Universidad Indígena: sentando las bases para una sociedad multiétnica y pluricultural

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“Emprendí un viaje al interior de la intimidad de mi cultura, en el que pude constatar la riqueza material y espiritual de mi pueblo…créanme, hoy me siento Uwǫttüją más que nunca”. Con estas palabras, el pasado 19 de marzo, en Caracas, realizó una presentación de su trabajo de grado Tunitsa – Bonifacio Torres, estudiante de la Universidad Nacional Experimental Indígena del Tauca (UNEIT), ubicada en el estado Bolívar, Venezuela.

La tesis de Tunitsa se centra en la sagrada ceremonia del Wärime, que constituye un ritual de iniciación y formación para elegir a los sabios espirituales (Ruwä) de la comunidad, a través de una profunda conexión con su identidad y cosmovisión y dentro del contexto de su calendario agrícola. La realización del Wärime es concebida como fundamental para el bienestar del pueblo Uwǫttüją, quien en su mayoría vive en el municipio Autana del estado Amazonas y cuya población se estima alrededor de las 19.300 personas (Censo 2011).

“En algunas comunidades se está dejando de realizar esta ceremonia, la más importante, que constituye un elemento fundamental de nuestra cultura. En general, ha habido una disminución de las actividades culturales propias del pueblo Uwǫttüją: los jóvenes están perdiendo interés hacia nuestra historia, mitología, costumbres y artes. Hay un peligro real que desaparezcan nuestros conocimientos ancestrales – culturales, políticos y económicos – y por eso necesitamos revitalizar y recuperar nuestra identidad, defender nuestra propia originalidad, teniendo conciencia de que vivimos en un contexto multicultural” afirma Tunitsa, frente a una audiencia en su mayoría no indígena, en la sede caraqueña de la UNEIT.

“Pero también necesitamos defendernos de los ataques de grupos religiosos no-indígenas, principalmente cristiano-protestante” alerta, explicando como la misma ceremonia del Wärime está siendo tildada de “diabólica” por comunidades no-indígenas aledañas, con miras proselitistas.

Se acota también que en algunas comunidades la ceremonia se ha “comercializado”, reduciéndose a un espectáculo “folclórico” para turistas. Por otro lado, ha sido profanado reduciéndolo a una mera danza, con “grupos de Wärime” en las escuelas, obviando su significado más profundo.

Para su labor de investigación, Tunitsa se fue a vivir por cuatro meses en la comunidad Gavilán del municipio Atures. Allí, con el acompañamiento de su tutor indígena, conversó con los sabios y las sabias de la comunidad; observó, realizó dibujos e ilustraciones de todo lo relacionado con la ceremonia y con su propio proceso de investigación. Aprendió también como se elaboran las características máscaras utilizadas en el ritual “pero la que realicé es más pequeña, porque fue para aprender”. Luego, sistematizó toda la información, con el apoyo de su tutor no indígena (“otro sabio, de este lado”), Enrique Vila, profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Al finalizar, presentó su trabajo frente a la comunidad. “Mi trabajo fue validado por los sabios. En cambio, en el trabajo de los antropólogos siempre hay cosas que no son correctas, aunque sean valiosas. Yo, como Uwǫttüją, entiendo muy bien lo que dice el sabio: ahí está la diferencia. Porque el Wärime no es algo aislado, se conecta con todo el conocimiento de mi pueblo” dice. Hay elementos del ritual a los que él no ha tenido acceso, porque sólo conciernen a los iniciados, pero comenta: “quisiera pasar por ese proceso, para ser Ruwä”.

Una universidad para las comunidades

La presentación de la labor de tesis ante la comunidad [1], de forma oral, según su propia lógica y metodología, posee una importancia crucial para la UNEIT: porque son las comunidades indígenas las verdaderas protagonistas de este proyecto educativo.

Son las comunidades quienes impulsan la Universidad, para que sus jóvenes profundicen la conciencia y el conocimiento de sus propias raíces culturales, comprendiendo con respecto a la de las otras culturas, para elaborar un pensamiento indígena propio. Eso, con el fin de fortalecer sus pueblos y sus culturas en medio de los cambios, peligros y retos que conlleva la contemporaneidad, tomando en cuenta que las sociedades, en su amplia diversidad, no son algo estático ni aislado.

