Venezuela, dialéctica de la transición

Geraldina Colotti|

Desde Italia a Francia, desde España a América Latina se multiplican los análisis de los “críticos-críticos” sobre la situación en Venezuela. Se advierte sobretodo en Italia, la afanosa búsqueda del “aurea mediocritas” por parte de una cierta izquierda pequeño-burgués: la admisión de aquella esplendida via intermedia, que permite, desde una posición mediana, notar la paja en ojos ajenos por no ver la viga en los propios.

Contra el socialismo bolivariano, cada uno agita los propios fantasmas poniendo en circulación, a menudo sin nombrarlos, dudas y nudos irresueltos de las grandes revoluciones. Pero mientras tanto, también si “Maduro no es Chávez”, que repiten como un mantra los cantores del “la esplendida via intermedia”, los enemigos que el debe afrontar son los mismos que ha debido combatir Chavez. Maduro, si es por ésto, no es tampoco Allende pero – como ha hecho notar el analista argentino Carlos Aznarez- las fuerzas que quieren derrocarlo son las mismas, mutatis mutandis, que han destruído la “primavera allendista” en el Chile de 1973.

Por lo tanto, también al “socialismo del siglo XXI”, que se define humanista, cristiano, libertario y gramsciano, le toca medirse con los escollos de aquel siglo XX, diseminados sobre una ruta que parece similar por muchos versos. De intento en intento, de hecho, parece que el “laboratorio” bolivariano es relegado a los dilemas del siglo pasado. Los chavistas como los bolscheviques en el tiempo de Lenin y Trotsky? La “profecía” sobre la involución del socialismo soviético, expresada por Rosa Luxemburgo en el famoso ensayo La Revolución Rusa, se aplicaría a Maduro y al “ruptura” de la Asamblea Constituyente? Con sus últimas decisiones el socialismo bolivariano habría cerrado las puertas a la “democracia ilimitada” y a la mejor herencia de las libertades burguesas? Y, si esto es verdad, qué camino a tomado la trayectoria de transición, que hasta ahora , nunca había evitado el apelo directo y universal al veredicto de las masas?

Desde el 1998, en Venezuela, lo que ocurrió esta claro. Un proyecto de nacionalismo democrático venció las elecciones y progresivamente se convierte en la tentativa de transformación socialista que sinembargo respeta el cuadro de las libertades burguesas y de aquella “democracia ilimitada” de la que habla Rosa Luxemburgo en su famoso ensayo. Por azares y experimentaciones, también forzando el andamiaje del Estado burgués donde depotenciar los mecanismos desde el interior en nombre de la “democracia participativa y protagónica”, Chavez siempre ha recurrido a las urnas para legitimar sus decisiones, justamente confiándole al voto con sufragio universal directo y secreto: el ejercicio ilimitado de la democracia, exactamente. Y ahora?

Luego de casi 18 años de gobierno y un record de elecciones efectuadas -hasta ahora 22, dos de las cuales perdidas- el chavismo fue impulsado a ir más allá del marco luxemburguiano del concreto histórico de la lucha de clases. Declara querer superar el Estado burgués instaurando un estado de las comunas que, sin duda, presenta alguna analogía con el de los Soviet.

En el contexto de crisis económica, y en el multiplicarse de las agresiones a nivel interno e internacional, el momento se vuelve el del Golpe de Timón: el giro anunciado por Chavez en el programa estratégico elaborado poco antes de morir, el 5 de marzo del 2013. Maduro lo interpreta como un contrataque.

La legitimación de la actual presidencia de la república, y la del socialismo bolivariano, fueron confiadas a la Asamblea Nacional Constituyente, entendida como expresión del “poder originario”, aquel popular: es decir en las manos del “demos”, la parte políticamente activa del pueblo, electa y representada en la ANC.

Es sin duda un salto de calidad. Una ruptura, o, si desean, una profundización de la dialéctica de la transición. Pero no una ruptura con el camino del chavismo. De hecho, la ANC restablecerá sus deliberaciones al veredicto popular a través de un referendum, en el que cada uno votará por sufragio electoral directo, universal y secreto.

Este es el cuadro. Pero los fetichistas de los procedimientos hablan de una “ruptura constitucional”. Por qué Chavez ha sometido a referendum la Constitución de 1999 y Maduro no ha recurrido a las urnas antes de convocar la ANC?. El Chavismo responde que el voto no era necesario: a diferencia del ’99, una Constitución existe ya, y en su interior estan los artículos para convocar a una ANC, cuyo intento sinembargo no es el de cancelar la precedente Carta Magna, sino de impulsarla hacia el Estado Comunal. Esta posición parecería confirmada por los resultados de la jornada del 30 de julio, cuando más de 8 millones de votos han dado la confianza al “poder popular constituyente”.

