El presidente de Uruguay, el septuagenario oncólogo Tabaré Vázquez, cumplió el primer año de su segundo mandato (2015-2020) en medio de un fuerte desgaste que, según las encuestas, ha derivado en que la aprobación de su gestión haya caído desde el 78 % inicial, al asumir el 1 de marzo de 2015, hasta el 36 % un año después., “un año difícil” según lo definió él mismo.

Electo por la coalición de centro-izquierda Frente Amplio, las políticas neoliberales que intentó aplicar, de la mano con su ministro de Hacienda Danilo Astori, le valieron esa baja en la credibilidad popular, lo que llevó a las protestas laborales que, en el marco de las primeras rondas de negociación del Consejo de Salarios, cristalizaron en una huelga general el pasado 6 de agosto, cuando apenas llevaba seis meses al frente del gobierno.

Uno de los reclamos que se hicieron en aquella ocasión fue para que el país se retirara de la negociación del tratado internacional de liberalización de servicios conocido como Tisa, demandado también por la amplísima mayoría del Plenario del Frente Amplio, lo que finalmente ocurrió. O sea, su partido y la central unitaria de trabajadores PIT-CNT, dirigida por sindicalistas frenteamplistas, le dieron la espalda y le marcaron que el rumbo por el que votó la mayoría de los uruguayos no era el que quería seguir el mandatario.

Pero el prepotente Vázquez no está solo: la oposición conservadora lo apoya, no solo en el rumbo neoliberal que quiere imponer a la política económica, sino también en su insistencia de retomar el camino del alineamiento con Estados Unidos. La derecha, que domina los medios de comunicación, también le da una mano en su lucha por denigrar a su antecesor, José Pepe Mujica, quien llevó adelante leyes que garantizan el respeto a los derechos humanos (inclusión social, matrimonio igualitario, aborto), así como el respeto por la tradicional educación gratuita, libre y laica, bandera tradicional de los uruguayos.

Esta ofensiva del vazquismo, la gran prensa y la derecha –al unísono, cartelizadamente- se esfuerza en el ataque sistemático no solo a Pepe Mujica, sino que afila sus misiles contra la nueva generación de dirigentes frenteamplista, donde se destacan el vicepresidente Raúl Sendic (53 años, hijo del fallecido líder del legendario Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros) y el intendente de Montevideo, el socialista Daniel Martínez (55 años), “imberbes” para la gerontocracia gubernamental.

La ofebsiva se desarrolló en principio sobre la gestión de la principal compañía pública uruguaya, la petrolera y cementera Ancap, que ambos “jóvenes” dirigieran, en un intento de crear un imaginario colectivo que facilitara su privatización parcial y total, tal como lo reclaman las trasnacionales. La última andanada contra Sendic fue porque en un curriculum suyo aparece como licenciado Genética Humana por la Universidad de La Habana, cuando en realidad no lo es, aunque él nunca haya utilizado eso para ocupar un cargo público.

Nadie lo nombró ministro, presidente de Ancap o fue electo vicepresidente porque tuviera una licenciatura, sino porque tiene una trayectoria política. Obviamente, Sendic es el principal candidato a ser el próximo presidente, de ganar la coalición de izquierda, lo que justifica el bombardeo. Vázquez no puede reelegirse (y ya tendrá 79 años), mientras Mujica tendría 83.

La derecha destaca que pese a los traspiés de Vázquez, la inversión extranjera sigue mirando con atención a la economía uruguaya, mientras que tras la salida de Mujica han mejorado las relaciones regionales (Astori insiste en integrarse a la Alianza del Pacífico y firmar un TLC con la Unión Europea), especialmente con Argentina tras la elección del conservador Mauricio Macri.

En el último año Vázquez también ha tenido que lidiar con una crisis en el sector educativo, con un elevado número de paros parciales y totales para pedir más presupuesto y mejores condiciones salariales, ante lo que se decretó una limitación de los derechos de huelga que crispó aún más el ambiente.

El aumento de la inflación -que cerró 2015 en el 9,44 %-, la devaluación del peso uruguayo -un 35 % en el último año – y la reducción de las previsiones de crecimiento del Fondo Monetario Internacional (FMI) -1,4 % para este año frente al 2,2 % del pasado octubre- han acabado por disminuir el apoyo ciudadano a la gestión de Vázquez.

La última encuesta (enero) de la consultora Equipos Mori sobre el apoyo a la gestión de Vázquez indicó que solo el 36 % de los uruguayos aprueba el desempeño de su presidente. El porcentaje de aprobación que tenía el mandatario al comienzo de su gestión, que se situaba en el 78 % según una encuesta de la empresa Factum.

Es cierto que Uruguay es un país pequeño, de poco más de tres millones de habitantes. Pero, ¿no es raro que la prensa internacional no haya dado cuenta de la soledad interna de Vázquez, aún cuando lo abracen los gobiernos conservadores y le sonrían desde Estados Unidos?

Habrá que seguir atentamente lo que pase en el “paisito”, con un presidente sin mayor apoyo y en plena campaña por desprestigiar a quienes debieran tomar las riendas del gobierno, en un eventual cuarto gobierno frenteamplista.