México, Trump y el cualunquismo

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José Steinsleger|
Buena parte de los tópicos políticos usados coloquialmente suelen agitar el sueño del hombre común. A veces se superponen, otras se dan por sobrentendidos, y el resultado es una gran confusión. ¿Cómo hace entonces el hombre común para orientarse? Puede que se resigne con ironía ( v. gr: andábamos mejor cuando estábamos peor), o puede que celebre el mensaje enviado el domingo pasado a los patriotas de #VibraMéxico (sic), en las redes sociales:

“Aviso a los manifestantes: los señores con casco se llaman antimotines. No son valet-parking”.

Las derechas que se dicen apolíticas detestan relacionar las cosas y tratan a todo líder de masas de populista, si es que no de Hitler en gestación. Pero, ¿qué pasa con el hombre común cuando oye a las izquierdas calificar a un Trump con iguales tópicos?

En la Italia de posguerra, la expresión uomo qualunque (hombre común) alzó vuelo en un variopinto movimiento social llamado Fronte Dell’uomo Qualunque (FDQ, Roma 1945) y su fundador fue el comediógrafo Giancarlo Giannini, autor de un ensayo contra las tiranías.

Giannini proponía la vía intermedia entre capitalismo y socialismo, y el liberalismo económico individual. Pero ojo: cualquier semejanza con el patriótico monigote de #VibraMéxico que en Televisa trabaja de historiador a modo no es coincidencia ni casualidad.

Los cualunquistas de posguerra exaltaban a las capas medias que, sin un partido que expresara sus intereses, resignaban sus horizontes a la familia, el trabajo, la propiedad y la moral, exigiendo mano dura a los luchadores sociales que turbaban-la-convivencia-social-deseada-por-la-mayoría.

El qualunquismo no fue, exactamente, un partido fascista. Aunque, en corto, sus fundadores (entre ellos, Giorgio Macri, abuelo de Mauricio, actual presidente de Argentina) reconocían haberse prestado como masa de maniobra electoral de Mussolini.

En la Constituyente de 1946, el FDQ consiguió 36 diputados. Pero al poco tiempo se disolvió a causa de la obvia incapacidad e inconstancia propia de bases sociales refractarias al compromiso político. Espacio que, con mayor determinación, sería ocupado por los fascistas de verdad que se reorganizaron en el Movimiento Social Italiano (MSI) y la Democracia Cristiana (DC), monitoreada por el Vaticano y el papa nazifascista Pío XII (1939-58).

Simultáneamente, con la mira puesta en la Unión Soviética, la naciente CIA (1947) y los servicios secretos británicos (MI5) creaban el enclave neocolonial llamado Israel (1948), incorporando a sus filas a nazis desocupados de excelencia académica. Y todos juntos diseñaron en Europa la terrorista Operación Gladio, modelo del Plan Cóndor en América Latina (1976).

El cualunquismo francés se llamó poujadismo (1953, de Pierre Poujade), agrupando a los pequeños comerciantes y artesanos que protestaban contra la política fiscal del gobierno y la deshonra de sus tropas a manos de los revolucionarios en Indochina y Argelia. En las elecciones de 1956, los poujadistas obtuvieron 2 millones y medio de votos (9.2 por ciento) y 52 bancas parlamentarias.

En Estados Unidos, el cualunquismo fue tomando forma en la llamada mayoría silenciosa, que en 1969 dio su voto al republicano Richard Nixon, quien logró capitalizar el miedo del hombre común, desconcertado por las fuertes manifestaciones sociales que desenmascaraban el American dream.

Años después, aquel movimiento medio fascista, medio conservador, medio liberal, empezó a recoger sus frutos. Primero fue el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen en Francia (1972), luego el ramillete de corrientes populares que terminaron en el Partido Popular en España (1977) y, por sobre todo, Forza Italia (1994), que al magnate mediático Silvio Berlusconi le permitió ser elegido cuatro veces primer ministro de Italia.

Las izquierdas prestaron nula atención a los devaneos del uomo cualunque. Así como tampoco al Donald Trump ya no del año pasado, sino al joven empresario que en una entrevista filmada de 1981 se preguntó: “Si un actor de segunda (Reagan) pudo llegar a la presidencia… ¿qué me impide intentarlo?”

Volvamos al hombre común, pero ilustrado. Parecería que la franquicia Mario Vargas Llosa & mariachis asociados y el articulista coinciden en algo: criticar a Trump. No obstante… ¿cuáles campanas están sonando en México y América Latina? ¿Las de la unidad nacional de las derechas patrióticas, o las que llaman a las izquierdas teleológicas a despojarse del chaleco de fuerza que lucen desde hace 100 años?

*Publicado en La Jornada