La Marcha Patriótica en Colombia: De la miseria a la esperanza.

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JUAN ALBERTO SÁNACHEZ MARÍN|  La preventiva criminalización de la Marcha Patriótica, la puesta en circulación de toda clase de rumores asociándola con la guerrilla de las FARC, la exacerbada muestra por la televisión de pruebas de utilería al respecto, las declaraciones apresuradas del Mayor General Sergio Mantilla afirmando que la Marcha podría estar infiltrada o dando a entender que eso era un hecho porque existían bíblicas pruebas desde los tiempos de la operación Sodoma, revelan que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y el estamento militar hacen un solo cuerpo en el propósito de cruzarle el pie a los marchantes.
Con una reelección aún no dicha por los medios, pero ya declarada por los hechos, un fenómeno social como la Marcha Patriótica alarma. En un país en el que la realidad apenas es lo que pasa de la clase alta para arriba o las salvajadas que algunos desadaptados de los estratos 0, 1, si acaso 2, cometen en riñas, atracos o contra sus propias compañeras (como si en los otros estratos la violencia intrafamiliar, por ejemplo, no fuera tanto o más grave), o en su papel de forzados reclutas víctimas o subversivos desalmados, asustan tantísimos actores sin guión, procedentes precisamente de la franja tan grande que es aquel país invisible. El negado, el innombrable.

No en vano se apresura (¿e improvisa?) el predecible movimiento de fichas ministeriales que apalancan las aspiraciones del presidente. O se sacan cien mil viviendas debajo de la manga. Cien mil que debieron ser más, porque si el déficit de vivienda alcanza 1,2 millones y crece al ritmo desaforado de 250 mil al año (sin tener en cuenta que hay 2,6 millones de compatriotas con la casa a punto de caerse, según el censo de 2005, lo que trasluce que unas cuantas ya deben estar en tierra), la cifra anunciada no pasa de ser un paño de agua tibia (1). O muchas menos si se nos ocurre relacionar la buena nueva con los 526 mil subsidios de vivienda prometidos por el gobierno en sus inicios, que ahora, quemada en pólvora la mitad del trayecto, a duras penas van por los 17.302 entregados. (2)

¿Bullaranga mediática contra una marcha que habla de una segunda y definitiva Independencia? ¿Zanahorias para despistar lo que puede ser un pensamiento con inusitada presencia en las urnas? Sea lo que fuere, acostumbrados como estamos a que el último en la cola se cuela de primero, pocas cosas tan molestas como un Movimiento de confluencias sociales y populares. El alcalde Gustavo Petro y sus progresistas le dejaron claro al país que una cosa es lo que indican las tendencias, los expertos y los medios masivos, y otra lo que dictamina la realidad. Una cosa piensa el burro, otra…

Muy grave en un momento en el que las encuestas no son halagüeñas para el gobierno y en el que el canto de sirena del TLC no tiene cuerda para hermosear nada. Ni siquiera a las mentiras del tratado le alcanza este gobierno a sacar provecho, pues a la mayor parte de los poquísimos sectores beneficiados los coge con los pantalones abajo y a todos con la estantería en el piso: Sin puertos, sin infraestructura vial ni ferrocarrilera, ni fluvial, mejor dicho, sin la pregonada prosperidad necesaria para tener una mínima competitividad, la que en medio del más escandaloso subdesarrollo debería presentársele (¿representársele?) a los Estados Unidos.

Ahora que el presidente empieza a terminar algunos platos de las viandas opíparas del poder, ve pender machetes de Damocles sobre su cabeza. Alguno penderá de un pelo de la crin de Crespón, que con unos cuantos meneos esquiva. Sin embargo, él es consciente de que la liebre salta desde cualquier matorral.

Una cosa es un twittero montado en un caballo, aunque de paso, muerto, y aunque algo azaroso manoteando sobre el lomo tieso, muy venido a menos, con los vasallos en desbandada o encarcelados, los alfiles prófugos, pagando escondederos a peso, y sus mafiosos, paramilitares y corruptos negociando gatos por liebres con el estado.

