Macron: el gato de Schrödinger/ Oxímoron y gatopardismo

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 Luis Casado-Politika|

La televisión francesa se ha hecho un placer en mostrar declaraciones contradictorias de responsables políticos que, en el plazo de un par de semanas, cambiaron de opinión con la frecuencia que, uno supone, cambian de calcetines.

Emmanuel Macron, el flamante presidente, no es el peor pero no es una excepción. Así, primero le escuchamos declarar “Yo soy socialista”, para luego, –con motivo de su visita en calidad de ministro de Economía a Philippe de Villiers, un ‘noble’ soberanista, cristiano integrista y ultraderechista empedernido–, asegurar con un aplomo increíble: “Yo no soy socialista”.

Cuando el ‘socialista no socialista’, impulsado por su ambición dicen unos, por algunos hombres de negocios dicen otros, decidió abandonar el gobierno de Hollande y anunciar su candidatura al Eliseo, su primera movida consistió en crear un movimiento, según sus propias palabras, “que no será ni de izquierda ni de derecha”.Resultado de imagen para macron presidente

Poco después las cosas se precisaron, si oso escribir, cuando Macron declaró que su gobierno sería “y de izquierda y de derecha”. De ahí lo del gato de Schrödinger. A quienes el nombre de Schrödinger les dice menos que el de Salvador Sobral (“Amar pelos dois”) tengo que precisarles que Erwin fue uno de los pilares de la mecánica cuántica, que también llaman física estadística o probabilística.

La mecánica cuántica es tan rara que Richard Feynman, una de sus figuras más célebres, solía decir: “Si Ud. cree comprender la mecánica cuántica quiere decir que no ha comprendido nada”. En su libro QED: The Strange Theory of Light and Matter, Feynman explica modestamente que para saber cómo se desplaza un fotón los científicos se ven obligados a calcular probabilidades usando herramientas matemáticas que no van más allá de las cuatro operaciones.

Lo simpático es que el comportamiento de lo infinitamente pequeño, materia que estudia la mecánica cuántica, desafía el entendimiento. Así, un fotón lanzado hacia una superficie en la que se ha practicado un cierto número de aberturas, –unas cuantas pequeñas ventanas–, pasa por todas al mismo tiempo. Mi amigo Giorgio Ciucci, profesor de física en el Politécnico de Milán, me lo explicaba mientras devorábamos unas suculentas fiorentine abundantemente regadas con unos vinos Brunello di Montalcino: “Tu debbi capire che le particelle si comportano come particelle”.

Contrariamente a lo que ocurre en el mundo que nos es familiar, una partícula microscópica no se comporta como una pelota de fútbol, de la cual podemos conocer la masa, la velocidad, la energía y la posición en un instante dado. Un electrón, por ejemplo, puede poseer dos velocidades al mismo tiempo, o estar en dos lugares diferentes a la vez, e incluso en más de dos. Es lo que en física estadística, o probabilística, se llama el Principio de Superposición.gato

Para facilitar la comprensiva, Erwin Schrödinger imaginó una curiosa experiencia cuyo laboratorio es la imaginación: encerrar un gato en una caja cerrada. La caja contiene un dispositivo que mata al gato apenas detecta la desintegración de un átomo de un cuerpo radioactivo. Desde afuera es imposible saber lo que ocurre dentro de la caja. El gato puede estar vivo o muerto, sin que quien “observa” la experiencia desde afuera, lo sepa.

Como en el caso de la ecuación que define la posición de un electrón en un momento dado (o describe el desplazamiento de un fotón), los científicos entran el ámbito de las probabilidades. El gato tiene “n” % de probabilidades de estar muerto, y “m” % de probabilidades de estar vivo. O lo que es la misma cosa, el gato está vivo y muerto al mismo tiempo. Es lo que se conoce como superposición cuántica.

Al ser “y de izquierda y de derecha”, Emmanuel Macron es como el gato de Schrödinger. Lo que no debiese sorprender, si uno repara en que los conservadores franceses presentan sus opciones a las elecciones legislativas como “los candidatos de la derecha y el centro”. En plan mecánica cuántica, esos candidatos poseen el don de la ubicuidad. Están a la derecha, y al mismo tiempo en una posición equidistante de la izquierda y de la derecha, que es la definición política del centro.Resultado de imagen para macron asume como presidente

Max Planck, Niels Bohr y Erwin Schrödinger, así como mi amigo Giorgio Ciucci, desconocían la tremenda capacidad pedagógica y el potencial explicativo que se ocultan en la política gala.

