El manto
UN GRANO DE MAÍZ | Poco a poco el manto de la estulticia electoral cubre al país. Los días pasan llenos de alguna tontería que evita lo trascendente. Vivimos un juego simulador, se invocan agresiones que no tienen consecuencias materiales: un arañazo aquí, un golpe inocuo allá. Los medios se encargan de transformar meros escarceos en combates cruentos, pero la sangre no llega al río, “la epopeya” no consigue superar las pantallas de la televisión y la mesa de armisticio. La concertación ronda al espectáculo.
Parece, los doctos tienen la última palabra, que vivimos una nueva enfermedad, la “esquizofrenia electoral”, que cual ácido lisérgico modifica seriamente la percepción de la realidad, así convertimos rasguños en heridas de guerra, escaramuzas en grandes combates, declaraciones destempladas en discursos históricos, el cumplimiento de la ley en tiranía.
La realidad nos llega a través de oráculos modernos, sus iglesias tienen nombres extranjeros, de esos que infunden respeto, su liturgia son unos números mágicos que llaman encuestas, éstas arrojan cualquier resultado, desde un empate técnico hasta una brecha enorme. Y esa liturgia alegra o deprime según el gusto del oficiante del culto.
Pero no todo es malo. La embriaguez electoral, como el vino, hace aflorar la verdad de cada individuo, de los partidos, de los grupos. Unos no pierden la mesura, son los menos. Otros, afectados por la fiebre del oro, son capaces de atacar con furia inusitada al que pretenda poner un poco de realidad en la contienda electoral.
Otros se despojan de cualquier rubor y apelan a las viejas mañas, la lata de zinc aparece en escena, regresa desde los orígenes cuando se estableció la relación “dame y te doy”, la competencia se aviva. Un candidato se evidencia simplón, no consigue ocultar su nulidad.
Algunos desesperan, ven claro la búsqueda del poder por cualquier medio, tienen el instinto de la clase dominante y, como ella, carecen de escrúpulos, conspiran amparados en el manto de la estulticia, lo dicen abiertamente, hasta publican el plan de gobierno golpista, proclaman una transición que durará tres años, una constituyente amañada, nunca referéndum, entregarán la Patria , asesinarán la soberanía.
Los bolivarianos debemos navegar en este pantano pero debemos hacerlo dándole otro contenido a la contienda, colocando la batalla en lo trascendente, que lo trivial no enmascare lo importante, discutir lo pequeño a partir de lo grande, entender lo cómico, lo superficial, lo fresco, pero que eso no empañe la percepción de la realidad. Que los campos no se confundan.
No olvidar que capriles no es capriles, que el majunche es un instrumento del imperio y éste resume milenios de aprendizaje en dominación de los pueblos, de éxito en esa dominación.
Es necesario que los bolivarianos no se embriaguen con los números, ni con las comiquerías, que sepan que las elecciones son una seria batalla en la larga guerra contra el imperio, que la defensa de Chávez es continuidad de la defensa a Bolívar, que estos oligarcas son los mismos que lo llevaron a San Pedro Alejandrino, esta vez no habrá credulidad ¡Venceremos!
¡Irreverencia y Lealtad!