Y otro asunto son más de ochenta mil marchantes hastiados, desesperados, pateados, a la vez ansiosos por buscar otros caminos, dispuestos a andar cientos de kilómetros sólo para hacerse sentir diciendo a viva voz su trino desgarrado: “Estamos acá, ¿y qué?”. (3)

Más aún: Cuando ese conglomerado de gente no es una organización, sino más de mil setecientas; no es un gremio, sino muchos; no es un sector, sino todos; no es una región, sino Colombia.

La Marcha Patriótica, es verdad, tiene varios problemas elementales, de la misma manera que los tuvo la extinta Unión Patriótica, cuya falta de recordación sería inexcusable: Es legítima, constitucional y legal. Lo señala su propia Junta (4) y lo constatan los testimonios de trabajadores participantes, obreros, desplazados, estudiantes, indígenas, intelectuales, en fin, desperdigados en televisoras comunitarias, radios y demás medios independientes, cuyo compromiso con la búsqueda de una solución política al conflicto social y armado resulta evidente.

Problemas porque en Colombia la legalidad sirve para darle carisma a los entuertos, la Constitución para torcerla y saltársela, y apenas es considerado legítimo lo que convalida el desborde institucional y los abusos de quienes ejercen el poder.

Cualquier proyecto en contravía es un atropello a la razón. Fuera de la cerrada plataforma: Planteamiento de platelmintos.

Aquí la única oposición bien vista es aquella que hace parte del circo de la Unidad Nacional. Más avanzará a partir de hoy el ministro de vivienda Germán Vargas Lleras en la construcción de sus casas en el aire que lo que él mismo sentado en su oficina y con todo a la mano adelantó hasta ayer como ministro de Interior para dotar al país de un Estatuto de Oposición (y de gobierno, por supuesto).

La marrulla entretiene las audiencias endilgando culpas y desidias al azar. Y los peligrosos crédulos juran y re juran que es culpable el Polo más cruel, que jamás mereció ser partido y va por ahí engañando gobiernos… Algo así.

De qué modo molestan las garantías y los equilibrios en este país y cuánto agradan los eufemismos que permiten tildar de contrarios a quienes no lo son. Tenemos de opositores a los que le protestan al gobierno por un ministerio, a lo sumo. A los que callan y otorgan. Y es oposición la que con otros hace lo mismo.

Al presidente Santos le gustan mucho ese tipo de retóricas justicieras del poder con falsos destellos de alternancias y participación. Cuestión que le viene de sangre, quizás, desde los tiempos del tío abuelo Eduardo (5), adalid y fundador del Frente Nacional, ese explícito reparto patrio de yo con yo durante 16 años.

Gobierno, militares, grandes industriales y empresarios, altos dignatarios de la iglesia o las iglesias, también ven la más conspicua expresión de la democracia en esta uniformidad mal disimulada.

Expresiones nacidas y criadas en el subsuelo social, como la Marcha Patriótica y todo lo que arrastra de posibilidades, constituyen una amenaza para el statu quo.

Un sistema que ha hecho tantas cosas mal, que ha dañado a tantos y tan de seguido, tiene rabo de paja. Hay que reconocer que el presidente Santos lo sabe bien y actúa en correspondencia con ello. Es mas listo que varios de su clase y por eso hasta lo consideran traidor. Godofredo Cínico Caspa es uno de ellos (6).

En el mundo del póker, de faroles, semi – faroles y demás de Juan Manuel Santos, la Gran Revolución Agraria de la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras (7), las ayudas de Colombia Humanitaria para los damnificados por el invierno, los subsidios y créditos para la educación superior hasta del 100% para los estratos 1, 2 y 3, el generalizado rescate de pobres que evitando evasiones de impuestos hará chillar a 80 mil colombianos ricos, lo mismo que las cien mil casas gratis, no son otra cosa que aparentar mucho con nada o casi nada en las manos.

Ofertar harto para terminar dando menudencias al final de este período presidencial y generar la necesidad de la continuidad. El mismo truco que Uribe puso en práctica con represión cerril, Santos lo lleva a cabo con su “revolución” de naipes.

