras de promover los valores socialistas al interior del mismo Laborismo, una corriente ideológica conocida como Socialist Campaign (Campaña Socialista), encabezada por los diputados John McDonnell y el propio Jeremy Corbyn.

Este grupo de trabajo realizó su labor sin mucho ruido pero al parecer de manera bastante eficiente, lo que se ha reflejado finalmente en las fortalezas de la candidatura a Secretario General del Partido Laborista de Corbyn. 

Una candidatura que reactiva ilusiones al interior del mundo laborista

El aspirante a la dirección del partido por la izquierda, Jeremy Corbyn, tiene serias posibilidades de ganar las elecciones abiertas internas, los otros candidatos no tienen ni su estatura, ni su experiencia, ni su peso organizativo. Por primera vez en muchas décadas, los militantes laboristas de izquierda, numerosas organizaciones sindicales y sociales, y la población que comparte valores y programas de transformación y justicia social, han vislumbrado que es posible retomar las riendas de un Partido fundado para representar los intereses de la izquierda y de los trabajadores.

La campaña electoral en pro de la elección de Corbyn como máximo representante del Laborismo ha reactivado y animado a numerosos laboristas, y gente con sensibilidad social, “desencantados” con el laborismo, incluso hasta a sectores que hasta ahora optaban por la abstención como mal menor.

Sin embargo, si el candidato de la izquierda gana las elecciones internas, como todo apunta, eso no significa, a pesar de la legalidad, que su nombramiento como líder del Laborismo será automática. En caso de una victoria de la izquierda es de esperar una lógica resistencia y reacción ante esta decisión democrática tanto por parte del aparato burocrático partidista como de los influyentes “barones” del Partido, pero desde ya se puede afirmar que el proceso electoral interno en marcha supone un cambio profundo al interior del Partido Laborista de la Gran Bretaña, una influyente agrupación política que hasta pocos años compartió un bi-partidismo de poder más que centenario en ese país de trascendencia mundial.