Saudi Arabia: el oro negro… en desiertos de miseria

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Eduardo Camin
Mucho se ha escrito y hablado sobre la moral de los reyes, transformados en símbolos absurdos de lujos manchados entre el lodo de la miseria , la corrupción y  el calvario de injusticias para sus pueblos.

No vamos hacer una distinción de normas morales, ni mucho menos una diferencia de grado en su aplicación a  las esferas personales o sociales.Ello constituye un error y muchas veces un vicio de doble consecuencia: murmuración intencionada por un lado y olvido de una dimensión ética- profesional por el otro. Pero si una precisión sobre el modo de estimar el valor (in)moral más característico en los tiempos de la globalización: el dinero como valor absoluto.

Pero, ni en la guerra, ni en la economía, ni en la diplomacia existe nadie que renuncie al ardid de jugar con las cartas boca abajo los intereses de sus privilegios. Pensar en esos viejos zorros del desierto gobernando para los siglos venideros;  maestros en el arte de gobernar antes de su reinado, en su reinado y después de su reinado les exige adherir al discurso de la armas, promocionado por la Administración Americana.

Unidad frente al terrorismo y mantener la seguridad y estabilidad en Medio Oriente, además de realizar esfuerzos conjuntos para la paz mundial, fueron al menos, las promesas que se hicieron tanto el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como el nuevo rey saudí, Salman bin Abdelaziz, durante el encuentro que mantuvieron en Riad, luego de la muerte del monarca Abdalá.

La interdependencia que tienen históricamente estos dos países, quedan plasmadas en la retoricas declaraciones  de B. Obama , antes de llegar a la cuna sagrada del Islam  “A veces debemos balancear nuestra necesidad de hablar con ellos de cuestiones relativas a los derechos humanos con problemas inmediatos que tenemos en términos de lucha contra el terrorismo o de estabilidad regional”, afirmo.

Sin embargo un reciente informe  dado a conocer por la organización Freedom of the World en 2014, indicaba que el 46%  de los 195 países evaluados por esta organización  eran libres, 28% parcialmente libres y el 26% no libres. Arabia Saudita está  catalogada entre las peores naciones del planeta para la libertad.  Aunque en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) realizado por Naciones Unidas  ocupa un puesto muy alto y se mantenga a la vez como país mayormente libre en la lista del Índice de Libertad Económica de The Heritage Foundation y The Wall Street Journal, el país no es más  que una enorme jaula dorada  donde no se permiten la disidencia y el pensamiento libre, donde la censura, la represión y el miedo reinan con una monarquía acomodada y corrupta.petroleo arabia

El último caso que puso en el tapete de la ignominia a esta  monarquía es el de Raef Badaui, un blogero que fue condenado, por las autoridades religiosas, a mil latigazos por “insulto al islam”.
No obstante el informe más crudo lo da a conocer  Amnistía Internacional (AI), en efecto su informe de la situación de los derechos humanos en el mundo, versión de 2013. Denuncia  que “Las autoridades restringían con severidad la libertad de expresión, asociación y reunión, y reprimían la disidencia. Se recluía sin juicio o se condenaba en juicios manifiestamente injustos a quienes criticaban al gobierno o llevaban a cabo labores de activismo político. Las mujeres estaban discriminadas en la ley y en la práctica, y carecían de protección adecuada contra la violencia intrafamiliar y otras formas de violencia. Los trabajadores y trabajadoras migrantes sufrían explotación y abusos. Se impusieron y aplicaron condenas de flagelación. Al terminar el año había cientos de personas condenadas a muerte. Se llevaron a cabo al menos 79 ejecuciones”.

Arabia Saudita es un país donde las mujeres no tienen derecho a salir solas a las calles o a conducir vehículos; donde los extranjeros tienen menos derechos, y se les retira el pasaporte, donde otra religión que no sea la musulmana está prohibida; donde las jóvenes que tienen que estudiar o viajar precisan de un permiso de los hombres; donde ser acusado de tráfico de drogas se paga con la vida. Es un reino del terror, un país que sistemáticamente viola los derechos fundamentales de los ciudadanos y donde no se puede criticar a la dictadura.

El doble rasero

Lo que” verdaderamente nos sorprende” es que los EEUU y sus aliados mantengan un doble discurso al respeto y defienda a capa y espada a la teocracia musulmana sanguinaria que viola prácticamente todos los derechos humanos, en nombre de una religión.

Un país aliado de los Estados Unidos, un gendarme que en todo momento están dispuesto a intervenir u invadir países,  hace caer gobiernos en nombre de la  democracia y la libertad.  Nos llama relativamente la atención que  Washington se contradice con su política de condenar todo tipo de violencia estatal o fundamentalista religiosa, ya que no solo tiene tratados comerciales y económicos con Riad, sino que también lo apoya militarmente.

yihadistasNos llama aun más la atención en estos momentos de guerra contra el  Estado Islámico que es una amenaza para todo el mundo, de la misma forma que la teocracia saudita. En realidad no se puede condenar a los jihadistas de Siria e Irak por sus actos y llamarse al silencio cuando las propias autoridades del reino autoritario cometen crímenes contra su población. Sería justo que alguna vez, EEUU no solo condene la barbarie de Arabia Saudita, sino que también le sancione.

Hobbes descubrió en el miedo el origen del Estado y Maquiavelo enseño al Príncipe que tenía que utilizar el temor para gobernar. La “terribilita” como herramienta. En realidad ambos pensadores coincidían en su análisis en el cual el miedo es la emoción política más potente y necesaria, la gran educadora de la humanidad.  Hoy este reinado saudita continua bailando  la ronda desigual pero inconfundible al ritmo de la fortuna intuitiva del oro negro, de las injusticias proféticas  de nostalgias hostiles o apasionadas de sus pueblos hundidos en la miseria, y el analfabetismo.  Esa ronda de coronas que no pueden forjarse en metal barato, ni evitarse con el silencio de los resentimientos, pero que en los homenajes populares se transforman en una simple… “corona de papel”.