Venezuela: una elección parlamentaria, pero a todo o nada

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Marcos Salgado

El día seis del mes de diciembre es una fecha con historia para el chavismo. El 6 de diciembre de 1998 llegó por primera vez a la presidencia Hugo Chávez, con poco más de tres millones de votos y un 63% de participación de los poco menos de 7 millones de habilitados para sufragar. Otro 6 de diciembre, pero en 2006, Chávez ya era el Comandante Chávez, y ganaba por tercera vez la Presidencia de la ya República Bolivariana de Venezuela, pero con el 62,84% de los votos: más de siete millones trescientas mil voluntades.

Para ese entonces el padrón electoral venezolano también se había duplicado: casi 16 millones. También se había disparado la participación: 74,7%, inédita hasta entonces para cualquier proceso electoral en el país. Son datos duros, que muestran que entre 1998 y 2006 mucho cambió en Venezuela, y no sólo el nombre del país. En los nueve años que van entre aquel 2006 y este 2015 también cambiaron muchas cosas en la patria de Chávez. La primera es que Chávez ya no está. Desde que murió, en la tarde del 5 de marzo de 2013, mucho pasó en Venezuela.

Hubo una elección sobrevenida, en la que Nicolás Maduro ganó la Presidencia en buena ley aunque por muy poca diferencia y comenzó una gestión en el medio del duelo por la muerte del líder. Una gestión que muy pronto encontró las primeras celadas. La especulación en la distribución de productos de primera necesidad provocó desabastecimiento, y extendió a todo el país un fenómeno que antes era propio sólo de la frontera con Colombia: el bachaqueo. En Venezuela los bachacos son un cierto tipo de hormigas.

Miles y miles se sumaron a la práctica, que consiste básicamente en comprar a precios regulados (subsidiados por el Estado) y vender a precios viles, que se acomodan en algunos casos según la cotización de un dólar paralelo fijado caprichosamente por capitales financieros radicado en Miami y Bogotá. Cuando Maduro comenzó su gobierno en abril de 2013, se necesitaban poco más de 20 bolívares para comprar un dólar en el mercado paralelo, hoy, hay que oblar más de 800.

Así, los precios se disparan mientras son cada día mas los que trasiegan productos subsidiados al mercado negro: pañales, aceite, leche, productos de limpieza y hasta automóviles (hoy el Estado vende automóviles chinos por unos 500.000 bolívares, pero en la calle se revenden a cinco veces o más ese valor). Y el Estado no ha logrado cortar el circuito especulador, ensayando medidas a veces contradictorias, otras inconexas y en general incompletas.

En cualquiera de nuestros países, este escenario sería mortal para un gobierno que enfrenta una elección parlamentaria, que -por casualidad del calendario electoral- toca casi en la mitad de su mandato. Pero eso en Venezuela, está por verse.

La oposición, al acecho

La oposición de derecha, que tiene innegables nexos con los capitales especuladores, se ha sentado al costado del camino y, en silencio, espera beneficiarse de un voto castigo contra el gobierno de Nicolás Maduro como respuesta a la asfixiante situación económica. La palabra que más suena entre sus apóstoles es “cambio” y hasta hablan de “el cambio”, como forma de puntualizar un camino del cual, sin embargo, no se postula ni una sola medida de explícita.
Menos de mil personas acompañaron el cierre de campaña de la oposición en el Este rico de Caracas la tarde del jueves 4. Una esmirriada concurrencia que no es nueva -desde hace más de un año la oposición no muestra capacidad de movilización- y que contrasta con la ambición de sus dirigentes e -incluso- con algunas “encuestas” que la derecha blande para asegurar que le propinarán al chavismo su primera gran derrota electoral este domingo.

El cierre de campaña opositor contrasta también con la movilización final del chavismo, que se animó a la inmensa avenida Bolívar, en el centro de la ciudad, y salió airoso del desafío. Aunque el monumental paseo no lució repleto como en los cierres de campaña de Hugo Chávez en 2006 y el ya mítico discurso bajo la lluvia en 2012, la concurrencia fue multitudinaria.

Coronó exitosa así la estrategia de remate de campaña del chavismo: convertir la elección de 167 diputados (que se realiza por circuito electoral y no en distrito único) en una suerte de referéndum que reafirme la confianza de las mayorías populares en la Revolución Bolivariana, más allá de las profundas dificultades de la hora. Ese renovado apoyo masivo mostrado en la avenida Bolívar (y que referentes del oficialismo confirmaban ayer a Miradas al Sur se verificó también en los cierres de campaña en varios estados duros del chavismo) también fue detectado por sondeos de opinión serios, que afirman que en el tramo final de la campaña el chavismo sumó adhesiones.

Del elusivo sector de los “ni ni” (ni chavista ni opositor) que creció luego de la muerte del presidente Chávez, dependerá si este domingo si la Revolución Bolivariana retiene mayoría en la Asamblea Nacional o no. Amanecerá y veremos.