Las corporaciones mediáticas y su papel clave en la Restauración Conservadora en América Latina

Karen Méndez|

Entre 2013 y 2014, Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, alertó sobre el peligro de una posible Restauración Conservadora en América Latina. Advirtió que el principal enemigo de la corriente progresista y de izquierda que gobernó la región desde 1998, en la conocida “Década ganada”, no eran los políticos de la derecha, sino sus grandes empresas de comunicación.

Hoy, a unos 5 años de esa advertencia, vemos que la historia le dio la razón a Correa y que la Restauración Conservadora en América Latina ya es un hecho. ¿Cómo la derecha logró esa restauración?, ¿cómo lograron revertir y acabar, casi de un plumazo, con tantas reivindicaciones sociales, políticas y económicas que se conquistaron en una década con el esfuerzo de tantos?.

La principal táctica de EEUU y sus aliados fue sustituir golpes militares por operaciones psicológicas. Fue por esa razón que suplantaron a desprestigiados y desgastados partidos políticos tradicionales por empresas de comunicación. Ya no eran los viejos dirigentes políticos de la derecha enfrentándose a Chávez, Lula, Kirchner, Ortega, Evo, Correa o a Fidel. No. Eran delicadas y hermosas presentadoras de televisión y supuestos “connotados analistas” los que estaban en la primera línea de combate satanizando las reformas agrarias, el control de empresas por parte de los trabajadores, la democratización del espacio radioeléctrico, las luchas obreras, el reconocimiento de los pueblos indígenas, la recuperación de los recursos naturales, el derecho de organización y autodeterminación de los pueblos. Cualquier medida que tomaron los líderes progresistas para defender la soberanía de sus pueblos por lograr una justa y equitativa redistribución de los ingresos fue inmediatamente satanizado por estas grandes empresas de comunicación.

Desde 1998, estas grandes empresas, controladas en algunos casos por EEUU y sus aliados, y en otros casos por poderosos empresarios, siguieron al pie de la letra el manual nazi que ideó Joseph Goebbels para distorsionar la realidad, controlar la mente de algunos y así volver a manejar una región que creían su patio trasero, una región, que de acuerdo a datos de la CEPAL, posee la mayor diversidad biológica del mundo, 65% de las reservas de litio, 49% de plata, 44% de cobre, 33% de estaño, 20% de las reservas de petróleo del planeta, una quinta parte de los bosques a nivel global, un 12% de la tierra cultivable del mundo y un tercio de las reservas de agua dulce del planeta.

Este plan de manipulación comunicacional, bastante denunciado en su momento por analistas de medios, consistió en la repetición de mentiras hasta convertirlas en una verdad, crear un enemigo único: “Hugo Chávez y sus aliados rojos”, convertir cualquier anécdota de estos mandatarios en una amenaza grave para el mundo, exagerar o desfigurar la realidad, inventar otras mentiras cuando eran desmentidos o desenmascarados, divulgar historias apelando a las emociones más primitivas de los ciudadanos para evitar en todo momento que la gente razonara, utilizar un pool de supuestos analistas independientes, que pensaban todos igual, para supuestamente mostrar la pluralidad de opiniones,  silenciar a todo el movimiento popular latinoamericano, ocultar cualquier información que permitiera comprender que estos gobiernos estaban distribuyendo justa y equitativamente las riqueza de la nación para garantizarles una vida más digna, menos injusta a todos sus ciudadanos.

Todas estas operaciones psicológicas fueron aplicadas por más de 15 años, pero sus primeros frutos se empezaron a ver a partir del año 2009. Fue Honduras el primer gran y frontal campo de batalla comunicacional. El 28 de junio de ese año, apareció el Presidente Manuel Zelaya en calzoncillos en Costa Rica denunciando que un grupo de militares lo sacó de su casa mientras dormía, lo metió en un avión con rumbo a Costa Rica y se tomó el poder por asalto.