En todo caso un conflicto institucional existe. Abierto por la destituída Procuradora General Luisa Ortega, acusada de corrupción y hoy prófuga de la justicia junto al marido German Ferrer. Se hace referencia a reglas y códigos, pero es evidente que se trata de otra cosa: de interéses de clases, de alineamientos sociales, y de posicionamientos sobre el campo de la política internacional.

Probemos a recapitular. El punto de partida del enfrentamiento se ha determinado en diciembre del 2015, cuando las derechas han resultado mayoritarias en la Asamblea Nacional, el Parlamento Unicameral venezolano. La República Bolivariana es una democracia participativa de carácter presidencial, se basa en cinco poderes, mantenidos en equilibrio por el Tribunal Supremo de Jusiticia (TSJ). Las derechas, que no han reconocido nunca las instituciones bolivarianas, inmediatamente han pensado poder usar al parlamento como medio para regresar a la democracia representativa vigente en los años de la IV República y a las recetas neoliberales.

De allí la constante insubordinación a las decisiones del TSJ y los tentativos de golpe institucional: comenzando por la ratificación de los tres diputados electos en modo fraudulento, pero que habrían consentido a las derechas tener una mayoría absoluta. Y hasta el pedido de sanciones y de intervención externa para resolver por la fuerza de las armas una presunta crisis humanitaria y la “ruptura del hilo constitucional”. Cuatro años de violencias y ataques para sacar a Maduro, contra el que se ha intendado organizar hasta un referendum revocatorio como aquel contra Chavez en el 2004, y perdido. Un plan que ha alterado el calendario electoral, haciendo necesario posponer las elecciones regionales, previstas para el año pasado.

Hasta este punto, sin embargo, las batallas entre los dos alineamientos han quedado en el ámbito de la democracia formal, pero sobre el tenso hilo de la lucha de clases y de sus enseñanzas. Y lo que ha surgido, finalmente, es un viejo problema: si la aprobación, y conquista de las mayorías, imponen la obligación de verificaciones electorales continuas y preventivas, o si más bien una táctica revolucionaria móvil y no vinculada en principio a los formalismos burgueses, sea la actitud más productiva para la creación, la conquista (o la reconquista) del apoyo de las masas.

Luxemburgo, hace cien años, avisaba sobre el peligro del burocratismo, del arbitrio y del terror. Pero subrayaba también que sólo un partido capaz de “procurarse partidarios en la tempestad” habría sabido y podido unir a si a las masas, trayendo de su vidas y de su cultura toda la energía y la creatividad necesarias para marchar más allá de los confines de la sociedad capitalista.

Pero en lo que respecta, a Venezuela, estamos todavía distantes de estos dramáticos extremos. La táctica del PSUV parece contar sobre la “democracia participativa”. Y el eje fundamental de esta configuración radica en una especie de desconstrucción-superación del andamiaje del Estado burgués, conducida dentro de reglas ciertas pero no inmóviles. Navegando a vista, si se quiere. Pero buscando una ruta que dé una oportunidad, o “un segundo tiempo” a la partida histórica y más que nunca necesaria al comunismo.

“El guardia está cansado, apaguen las luces”, dijo el marinero anárquico por órden de Lenin en la Rusia revolucionaria el 18 de diciembre de 1917. Y así se cerró la sesión de la primera Constituyente Rusa electa a sufragio universal y en la que los bolscheviques no tenían la mayoría. Y sin importar lo que digan los medios occientales, la Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela hace valer la autoridad del “poder originario”, pero sin anular las funciones de los otros organismos constitucionales. Y el parlamento no ha sido disuelto. Los diputados de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) continúan a reunirse en las aulas del palacio legislativo, el mismo en el que se desarrollan las sesiones de la ANC.

La Presidenta de la Asamblea Constituyente, Delcy Rodriguez lo ha precisado renovando la invitación al parlamento – a pesar de haber sido declarado en su tiempo “en desacato” por el TSJ – a participar en los trabajos de la ANC y a respetar las decisiones. Las derechas han desertado la invitación, sacudidas por nuevas disputas internas entre quien quiere continuar a apostar por la via violenta y quien pretende maniobrar en varios niveles, el primero de los cuales sigue siendo el electoral. La mayoría de los partidos de oposición, aunque si en varias ocasiones ha declarado la desconfianza en la autoridad electoral, el CNE, ha inscrito a sus propios candidatos para las elecciones de los gobernadores, anticipadas a octubre.