“La Universidad Indígena se creó para que los jóvenes valorizaran, a través de la formación, su cultura, su historia, su cosmovisión. Porque si nosotros nos perdemos, o nos acabamos, o nos absorbe esta sociedad que nos avasalla constantemente, la humanidad perdería también” cuenta Guillermo Guevara [2], del pueblo Jivi, actual rector de la UNEIT. “Esto no quiere decir que se vayan a relegar conocimientos universales muy importantes: porque además de la búsqueda de autenticidad, está también una visión intercultural”, agrega.

“A través de la Universidad, también queremos hacer nuestros aportes a la humanidad, como en realidad lo hemos hecho siempre, pero de una forma más ordenada. Porque los pueblos indígenas hemos hecho grandes aportes a la humanidad, y eso lo reconocen los reportes de la ONU: pero no se visibiliza. El 80% de la humanidad depende de los conocimientos de la alimentación indígena; mientras que una tercera parte de la población mundial depende del conocimiento de la medicina indígena. Dicen que nuestros conocimientos no son científicos, pero los patentan: las farmacia están llenas de conocimiento indígena patentado. Por ese concepto las transnacionales se llevan millones de dólares a su beneficio”.

“Actualmente hay un pensum de cuatro carreras: Derecho, Comunicación, Educación Cultural Bilingüe, Agroecología. Pero vamos a incorporar otras áreas de conocimiento” explica Guevara, afirmando que la participación de las comunidades en la formación apunta a fortalecer el arraigo. “Hemos tenido hermanas y hermanos que se gradúan en las universidades del País y que no vuelven a sus comunidades. Se quedan trabajando y viviendo en la sociedad criolla y no regresan para hacer los aportes que necesitamos.”

“Al momento hay estudiantes de ocho pueblos que están participando en la UNEIT. Pero solamente en Amazonas viven 20 pueblos indígenas, y hay muchos jóvenes y muchas familias que están deseosos de ingresar a nuestra universidad. Necesitamos acomodar las residencias, y en función de eso ya el Ministerio se puso a la orden con nosotros. Esperamos poder acondicionar el espacio pronto, para poderlos recibir”, acota.

Empezando una nueva etapa

Esta propuesta formativa es el resultado de un largo trayecto que remonta a la década de los 70, cuando empezó a configurarse una red de relaciones e iniciativas entre indígenas y aliados que apuntaba a fortalecer el protagonismo de los pueblos originarios. Pero es con el proceso Constituyente de 1999 – en el cual participan activamente representantes de organizaciones indígenas, incluyendo a Guillermo Guevara – que se crean las condiciones para el nacimiento de la Universidad Indígena de Venezuela (UIV). Ésta es fundada a finales de 1999 por organizaciones indígenas con el acompañamiento de actores aliados (entre los cuales se destaca el hermano jesuita José María Korta) y empieza con un pequeño grupo de estudiantes de los pueblo Ye’kwana, Pumé y E’ñepa.

En noviembre de 2008, a petición de los propios estudiantes, el presidente Chávez ordena el reconocimiento de la UIV para su inclusión dentro del sistema nacional de Universidades, que se concretiza en 2010, cuando es reinaugurada como “Universidad Nacional Experimental Indígena del Tauca”.

“La Universidad para mí ha tenido dos nacimientos: el que tuvo en el 99, cuando se empezó, y luego en 2008 cuando Chávez ordena que se inscriba dentro del Sistema Nacional de Universidades, para que recibiera su presupuesto. Y ahora se está gestando una tercera etapa: la de los estudiantes tomando la rienda de su universidad. Y aquí el mayor mérito lo tienen ellos y ellas: la universidad está haciendo su camino y son los estudiantes indígenas los protagonistas de esta historia” afirma María de los Ángeles Peña, promotora criolla de la Universidad desde hace una década.