Los medios de comunicación en el momento, principalmente CNN, el diario El País, El ABC y todos los demás agrupados en la Sociedad Interamericana de Prensa y en el Grupo de Diarios de América, hablaban de una “sucesión forzada”, al Presidente usurpador lo llamaban “Presidente interino, designado o de transición” y justificaban el golpe de estado diciendo que Zelaya quería cambiar la Constitución para eternizarse en el poder.

Fueron estas grandes empresas de comunicación las que legitimaron a los usurpadores, las que difundieron una falsa renuncia de Zelaya y las que ocultaron la terrible y cruel represión que sufrió el pueblo cuando salió a las calles para oponerse al golpe. Quedará grabado para la historia que fueron estos medios  los que apoyaron y silenciaron la censura informativa que impuso la dictadura de Michelletti cerrando medios de comunicación a punta de fusil como hicieron con Radio Globo y la televisión estatal hondureña Canal 8.

En medio de tanta mentira y tanta barbarie, los únicos medios de comunicación que cumplieron una labor informativa rigurosa, ética y apegada a la verdad fue Telesur y los medios comunitarios y alternativos del continente. Si no hubiera sido por Telesur y esta red de medios comunitarios y alternativos el mundo nunca hubiera visto cómo quedó la casa de Zelaya y se siguiera pensando que el Presidente renunció, tal como lo decía CNN y sus aliados. Sin Telesur nunca se hubiera escuchado a la resistencia hondureña, nunca hubieran visto sus multitudinarias marchas que en muchas ocasiones hicieron retroceder a los militares golpistas.

Fue mucho lo que hicieron Telesur y los medios comunitarios y alternativos por difundir la verdad que se vivió durante el golpe en Honduras, sin embargo, la mentira y la barbarie se impusieron. Zelaya quedó fuera del poder, al pueblo se le sometió a punta de bala, la derecha volvió a gobernar y Estados Unidos volvió a controlar este territorio, que durante tantos años le ha servido como base militar y como laboratorio para desestabilizar a otros países progresistas de la región.

Tres años después, un nuevo golpe de estado se daba desde EEUU contra América Latina. Esta vez era contra el Presidente de Paraguay, Fernando Lugo a quien le acusaban de ser el responsable de la Masacre de Curuguaty, un operativo policial para desalojar a campesinos que acabó con el trágico saldo de once campesinos asesinados y 6 policías fallecidos.

Al Presidente Lugo no le permitieron ejercer su defensa y explicar la confusa situación, sino que el Congreso, controlado por la derecha, convocó un juicio exprés mientras las empresas de comunicación se encargaban de lincharlo mediáticamente. Y así,  sin presentar pruebas, con acusaciones falsas y violando a toda vista el debido proceso, lo sacaron del poder. Los medios, una vez más, no informaron sobre un golpe de estado, sino que lo vendieron como una “destitución parlamentaria”.

Estos dos triunfos políticos de la derecha, logrados gracias a la labor de estas empresas de comunicación, fueron tan sólo el abrebocas de la Restauración Conservadora en el continente. A esto se sumó una secuencia de hechos de impacto para la región: la lamentable enfermedad de Hugo Chávez, la sorpresiva muerte de Néstor Kirchner por un infarto fulminante, los errores y contradicciones internas de la izquierda que empezaron a agudizarse, la crisis económica mundial que se inició en 2008 en EEUU da fuertes coletazos en América Latina, la guerra comunicacional y las operaciones psicológicas se radicalizan; luego muere Chávez, Maduro asume la Presidencia en Venezuela, pero no logra alzar el vuelo, empieza a cometer innumerables errores estratégicos y tácticos en medio de un acoso por parte de empresarios y de la derecha más violenta y reaccionaria. Ni Correa ni Evo ni nadie asume el liderazgo continental que dejó Chávez, se va desmoronando UNASUR, que prácticamente ya ni se nombra ni se sabe si sigue existiendo, EEUU ataca sin piedad a Venezuela con sanciones y se recompone la derecha latinoamericana.