Estremece que esta Marcha Patriótica, al estilo de las de la primavera árabe, si bien puede ser una marcha de personas tajantes en el pensamiento, en las propuestas, no lo es de radicales en el comportamiento, como lo desearon unos, para haber desprestigiado y reprimido el Movimiento en ciernes desde antes de despuntar.

Viendo los riesgos de este Movimiento naciente, más que buscarlos atrás, en el pasado largo de un país que se reinventa día a día, o al lado, de donde muy probablemente habrán de venir las voces intimidantes, los ultimátum amenazadores, o, esperemos que no, las balas asesinas, el verdadero peligro yace alto: En fuerzas con mucha autoridad para la provocación y la descalificación. Porque ser siniestro en Colombia requiere un buen cargo, exige misa diaria, demanda tener medios o aparecer en ellos.

El presidente Santos se refirió hace un tiempo a la “mano negra” que amenaza la reparación de las víctimas y la restitución de sus tierras (8). Pues bien, ahora han de ser varias las fuerzas oscuras que no tardarán en empezar a operar (9). Como dijera alguna vez Otto Morales Benítez, la paz tiene “enemigos agazapados”. Él mismo fue uno de ellos cuando los procesos de paz de Belisario Betancur.

Están agazapados en las cumbres de las Fuerzas Militares, de la Procuraduría, de la Cámara de Representantes, del Congreso de la República y del mismo gobierno, o en sus casas por cárcel, o en complejos policiales, o en las presidencias y gerencias de grandes medios. O encubiertos en las oficinas de pujantes bancos e industrias, de las empresas multinacionales o de las embajadas amigas.

No son numerosos, no son tantos como los que tratan de hacernos creer y son muchísimos menos de los que ellos mismos creen que son. Pero tienen una enorme disposición para el perjuicio. Y en el río revuelto de la patria se les facilita poner en práctica su capacidad para violentar cualquier proceso     que difiera de su ideología, un credo que no yace en el abstracto mundo de las ideas, sino en la tenencia de la tierra, la posesión de los capitales, el usufructo perpetuo de las riquezas, el absoluto control de los hilos del poder.

El principal mecanismo de obstrucción es la violencia, que tan bien nutren sus otros beneficiarios: los fabricantes, los traficantes, los negociantes, los usuarios de las armas. Pero la violencia tiene muchas formas y presencias, y la armada no es la peor ni la causa de nada. Es despojo, masacres, genocidios, sí, pero la acentúan y perpetúan leyes indebidas, errátiles interpretaciones jurídicas, amañadas disposiciones, constreñimiento de libertades, injusticias sociales de toda clase.

La Marcha Patriótica determinó el despliegue de miles de policía de élite. ESMAD que no pudieron desmadrarse. Tal vez el acaecimiento rápido de la Marcha no dio tiempo a otra clase de infiltraciones en realidad peligrosas, como ha sido tradicional en este tipo de manifestaciones populares, de elementos desestabilizadores que simulan la pertenencia a organizaciones armadas y justifican la represión.

Entonces hay que echar mano de otros recursos. La sospecha se transforma en el crimen. La rebelión, un útil comodín. Tres conversando en la esquina o dos chateando más de la cuenta (lo que se fija con facilidad según el número de bits trocados) son el intento de algo, después sabremos de qué. Convocar a una manifestación conduce a la cárcel y la resistencia pasiva es un delito, como lo pretende por estos días el ejemplar PP español (10).

Más allá de los importantes guías entroncados desde los inicios o que se han venido adhiriendo, el Movimiento que se avecina empezó a hacerse sentir desde hace años. No ha surgido por generación espontánea ni ha sido sacado de ningún sombrero.

Tal vez el presidente Santos escuchó no hace mucho sus pasos de animal grande, pero los movimientos sociales en Colombia tienen una larga tradición de organización y de lucha por la reivindicación de sus derechos. Y de un reguero de muertos a la vera de ese camino. Son movimientos de todas las clases, alcances y tamaños, que agrupan campesinos, indígenas, trabajadores, artistas, comunidades, en la Costas Pacífica y Atlántica, en los Llanos, en los Andes, al centro, en la región cafetera, en Chigorodó o en Bogotá.