Peña pone en evidencia la valentía de los jóvenes y las jóvenes que acudieron a la casa de estudios: “muchos de ellos no habían estudiado bachillerato, e incluso no dominaban completamente el idioma castellano. Le han echado pichón”, afirma, resaltando en particular modo a las mujeres que participaron en la universidad, desde una condición más compleja respecto a sus compañeros. “Yamosewe, del pueblo Ye’kwana, se graduó hace poco y ya está dando clases. También Yadumenedu (Ye’kwana), Shejerume (Uwǫttüją), Merumeru (Pemón) estudiaron allí, aunque no se graduaron. Rosa e Isabel, del pueblo Ye’kwana, también participaron mientras sus compañeros asumían tareas de coordinación en la universidad”.

“No hay que idealizar a la UNEIT, así como tampoco se puede subestimarla, porque ninguna de las dos actitudes aporta. Sin embargo creo que le falta una mayor valoración por parte de las otras universidades y de algunas autoridades. Hay que entender que se inscribe en un movimiento a nivel continental, de formación, desde los pueblos indígenas para los pueblos indígenas; de alguna forma está inspirada en las experiencias de Bolivia, México, Ecuador e incluso de Chile”.

“También, siendo una universidad indígena, la interculturalidad no se da sólo con el mundo criollo, sino a lo interno” destaca Peña. En este sentido, la universidad profundiza y amplía los vínculos entre los diversos pueblos indígenas del país.

“Recuerdo que cuando llegó Samuel Romero, el hijo de Sabino, dijo: «yo pensaba que los únicos indígenas que existían eran los Yukpa, los Barí y los Wayúu». Y luego por ejemplo, Tunitsa, del pueblo Uwǫttüją, solidario con la lucha Yukpa, nos acompañó en el tristísimo recorrido hasta el cementerio en la Sierra de Perijá, donde enterraron a Sabino Romero junto a su padre”.

Jedewanadi

“Mi padre participó en el proceso de fundación de la universidad indígena” cuenta Jedewani – Héctor Asiza, del pueblo Ye’kwana, estudiante recién graduado de la UNEIT. “Escuchaba sus relatos sobre la universidad – qué era, cómo funcionaba, para qué – aunque no era a mí que promocionaba la universidad, sino a mi hermano. Cuando en 2007 me gradué de bachiller, me pareció buena idea ir a conocerla con mis propios ojos, y fui un año como voluntario. Lo que vi me pareció muy importante, y en una reunión con mi comunidad pedí a la asamblea que me dieran la oportunidad de ir a estudiar allí, y me lo aprobaron. Así yo entré allí en 2010”.

“La universidad me hizo volver la mirada hacia mi comunidad, analizar sus problemas y necesidades” relata Jedewanadi, cuyo trabajo de tesis es sobre el conuco Ye’kwana. Se trata de un tema que ha sido objeto de investigación anteriormente “pero desde afuera: viendo, preguntando, analizando, de acuerdo al criterio de quien investiga. Pero mi trabajo aporta desde la totalidad: no son fragmentos de conocimiento del pueblo Ye’kwana. Todo está relacionado”, dice.

“El Ye’kwana se relaciona intimamente con su agricultura. No se trata solamente de «vamos a sembrar para comer». La agricultura Ye’kwana implica conocimientos relacionados al respeto y al equilibrio con la naturaleza y un manejo planificado de los procesos”, a través de los cuales, por ejemplo, el conuco deja paulatinamente de producir para volver a ser selva nuevamente, cuenta Jedewanadi, afirmando que su trabajo es un aporte tanto para su comunidad como para el conocimiento occidental.

Notas: 
[1] La segunda exposición del trabajo, realizada en Caracas el pasado 19 de marzo, ante una audiencia no indígena y ante jurados criollos, responde a fines de intercambio de conocimientos pero sobretodo constituye un requisito exigido por el Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia, Tecnología (MPPEUCT).
[2] Guillermo Guevara de hecho fue uno de los diputados constituyentes indígenas – junto con Nohelí Pocaterra (del pueblo Wayúu) y José Luis González (del pueblo Pemón) – responsables del capítulo sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV).