Fukushima y su “desinformación radiactiva” un año después

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ALFREDO JALIFE-RAHME| Después de la catástrofe de Fukushima , 52 de las 54 plantas nucleares de Japón han sido cerradas cuando “la explosión del reactor destruyó la confianza de la población en la energía nuclear” (Spiegel Online, 28/2 y 1/3/12) y obligó al gobierno a cambiar su plan energético por la presión de la opinión pública, pese a los poderosos intereses del lobby nuclear: Tepco, físicos y cabilderos.

El siquiatra Jun Shigemura, a cargo de la rehabilitación terapéutica de Fukushima, revela el intenso grado de trauma sicológico de la población (disminuida a la mitad y con incremento de suicidios) debido a que Tepco redujo los salarios 20 por ciento, cuando los trabajadores “perdieron sus casas, sus familiares los abandonaron por temor a la radiación y el público los culpa por trabajar en Tepco”.

El premier nipón Yoshihiko Noda, más consciente que su antecesor Naoto Kan –físico y agente de patentes (sic), muy bien lubricado por Tepco–, intenta transformar la política energética, pese a los fuertes intereses del nefario lobby nuclear, al cual le importa un comino el historial de Hiroshima y Nagasaki, ya no se diga el desastre de Chernobyl.

La opinión pública japonesa tiene un término maravilloso para describir al lobby nuclear: “Genpatsu Mura”, la “ciudad atómica”: la “sacrílega alianza de Tepco, los físicos nucleares y los multimedia”(Spiegel Online, 1/3/12). El problema yace en que 30 por ciento la atención a las necesidades energéticas de Japón proviene del ámbito nuclear, por lo que se planeaba construir 14 plantas adicionales en 2030.

Sibel Edmonds, en su blog (Boiling Frogs, 28/2/12), expone que “pese a las garantías públicas de que la situación estaba bajo control en Fukushima, ahora se sabe que tres de los reactores de la planta empezaron su desintegración en horas”, cuando se realizaron planes para evacuar Tokio. Devela que “muchos no saben que los reactores dañados fueron diseñados por General Electric, con una tecnología añeja de 40 años y son sustancialmente similares a los 32 reactores en operación del mundo (sic), incluyendo 23 en EU”, lo que exhibe “la complicidad criminal de los reguladores (¡supersic!) de los gobiernos que fracasan en reforzar sus propias políticas y regulaciones en estos reactores añejos”. Edmonds no dice que la única planta nuclear de México, en Laguna Verde, es también añeja y fue vendida como chatarra por General Electric.

El premier Noda reconoció la “culpa compartida del gobierno por haberse cegado en la creencia falsa de la infalibilidad tecnológica de su país: el gobierno, el operador (léase Tepco) y el mundo académico (léase los físicos nucleares) se empinaron (sic) con el mito (sic) de la seguridad” (NYT, 3/3/12).

Los estudiantes nipones han sido intoxicados, aun después del desastre, por el Ministerio de Educación, Ciencia y Cultura, que financia a las escuelas para enseñar “las supuestas bondades de la energía nuclear”. ¡Uf!

La vulnerabilidad energética de Japón se ha incrementado notablemente y por ahora no le queda otra opción que la importación de gas natural licuado de Qatar y Rusia, lo cual comporta también sus limitaciones. Un grave error del gobierno es haber dependido en demasía de la criminal trasnacional Tepco, la cual dictaba la agenda energética.

La fundación Rebuild Japan Initiative conformó un equipo de 30 profesores universitarios, abogados y periodistas (entre ellos el muy prestigiado Yoichi Funabashi, anterior editor del importante periódico Asahi Shimbun) que publicó un demoledor reporte de 400 páginas que tomó seis meses de investigación (NYT, 27/2/12) en el que exhibe que “los líderes japoneses no sabían la extensión del daño en la planta y consideraron en secreto la posibilidad de evacuar Tokio (¡supersic!)”.

La trasnacional Tepco desinformó en forma criminal al gobierno de Naoto Kan y rompió la confianza con el gerente de la planta averiada (con tres explosiones radiactivas a cuestas).

La investigación independiente de la fundación se debió, según Funabashi, a la “falla del gobierno en advertir a su población de los peligros y a la amplia desconfianza que generó”. ¡Pues sí!: las opiniones publicas no son estúpidas, pese a toda la desinformación radiactiva de sus mendaces gobiernos controlados por trasnacionales criminales, cabilderos y físicos nucleares sin escrúpulos, quienes viven para sostener su empleo en detrimento del bien común y sin importar los daños colaterales.

La serie de explosiones de hidrógeno sacudió la planta y, ante la “demoniaca reacción en cadena (sic)”, se consideró la evacuación de Tokio (más de 13 millones de habitantes), que se encuentra a 270 kilómetros al sur de Fukushima.

De milagro no ocurrió una tragedia generalizada cuando un helicóptero militar confirmó cinco días después que “se había evitado el peor escenario”. El resto del drama y sus detalles se los dejamos a la próxima película hollywoodense.

Funabashi criticó “el miedo (sic) del gobierno de Kan al crear pánico en sus decisiones y subestimar los verdaderos peligros del accidente”. Es lo que sucede cuando un gobierno pusilánime cede sus prerrogativas a los intereses unilaterales de una trasnacional criminal como Tepco y su perverso lobby nuclear (Genpatsu Mura).

Kan, quien había permanecido en la catatonia, se acordó de que, más que físico y agente de patentes (sic) comprometido con los intereses de Tepco, era el primer ministro que debía tomar la suprema decisión para el bien de su nación, cuando optó por irrumpir en las oficinas de Tepco en Tokio para obligarlos a no abandonar la planta de Fukushima. Un acto heroico que juzga Funabashi: “su decisión de irrumpir en las oficinas de Tepco y exigir que no se rindieran salvó a Japón”; le faltó agregar que también “salvó” a la región de la cuenca del Pacífico (incluido México).

El director del Instituto de Ciencias Nucleares, Alejandro Frank Hoeflich, ha apoyado irrestrictamente al lobby nuclear de Japón en el caso de Fukushima (CNN, 16/3/11 y La Jornada, 16/4/11). ¿Estará de acuerdo todo el plantel académico y el alumnado de la UNAM con esta postura unilateral, que ha valido severas criticas de los lectores de La Jornada (en su propio artículo, así como en El Correo Ilustrado, 28/4/11)?

Pese al encubrimiento de la Agencia de Protección (sic) Ambiental de EU (EPA, por sus siglas en inglés), las “perniciosas consecuencias” de Fukushima han alcanzado la costa del Pacifico, según Joseph J. Mangano (epidemiólogo) y Janette D. Sherman (internista y toxicóloga), de la universidad de Western Michigan, en un artículo de la revista científica International Journal of Health Services (2012): “Aumento inesperado en la mortalidad en EU después de la llegada de la nube radiactiva de Fukushima: ¿existe correlación?” Se calculan 14 mil niños muertos en EU debido a la derrama radiactiva, pese a la necedad de la trasnacional Tepco en sostener que sus efectos tóxicos han sido contenidos. ¿Habrá alcanzado la costa mexicana del Pacífico? ¿Quién investiga? ¿Quién estará evaluando aquí –que no sea el Genpatsu Mura local– la planta de Laguna Verde, situada sobre una falla tectónica y con el mismo modelo chatarra que vendió General Electric en Japón?