Pero entendámonos: el perfil oblicuo de los diputados de la oposición no es ni siquiera lejanamente paragonable a los de los mencheviques o de los socialistas revolucionarios rusos, que gloriosamente habían combatido al zarismo y que fueron mandados a casa por el marinero Zelezniakov en la Rusia revolucionaria. La lucha de clases, sin embargo, siempre repropone las mismas puertas estrechas, por las que los revolucionarios consecuentes obligatoriamente deben pasar. Regresemos a Rosa Luxemburgo. Luego de haber criticado las decisiones de Lenin y de Trotsky en la “Revolución Rusa” -un texto de octubre de 1918 que, de todas maneras, en la época aceptó de no publicar – en diciembre del mismo año, frente a la caída de los eventos en el escenario alemán, Luxemburgo escogerá el Gobierno de los Consejos en directa y total contraposición a la democracia “perfecta” de la Asamblea Nacional electa a sufragio universal.

Y entonces? Y entonces el uso interesado de los viejos dilemas y de las viejas nobles discusiones sobre las relaciones entre democracia y socialismo, sólo pusieron en evidencia que, desde el encierro puertas adentro de la academia, o desde los escritorios de los periodistas, lo que siempre se omite es justamente la indicación de la inefectividad de las socialdemocracias y de su sumisión intrínseca al universo cultural y político de la sociedad burguesa.

Rosa Luxemburgo criticaba a los bolscheviques, se abstenía de publicar las propias reflexiones por “amor a la causa”, y terminaba por asumir las mismas posiciones de los revolucionarios rusos frente a las tempestad que finalmente estalló en casa propia. Pero, sobretodo, golpeaba sobre el punto de la solidaridad internacional, insistía sobre la necesidad del apoyo a la revolución soviética, sin el cual “los sacrificios extremos del proletariado en un sólo país terminan inevitablemente por perderse en un mar de contradicciones y de equivocaciones”.

Y de hecho. Qué punto de apoyo ha ofrecido la “crítica-crítica” de sello europeo para trasladar las relaciones de fuerza a favor de los sectores populares? A 100 años de la revolución de Octubre, se organizan convenios capaces de suprimir el principal dato histórico: aquel del riesgo y de la toma del poder del partido guiado por Lenin y por los bolscheviques. Y muy pocas lecciones útiles se han querido extraer de la parábola de Tsipras en Grecia. “La revolución Rusa -escribe Luxemburgo- sobre este punto no ha hecho sino confirmar la enseñanza fundamental de cada gran revolución, cuya ley vital es: o avanzar con mucha rapidez y decisión, derribando con mano firme todos los obstáculos y poniéndose siempre ulteriores metas, o muy pronto ser devueltos detrás de las muy pocas y debilitadas posiciones de partida, y ser aplastados por las contrarevoluciones. Detenerse, marcar el paso, resignarse con la primera meta alcanzada, son fenómenos desconocidos por las revoluciones”.

No sirven actos de fe. Sin embargo sería absurdo pretender “la perfección” de un experimento como el bolivariano, que se ha puesto en marcha luego del colapso del socialismo y el desplegarse del neoliberalismo a nivel mundial.

En la búsqueda de la “esplendida via intermedia”, en cambio, surgen supuestos guardianes del chavismo, dispuestos a alinearse con la oligarquía con tal de erigirse a custodios de los preceptos de una democracia procedural, que justamente aquellas oligarquías hoy sus amigos han pisoteado y continúan a pisotear. Chavismo crítico, chavismo moderado, chavismo en todas las salsas tanto mediáticas cuanto carentes de conexiones reales. En realidad, en una sociedad politizada y entonces polarizada como aquella venezolana, tertium non datur. Si se hubiese dado, se vería, en las plazas o en los proyectos.

En cambio, se ven sólo algunos saltos de talanquera, aparentemente inexplicables porque son provenientes de diputados como German Ferrer, ex guerrillero “foquista” en pasado poco familiarizado a las sutilezas de la mediación política y hoy cantor de la democracia formal burguesa. Según la magistratura estaría a la cabeza de una gran red de corrupción que se ha anidado en las salas del Ministerio Público dirigido por la fiscal General Luisa Ortega, chavista de primera hora con quien está casado.