La Marcha, que es Movimiento, que es Partido, de miles, cien miles, millones, y que será lo que sus componentes quieran que sea, expresa inclusión, dignidad y soberanía. El grito de Independencia de 1810 desembocó en una Patria Boba que todavía no acaba. Barak Obama, Leon Panetta, Ehud Barak, hasta Rajoy, acaban de visitarnos y de ratificar que nos siguen viendo como las colonias que nunca hemos dejado de ser: No somos los aliados, somos los sometidos. Y estas lomas y planicies están llenas de virreyes, fuerzas especiales extranjeras, transnacionales auríferas y petroleras, BM’s, FMI’s, USAID’s que lo reafirman.

Más de doscientos años después, es hora de otra cosa.

Los liderazgos significativos y reconocidos de Piedad Córdoba, Iván Cepeda, Carlos Lozano, Andrés Gil, Gloria Cuartas, Jaime Caicedo, Patricia Ariza y otros voceros más, son sólo puntas de icebergs grandes, que vienen de lo más profundo y olvidado de este país, no tanto porque estén adentro (que lo están) de las selvas heridas y heredadas de José Eustasio Rivera, o en los vivos desiertos legendarios de la Guajira de Eduardo Zalamea Borda, o en los caseríos perdidos de ese Chocó que una vez asombró al joven Gabriel García Márquez, sino, sobre todo, porque están enfrente y no los vemos.

Vienen, más bien, de la ciudad de ciudades que representa la Bogotá de José Antonio Osorio Lizarazo, en la que están “esos antros de pobrería donde se aglomeran familias enteras con sus chiquillos, sus perros, sus cerdos y sus harapos”. No vamos ahora “a pasear un poco por entre la miseria”, como dice el olvidado escritor en sus Mansiones de Pobrería. (11) Ahora tanta miseria ha llevado a que un país entero salga a las calles y plazas y exista. Es la Marcha Patriótica en pleno Movimiento y con todo el calendario delante.

NOTAS:
(1)  “En siete semanas estaría la ‘primera piedra’ de las 100 mil viviendas gratis”. Revista Semana. 26 de abril de 2012. http://bit.ly/Jtgvuh
(2)  Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en el Congreso de la República de Colombia. 24 de abril de 2012.  http://bit.ly/Imj4wk
(3)  Los grandes medios en el país reconocen la participación de la mitad (40 mil), lo que permite suponer que el dato divulgado por la Marcha se queda corto y que los congregados pudieron ser aún más.
(4)  Portal de la Marcha Patriótica. Comunicado frente a las afirmaciones del señor Presidente. http://bit.ly/IcBaGQ
(5)  Eduardo Santos Montejo. Presidente de Colombia entre 1938 y 1942. Dueño durante varias décadas del periódico El Tiempo. Eduardo Santos era hermano del escrito Enrique Santos Montejo “Calibán”, abuelo del actual presidente colombiano. http://bit.ly/hGBbhj
(6)  Personaje de ficción creado por Antonio Morales Riveira y magistralmente personificado por el humorista Jaime Garzón, asesinado por los paramilitares, que expresa la manera de pensar y actuar de buena parte de la oligarquía colombiana.
(7)  “Robledo vs Restrepo: la pelea por la verdadera ‘revolución agraria’. La Silla Vacía. 11 de febrero de 2012. http://bit.ly/Khm7r1
(8)  “Mano negra amenaza proceso de restitución de tierras: Santos”. El Espectador. 4 de diciembre de 2011. http://bit.ly/rQmRcM
(9)  Tempranamente lo hicieron: “Defensoría del Pueblo denuncia desaparición de líder de Marcha Patriótica”. Revista Semana. 27 de abril de 2012. http://bit.ly/ImS7zj
(10)  “Convocar algaradas por Internet llevará a la cárcel a sus promotores”. El Mundo, España. 11 de abril de 2012. http://mun.do/Is8ZC0
(11)  OSORIO LIZARAZO, José Antonio. “Novelas y crónicas”. Instituto Colombiano de Cultura, Biblioteca Básica Colombiana, 1978. Bogotá, Colombia.

*Periodista, cineasta y realizador de televisión colombiano.