Chomsky: Gaza, bajo ataque

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NOAM CHOMSKY| Un anciano en Gaza sostenía una pancarta que decía: “Me quitan mi agua, queman mis olivos, destruyen mi casa, me quitan mi empleo, roban mis tierras, encarcelan a mi padre, matan a mi madre, bombardean mi país, nos matan de hambre, nos humillan, pero yo tengo la culpa: disparo un cohete en respuesta”. El mensaje del anciano ofrece el contexto adecuado para el más reciente episodio en el feroz castigo a Gaza.

Los crímenes se remontan a 1948, cuando cientos de miles de palestinos huyeron de sus casas aterrorizados o fueron expulsados a Gaza por las conquistadoras fuerzas israelíes, que continuaron llevando palestinos en camiones a la frontera durante años tras el cese al fuego oficial.

El castigo adoptó nuevas formas cuando Israel conquistó Gaza en 1967. Por la reciente publicaciones académicas israelíes (principalmente La novia y la dote: Israel, Jordania y los palestinos tras la guerra de junio de 1967, de Avi Raz) nos enteramos que el objetivo del gobierno era desplazar a los refugiados hacia la península del Sinaí y, de ser posible, al resto de la población también. Las expulsiones desde Gaza fueron llevadas a cabo bajo las órdenes directas del general Yeshayahu Gavish, comandante del Comando Sur de las Fuerzas de Defensa de Israel. Las expulsiones desde Cisjordania fueron mucho más extremas e Israel recurrió a medios tortuosos para evitar el regreso de los expulsados, en violación directa de las órdenes del Consejo de Seguridad de la ONU.

Las razones quedaron en claro en discusiones internas inmediatamente después de la guerra. Golda Meir, posteriormente primera ministra, informó a sus colegas del Partido Laborista que Israel conservaría la franja de Gaza mientras “se libre de sus árabes”. El ministro de Defensa Moshe Dayan y otros estuvieron de acuerdo. El primer ministro Levi Eshkol explicó que a los expulsados no se les podía permitir regresar, porque “no podemos aumentar la población árabe en Israel”, refiriéndose a los territorios recién ocupados, ya considerados parte de Israel.

De acuerdo con esta concepción, todos los mapas de Israel fueron cambiados, eliminando la Línea Verde (las fronteras reconocidas internacionalmente); aunque la publicación de los mapas fue retrasada para permitir que Abba Eban, embajador israelí ante la ONU, consiguiera lo que él llamó un “estancamiento favorable” en la Asamblea General ocultando las intenciones de Israel. Los objetivos de la expulsión quizá sigan vivos hoy día, y podrían ser factor que contribuyera a la resistencia de Egipto a abrir la frontera al libre paso de personas y productos proscritos por el sitio israelí respaldado por Estados Unidos. El actual aumento de la violencia estadounidense-israelí data de enero de 2006, cuando los palestinos votaron “de la manera equivocada” en la primera elección libre en el mundo árabe. Israel y Estados Unidos reaccionaron a la vez con un duro castigo contra los facinerosos y con preparativos para un golpe militar que derrocara al gobierno electo, el procedimiento de rutina.

El castigo se intensificó radicalmente en 2007, cuando el intento de golpe fue sofocado y el electo gobierno de Hamas estableció control pleno sobre Gaza. Ignorando las ofertas inmediatas de Hamas para una tregua después de la elección de 2006, Israel lanzó ataques que causaron la muerte de 660 palestinos en 2006, la mayoría de los cuales eran civiles (un tercio eran menores de edad). Según reportes de la ONU, 2 mil 879 palestinos murieron por fuego israelí de abril de 2006 a julio de 2012, junto con varias docenas de israelíes que fallecieron por disparos desde Gaza. Una breve tregua en 2008 fue cumplida por Hamas, hasta que Israel la rompió en noviembre. Ignorando ofertas de tregua adicionales, Israel lanzó la cruenta operación Plomo fundido en diciembre.

Así han seguido las cosas, mientras Estados Unidos e Israel continúan rechazando los llamados de Hamas a una tregua a largo plazo y un acuerdo político para una solución de dos estados en concordancia con el consenso internacional que Estados Unidos ha bloqueado desde 1976 cuando Estados Unidos vetó una resolución del Consejo de Seguridad a ese respecto, presentada por los principales estados árabes. Esta semana Washington dedicó todos los esfuerzos posibles a bloquear una iniciativa palestina para mejorar su estatus en la ONU, pero fracasó en virtual aislamiento internacional como es común. Las razones fueron reveladoras: Palestina podría acercarse al Tribunal Penal Internacional para denunciar los crímenes de Israel respaldados por Estados Unidos. Un elemento de la tortura incesante de Gaza es la “zona de amortiguamiento” de Israel dentro de Gaza, por la cual los palestinos tienen prohibido ingresar a casi la mitad de las limitadas tierras arables de Gaza. De enero de 2012 al lanzamiento del más reciente ataque asesino de Israel el 14 de noviembre, la operación Pilar de defensa, un israelí murió por disparos desde Gaza, mientras 78 palestinos fallecieron por disparos israelíes.

La historia completa es naturalmente más compleja y fea. El primer acto de la operación Pilar de defensa fue asesinar a Ahmed Jabari. Aluf Benn, editor del periódico Haaretz, lo describe como el “subcontratista” y el “guardia fronterizo” de Israel en Gaza, quien aplicó una relativa calma ahí durante más de cinco años. El pretexto para el asesinato fue que durante estos cinco años Jabari había estado creando una fuerza militar de Hamas, con misiles procedentes de Irán. Una razón más creíble fue ofrecida por el activista de la paz israelí Gershon Baskin, quien había estado involucrado en negociaciones directas con Jabari durante años, incluyendo planes para la eventual liberación del soldado israelí capturado Gilad Shalit. Baskin reporta que horas antes de que fuera asesinado, Jabari “recibió el borrador de un acuerdo de tregua permanente con Israel, que incluía mecanismos para mantener el cese al fuego en caso de un altercado entre Israel y las facciones en la Franja de Gaza”. En ese entonces estaba en vigor una tregua convocada por Hamas el 12 de noviembre.

Israel aparentemente aprovechó la tregua, informa Reuters, dirigiendo la atención hacia la frontera siria con la esperanza de que los líderes de Hamas relajaran su guardia y fuera más fácil el asesinato. A lo largo de estos años, Gaza ha sido mantenida en un nivel de mera supervivencia, encerrada por tierra, mar y aire. En vísperas del ataque más reciente, la ONU reportó que 40 por ciento de los medicamentos esenciales y más de la mitad de los artículos médicos primordiales estaban agotados. En noviembre, una de las primeras de una serie de fotos espantosas enviadas de Gaza mostraba a un médico sosteniendo el cuerpo achicharrado de un niño asesinado. Ésa tuvo resonancia personal. El médico es director y jefe de cirugía del hospital Khan Yunis, el cual yo había visitado unas semanas antes. Al escribir sobre el viaje reporté su apasionado llamado de solicitud de medicamentos y equipo quirúrgico desesperadamente necesarios. Éstos están entre los crímenes del sitio estadounidense-israelí y de la complicidad egipcia. Las cifras de víctimas del episodio de noviembre fueron más o menos promedio: más de 160 palestinos muertos, incluidos muchos niños, y seis israelíes. Entre los fallecidos estuvieron tres periodistas. La justificación israelí oficial fue que “los blancos son personas que tienen relevancia en la actividad terrorista”.

Reportando la ejecución en The New York Times, el reportero David Carr observó que “se reduce a esto: matar a miembros de los medios noticiosos puede justificarse con una frase tan amorfa como ‘relevancia en la actividad terrorista’”. La destrucción masiva se concentró en Gaza. Israel usó equipo militar estadounidense avanzado y dependió del apoyo diplomático de ese país, incluidos los usuales esfuerzos de intervención de Estados Unidos para bloquear el llamado del Consejo de Seguridad a un cese el fuego. Con cada una de esas hazañas, la imagen mundial de Israel se erosiona. Las fotos y videos del terror y la devastación y el carácter del conflicto dejan pocas pizcas restantes de credibilidad al auto-declarado “ejercito más moral del mundo”, al me nos entre las personas que tienen los ojos muy abiertos.

Los pretextos para el ataque también fueron los usuales. Podemos dejar de lado las predecibles declaraciones de los perpetradores en Israel y Washington. Pero incluso la gente decente se pregunta qué debería hacer Israel cuando es atacado por una andanada de misiles. Es una pregunta justa, y hay respuestas directas. Una sería cumplir la ley internacional, que permite el uso de la fuerza sin la autorización del Consejo de Seguridad en exactamente un caso: en defensa propia después de informar al Consejo de Seguridad de un ataque armado, hasta que el consejo actúe, de acuerdo con la Carta de la ONU, artículo 51. Israel está bien familiarizado con esa estipulación de la carta, la cual invocó en el estallido de la guerra de junio de 1967. Pero, por supuesto, el llamado de Israel no llegó a ninguna parte cuando se estableció rápidamente que Tel Aviv había lanzado el ataque.

Israel no siguió este camino en noviembre, a sabiendas de lo que se revelaría en un debate en el Consejo de Seguridad. Otra respuesta sería aceptar una tregua, como parecía bastante posible antes de que se lanzara la operación el 14 de noviembre. Hay más respuestas de amplio alcance. Por coincidencia, una se discute en el número actual de la revista National Interest. Los expertos en Asia Raffaello Pantucci y Alexandros Petersen describen la reacción de China después del amotinamiento en la provincia occidental de Xinjiang, “en la cual multitudes de uigures marcharon por la ciudad matando a golpes a desafortunados (chinos)”. El presidente chino Hu Jintao rápidamente voló a la provincia para hacerse cargo; destacados líderes del círculo de seguridad fueron despedidos, y se emprendió una amplia gama de proyectos de desarrollo para abordar las causas latentes de la intranquilidad.

En Gaza también es posible una reacción civilizada. Estados Unidos e Israel pudieran poner fin a la agresión inmisericorde e incesante, abrir las fronteras y ofrecer medios para la reconstrucción; y si fuera imaginable, indemnizaciones por décadas de violencia y represión. El acuerdo de cese el fuego declaraba que las medidas para implementar el fin del sitio y los ataques dirigidos a residentes en las áreas fronterizas “deben ser abordadas 24 horas después del inicio del cese al fuego”. No hay signos de que haya pasos en esta dirección. Ni hay ningún indicio de una disposición estadounidense-israelí a anular sus acciones para separar a Gaza de Cisjordania en violación de los Acuerdos de Oslo, a poner fin a los programas de desarrollo y asentamientos ilegales en Cisjordania que están diseñados para socavar un acuerdo político, o en cualquier otra forma a abandonar el rechazo de las últimas décadas. Algún día, debe ser pronto, el mundo responderá al llamado del distinguido abogado de derechos humanos gazatí Raji Sourani, mientras las bombas de nuevo estaban lloviendo sobre los civiles indefensos en Gaza: “Demandamos justicia y responsabilidad. Soñamos con una vida normal, en libertad y con dignidad”.

(La publicación del nuevo libro de Noam Chomsky, Power systems: conversations on global democratic pprisings and the new challenges to US empire –Sistemas de poder: conversaciones sobre las rebeliones democráticas mundiales y los nuevos desafíos para el imperio estadounidense–, está programada para enero. Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Massachusetts)