Mientras todo esto sucede, los grandes medios hacen festín y empiezan a posicionar la necesidad de un cambio. Ese cambio lo representaban nuevas caras de políticos que traían consigo planes totalmente opuestos a los intereses del pueblo, planes viejos y ya fracasados en la historia de América Latina y del mundo.

Fue en medio de este panorama como llegó Mauricio Macri a la Presidencia, cómo poco después dieron un golpe de estado contra la primera Presidenta mujer de Brasil, Dilma Rousseff, cómo empezaron a perseguir judicialmente al ex presidente Lula Da Silva y a la ex mandataria argentina, Cristina Fernández de Kirchner; y cómo hemos visto a un Rafael Correa que quedó lejos de su país denunciando una traición de su sucesor, Lenin Moreno.

Mientras todo eso sucedía, en Colombia, la guerrilla más grande y antigua del mundo, las FARC, firman un Acuerdo de Paz con el gobierno de Juan Manuel Santos. Después de más de 50 años de lucha deponen las armas y apuestan por seguir defendiendo sus ideales desde la política. Pero, como siempre, los mayores enemigos de la paz de ese país, que no son sólo son los dirigentes de la derecha, sino también las grandes empresas de comunicación, como RCN y Caracol, siguen apostando por el odio, la intolerancia y la confrontación.

Sobre Argentina, Brasil y Honduras, que tanto acapararon titulares cuando gobernaban los mandatarios progresistas, ya no se dice nada. No explican ni ahondan sobre el masivo rechazo de los argentinos contra los recortes a las pensiones de los jubilados, contra el elevado aumento de las tarifas de todos los servicios públicos y contra el resurgimiento de las desapariciones forzadas como sucedió con Santiago Maldonado. No hablan sobre la presa política de Macri, Milagros Salas, sobre la excarcelación de represores y genocidas de la última dictadura militar, sobre la sistemática represión contra el pueblo mapuche o sobre el cierre de innumerables medios de comunicación y censura contra los periodistas que son incómodos al Gobierno de Macri.

Sobre el alto índice de desempleo en Brasil, los escandalosos casos de corrupción, la agresión a campesinos, la reforma laboral que deja desprotegidos a los trabajadores y los bajísimos índices de popularidad del Presidente Temer, las empresas de comunicación tampoco hablan. Para ellos no es noticia que un pueblo se esté movilizando continuamente contra las medidas neoliberales de un Presidente que usurpó el poder tras un golpe de estado.

A Honduras la sacaron de su agenda informativa y han querido pasar agachados sobre el mega fraude electoral que recientemente protagonizó el candidato apoyado por EEUU, Juan Orlando Hernández, para reelegirse como Presidente.

Ya las grandes corporaciones mediáticas no hablan de esos países. Ya se instaló el cambio que ellos promovieron y ahora impera el silencio, el ocultamiento de información. De la ola de gobiernos progresistas sólo queda Evo en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela y la Revolución Cubana. ¿Irán por ellos durante el 2018? Eso se sabrá cuando empiecen a poner repetitivamente a estos países en sus titulares.

Mucho se advirtió sobre el peligroso papel que jugaban las grandes corporaciones mediáticas en los procesos de transformación en América Latina, mucho se combatió y muchas propuestas y proyectos surgieron. Pero, aunque duela admitirlo, la verdad es la verdad: las corporaciones mediáticas cumplieron bien su trabajo y la Restauración Conservadora en América Latina es ahora una realidad.

El desafío que tienen en este momento los gobiernos progresistas que quedan en la región y del movimiento popular que los acompaña, será detectar sus fallas, sus fortalezas y establecer un plan conjunto, y concreto, sobre cómo recuperar todas las conquistas alcanzadas en la “Década ganada” y cómo definitivamente contrarrestar o neutralizar a estas corporaciones mediáticas que seguirán en su plan de quitar y poner Presidentes de acuerdo a los intereses de sus dueños.