Quienes, oliendo ganancias, se precipitan a sumarse al macronismo, comulgan con Deng Xiaoping, brillante precursor de la política cuántica. Deng fue el fundador del “socialismo de mercado”, también llamado “socialismo con características chinas”, que no es sino puro capitalismo pero escrito con ideogramas, la escritura del Imperio del Medio.

El 12 de octubre de 2015, intentando mostrar que en políticas de desarrollo económico no hay diferencias entre la izquierda y la derecha, Macron citó a Mao Zedong: “Poco importa que el gato sea negro o blanco, lo que importa es que cace ratones”. Lo que prueba que su cultura política está p’al gato: quien pronunció esas palabras para el bronce fue Deng Xiaoping, en 1962, lo que le valió algunos años a la sombra antes de acceder al poder en 1978.

En cuanto a Emmanuel Macron, queda por verificar si se revelará como un gato mojado, un gato de campo, o un gato camaleón que de noche siempre es negro. Nosotros, el personal, sospechamos que hay gato encerrado. Para mí que nos pasaron gato por liebre. A partir de una reunión de cuatro gatos.

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Macron: oxímoron y gatopardismo

Resultado de imagen para macron asume como presidenteEditorial de La Jornada|

En su toma de posesión como presidente de Francia, Emmanuel Macron tomó distancia de las actitudes rupturistas que mantuvo como candidato y prometió a sus gobernados una suerte de renacimiento nacional por medio del continuismo, ofreció recuperar la grandeza de Francia y su confianza en sí misma por la vía de la desregulación y el libertinaje de mercado, y ensayó una extraña fusión del patrioterismo de la ultraderechista Marine Le Pen, su rival derrotada en la segunda vuelta electoral del pasado 7 de mayo, con la fe globalizadora que el propio Macron ha pregonado desde siempre.

A primera vista podría parecer que el recién ungido jefe de Estado formulaba una ambiciosa síntesis de posturas tradicionales de derecha y de izquierda en la política francesa y el discurso correspondía plenamente al centrismo extremo que le sirvió al ahora presidente como principal coartada electoral.

Más aún, podría pensarse que las contradicciones discursivas de Macron fueron un intento por construir una actitud incluyente de presidente de todos.

Pero si se cotejan las palabras del nuevo mandatario con los hechos de su antecesor en el cargo, François Hollande, resulta inevitable concluir que, más que una proyección de futuro, el gobierno esbozado ayer por Macron parece más bien una reseña de la labor presidencial del periodo inmediatamente anterior: en efecto, aunque Hollande sea nominalmente socialdemócrata, su administración se caracterizó por una política económica neoliberal; el defensor de los principios de libertad, igualdad y fraternidad se empantanó en una política belicista y neocolonialista que generó, a su vez, un rosario de atentados terroristas en el territorio francés.Resultado de imagen para macron asume como presidente

Por lo demás, resulta difícil imaginar cómo se podría alentar la vocación europeísta de Francia a partir de un patrioterismo ramplón que no se inspira en la Marianne republicana sino en la Juana de Arco del conservadurismo más rancio.

Entre el gatopardismo y el oxímoron, el discurso de Macron parece augurar para su país una mala época de simulaciones y palabras huecas. El nuevo presidente francés no es europeísta sino trasnacional, no es centrista sino de derecha, no le preocupa la población sino el mercado, no es nacionalista sino impulsor de la recuperación del estatuto de Francia como potencia militar y colonial. No es moderno y novedoso, sino convencional.

Y, a juzgar por lo que él mismo dijo, no llegó al poder para transformarlo y menos para democratizarlo, sino para recuperar el vigor de un presidencialismo que sufrió los desgastes sucesivos causados por el cinismo de Nicolas Sarkozy y la falta de brillo de François Hollande.

En suma, las probabilidades de un renacimiento económico, político y social de Francia bajo la conducción de Emmanuel Macron parecen ser sumamente reducidas.