Libia, un estado en descomposición

JUAN GUAHÁN| En Libia, el país que está en la costa africana del Mediterráneo, siguen transcurriendo momentos excepcionales. El asesinado líder Muamar Kaddafi había logrado, en algunas décadas y merced al control del petróleo, colocar a esa región al frente de todos los países africanos, en materia social y educativa.

Pero el interés por ese petróleo -unidos a los vaivenes de sus alianzas- acabó con su poder, su vida y ahora amenaza con disgregar al propio país, dueño de tanta riqueza.

Cirenaica, una de las tres regiones de ese país -justamente la que se encuentra sobre el Mediterráneo- donde se aloja más de los 2/3 de la totalidad del petróleo libio y donde se radican la mayoría de las grandes empresas petrolíferas occidentales, ahora pretende su autonomía. Allí, en su capital –Benghazi- fue donde se iniciaron los enfrentamientos que, apoyados por la OTAN, acabaron con Kaddafi. Mientras 12 mil soldados norteamericanos cuidan esos pozos petroleros, los sectores que pergeñaron toda esta maniobra entienden que llegó el momento de ir por más. Ahora aparece la reivindicación de una mayor autonomía para el manejo de sus recursos –particularmente el petrolero- y se creó un Parlamento y Ministerios propios (de Finanzas, Defensa y Petróleo).

Colocaron al frente de la presidencia del Consejo Provincial a un familiar del último rey Sidi Idris. Se trata de un descendiente de aquel Jeque que en el siglo pasado se rindiera ante el avance de las fuerzas italianas de Benito Mussolini. En reconocimiento de ese “gesto” le dieron el título honorífico de Emir de Cirenaica. Durante la II Guerra Mundial sirvió, como mascarón de proa, a los aliados quienes lo instalaron como mandatario de Libia. Gobernó como Idris I, hasta que su poder fue liquidado por la Revolución encabezada por Kaddafi.

Las actuales “autoridades Libias” del autodenominado Consejo Nacional de Transición (CNT), cumplido su rol de dar cobertura a la intervención extranjera, fueron ignoradas. Declararon su oposición a la autonomía regional de Cirenaica y ahora manifiestan que en estos hechos –que pueden conducir a la desintegración de todo el país- hay “intereses foráneos”. ¡Tarde para darse cuenta!

Así transcurre el doloroso momento actual de una cultura milenaria por donde transitaron los poderes de egipcios, fenicios, romanos, otomanos. Un lugar donde estuvo asentado, varios siglos antes de Cristo, uno de los centros artísticos e intelectuales más importantes del mundo griego. Allí nació y alcanzó su máximo desarrollo una corriente filosófica, conocida como escuela cirenaica, que promovía una doctrina hedonista asentada sobre el principio que la felicidad consiste en la suma de los placeres humanos.

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