México 2018: pragmatismo y prioridades

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José Steinsleger|
Por omisión o negación, uno de los aspectos que en México restan fuerza al debate político consiste en cruzar ideas poco inclinadas a reparar en la pertinencia de lo sustentado. V. gr.: ideas que a un tiempo, frente a lo que acontece, se anhela o se cree, conllevan la escasa predisposición para indagar en lo que realmente acontece, se anhela o se cree.

Si conozco tu secta, anticipo tu argumentación, decía Ralph W. Emerson (Self-reliance – Autoconfianza–, 1841). Pero Emerson escribió en la época del progreso, cuando las ideologías en pugna revelaban cierta claridad política: liberales versus conservadores; izquierdas versus derechas; ateos versus creyentes, etcétera.

Luego, con la aparición del imperialismo moderno, las cosas se complicaron. Por ejemplo, el filósofo estadunidense Arhur O. Lovejoy (1873-1962) estimó que las definiciones de pragmatismo alcanzaban exactamente el número de 13. ¿Será pragmático detenerse en ellas?

Como los neoliberales detestan la política y las ideologías, presumen de independientes y pragmáticos. En parte tienen razón. Saben que a cambio de un voto, ningún jodido rechazará una tarjeta gratis para el gasto de la semana en el súper.

Sin embargo, ni la independencia ni el pragmatismo per se, ofrecen garantías de claridad ideológica o política alguna. Aunque sí el tipo de libertad y democracia de los liberales contratados por la franquicia Vargas Llosa & mariachis asociados.

En los comicios presidenciales de julio entrante, nuestro país decidirá su futuro mediato. Un país que así como Egipto, India o China carga con 4 mil años de historia y cultura. Pero que a diferencia de aquellos, se halla inmerso en un proceso de centrifugación institucional, balcanización territorial y destrucción nacional.

¿Crimen organizado? Fake news. En México, el llamado crimen organizado obedece a una estrategia planificada en Washington, en coordinación con agentes locales. ¿Corrupción? En este punto, tan manoseado, habría que reparar en el notable comentario vertido por el candidato oficial:

Pregunta: “[…] ¿Usted está dispuesto a investigar casos de corrupción de esta administración, involucre a quien involucre?”

Respuesta: “[…] Tenemos que movernos en un esquema en que la pregunta no sea válida…” (diario español El País, 4/12/17).

Sin duda, entre el primer Cantinflas y la excelencia académica del ITAM cabe un suspiro.

En la primera mitad del siglo pasado, gracias a la revolución (perdón… ¿puedo decir revolución?), México fue un referente de la cultura mundial y, durante 70 años, capital política y solidaria de las fuerzas democráticas, y movimientos revolucionarios de América Latina (1920-90). O sea: un país que se hacía respetar.

¿Cuándo empezó a perderse la brújula? ¿Después del cardenismo (1934-40), cuando los míster amigou (1940-46) se echaron en brazos del crecimiento económico sin desarrollo social (1946-82)? ¿Después del fraude de 1988, cuando alguien alucinó que la pobreza era un mito genial, y se concibió la alternancia como gigantesca fábrica de atole?

Para los pragmáticos resulta indispensable negar que en 2006, también hubo fraude. Año a partir del cual la plutocracia nativa decidió sepultar a México en un osario gigantesco, donde rutinariamente aparecen cabezas sangrantes en coches abandonados y cuerpos colgando de los puentes, en una autopista cualquiera.

Dijo otro filósofo: el búho de Minerva levanta su vuelo al caer la tarde. Por ende, me parece que en julio próximo, antes que sesudos debates entre izquierdas y derechas, habrá que conjurar la posibilidad de que este pueblo no acabe ahuecando el ala, sumergiéndose en el oscurantismo total.

Cuidado: si los fraudes de 1988 y 2006 quedaron atrás, habrá que considerar que en 2012, las derechas consiguieron poco menos de 33 millones de votos (66 por ciento), y las izquierdas poco más de 16 millones (31.5). No vaya a ser, entonces, que el pragmático comentario del magnate estadunidense Warren Buffet continúe dictando cátedra en México: De acuerdo, existe una guerra de clases, pero es mi clase la que la hace y la está ganando.

¿Podrá revertirse la tendencia? Creo que si el único candidato probadamente honesto llegara a ganar en los comicios presidenciales (y no… no todos son iguales), será un acontecimiento revolucionario. Y tampoco pienso teorizar qué entiendo por revolución, pues millones de jodidos pueden hacerlo con más credenciales que el articulista.

En México, la verdadera utopía consiste en recuperar el derecho a la vida. Si suena confuso, repito: el derecho a la vida. Y no habrá tal sin que se ponga freno a la máquina de matar y torturar, junto con un salario digno (incluyente), la resurrección del mercado interno y la recuperación de la soberanía política.

En política, los pueblos ganan de vez en cuando un campeonato y, al día siguiente, tienen que atajar la embestida de sus enemigos. Por lo demás, ningún equipo se impone cuando sale a la cancha sin alegría, y debatiendo las contradicciones estructurales que lo martirizan.