Ferrer niega la veracidad de las acusaciones y denuncia “el neofascismo” de la Asamblea Nacional Constituyente. El jacobinismo de Maduro habría entregado a la basura la primera fase de la verdadera democracia chavista. Por lo tanto, la revolución pondría en escena la vieja tragedia, devorando a sus hijos aunque cuando se define humanista, cristiana y libertaria?

Son palabras duras. Al menos por el momento, y, por así decir, a este punto de las contradicciones. Pero no es justo hacer como si nada. Luego de que hemos “usado” a Rosa Luxemburgo contra los estimadores hiper-democráticos, continuamos nuestro saqueo, encarando a los problemas junto a la grande revolucionaria polaco-alemana. A pesar de la notoriedad crítica del “jacobinismo” bolschevique, Luxemburgo era una gran estudiosa de las revoluciones burguesas, y reflexionaba en este modo, sobre la Revolución Francesa. Para Kautsky – recuerda – habrían existido dos períodos: “la revolución “buena” de la primera fase girondina, y la “mala” a partir del control de los Jacobinos. Naturalmente es necesario la superficialidad de las concepciones liberales de la historia para no darse cuenta que sin la toma del poder de los “desenfrenados” jacobinos hasta las primeras tímidas medias conquistas de la fase girondina habrían sido rapidamente sepultadas por los escombros de la revolución, y que la alternativa real a la dictadura jacobina, como la ponía en el año 1793 el férreo curso del desarrollo histórico, no era una democracia “moderada”, sino….la restauracion de los Borbones!”

En realidad -prosigue-, “la esplendida via intermedia” no es una solución que pueda sostener un período revolucionario, cuya ley de naturaleza exige una rápida decisión: o la locomotora es impulsada a todo vapor por la colina hacia la cima, o por la fuerza de gravedad rodará nuevamente abajo y sin escapatoria arrastrará al abismo a quienes, que con sus débiles fuerzas querían mantenerla a mitad del camino”.

Se explica así “como en cada revolución sepan adueñarse de la dirección y del poder sólo aquellos partidos que tienen el coraje de dar la palabra de órden avanzada y de extraer todas las consecuencias. Así se explica el deplorable rol de los mencheviques rusos, de los Dan, de los Cereteli, etc, que, luego de haber inicialmente gozado de enorme prestigio entre las masas, luego de haber oscilado por tanto tiempo entre una posición y la otra, y haber luchado con las uñas y con los dientes para rechazar la toma del poder y el asumir de responsabilidad, fueron ingloriosamente cancelados de la escena”.

La citación ha sido larga. Pero valía la pena. Como los Dan, Los Cereteli, los llamados chavistas críticos resultan cancelados de la escena real, pero amplificados por aquella virtual, que en la época de la “post-verdad” acude a magnificar la impotencia a uso y consumo de los “ni-ni” europeos. Sin el metro histórico, sin el coraje de encarar la dura y compleja realidad de la lucha de clase al día siguiente del colapso del campo socialista, estamos en el mundo al revés descrito por Galeano.

Los guarimberos que queman chavistas y afro-venezolanos sobre el modelo del Ku Klux Klan son presentados como “combatientes por la libertad”. Y a propinar lecciones sobre derechos humanos son Trump y sus aliados, mientras personajes desacreditados, apoyados por grandes conglomerados mediáticos, hablan de “otra” Venezuela, ecologista, pacífica, democrática, y, sobretodo, inesistente.

El ecologismo, el deseo de paz, el ejercicio completo y garantizado de todos los derechos individuales son sin duda elementos importantes e irrenunciables de toda estrategia de auténtica liberación que se quiera proponer, en el siglo XXI, como alternativa al mundo horrendo del capitalismo.

Pero no serán los críticos-críticos a imponerlos en la arena de las contraposiciones duras e insuperables. La Asamblea Nacional Constituyente establecida en Caracas ha puesto al proprio órden del día un nuevo modelo de desarrollo basado sobre el eco-socialismo y sobre la participación más amplia a la vida política de las masas históricamente conculcadas por el imperialismo y por las oligarquías.

Pero se necesita poco para entender que una auténtica reconversión del escenario productivo venezolano implica en realidad otras expropiaciones, otras rupturas con los dictados (hasta ahora muy respetados en las primera fase del chavismo) de la propiedad privada y de sus recaidas legales e institucionales.

Y entonces? Por lo tanto, “o inventamos o erramos”, decía con óptima brevedad Chavez. O se inventa o se sucumbe. Y “si Venezuela colapsa, la humanidad colapsa”, han sintetizado recientemente Noam Chomsky y John Pilger. Son palabras exageradas?