La experiencia chavista: los asuntos espinosos y las lecciones

Steve Ellner-Monthly Review|

La experiencia venezolana de casi diecinueve años de radicalización, extrema polarización social y política, e insurgencia derechista ofrecen lecciones valiosas para la izquierda. Como tal, debe ser sujeto a un debate constructivo alrededor de los problemas y desafíos que se perfilan como de mayor trascendencia.

La tarea de identificar los errores con precisión – sobre todo cuando están analizados en el contexto de la hostilidad inexorable proveniente de la derecha – cumple con una segunda función. Sirve como correctivo a la condena absoluta y a las críticas exageradas al gobierno de Nicolás Maduro que provienen tanto de la derecha como de sectores de la izquierda.

Así que el artículo siguiente tiene dos objetivos. Arroja luz sobre algunas lecciones que se pueden aprender de la experiencia chavista. Y segundo, propone contextualizar los errores que han sido cometidos. En el proceso, el artículo cuestiona la noción de que los líderes chavistas desprecian la democracia y/o son gobernantes incompetentes – opiniones que pasan por alto la complejidad del proceso de lograr el socialismo por medios democráticos.

En los recientes meses, algunos izquierdistas venezolanos como el grupo “Marea Socialista” – que se retiró del partido gobernante, Partido Socialista Unido (PSUV) – como también algunos analistas en el extranjero se han distanciado del campo chavista. Ellos ahora defienden una posición que se puede describir como “dos males en un mismo saco” en cuanto a Maduro y la oposición de la derecha. (1) Esta línea de pensamiento pierde credibilidad cuando se toma en cuenta el contexto, específicamente los ataques sin cuartel contra los gobiernos chavistas que datan casi desde el momento que Chávez asumió la presidencia en 1999. El trato equilibrado por parte de estos ex-chavistas, que critican el gobierno y la oposición en términos iguales, es poco convincente dado el hecho que un lado desde el primer momento era el agresor y el otro fue el agredido, y como resultado adoptó medidas que a la larga tenían impactos negativos.

Quizás nunca en la historia un gobierno elegido ha encarado los enfrentamientos y una polarización tan aguda, y en el transcurso de un periodo tan largo, como durante estas dos décadas. Tampoco un gobierno democrático (“democrático” definido aquí en el sentido de la “democracia constitucional”), ha enfrentado una agresión de fuerzas tan poderosas y una hostilidad tan intensiva y constante durante un periodo extendido. Los adversarios incluyen las principales organizaciones empresariales venezolanas, el gobierno de EEUU, la Organización de Estados Americanos, la jerarquía de la iglesia católica, las autoridades de las universidades públicas y privadas, y los medios de comunicación comerciales, conjuntamente con la clase política y dirigentes sindicales tradicionales. Algunas acciones hostiles incluyeron el golpe de estado de 2002 y el paro patronal de 2002-2003 – ambos promovidos por los empresarios – la violencia paramilitar desde 2002 al presente, y la negación de reconocer los resultados oficiales electorales, aun aquellos certificados por el Centro Carter.

La beligerancia ha sido más intensiva bajo la presidencia de Maduro, que carece del carisma de Chávez y consecuentemente es más vulnerable. El día que Maduro fue elegido presidente el 14 de abril de 2013, el candidato perdedor Henrique Capriles pidió que sus seguidores expresaran su “arrechera”, teniendo como resultado la muerte de diez chavistas incluyendo un policía. La violencia callejera política tipo foquista llamada en Venezuela “la guarimba” data de 2003, pero ha escalado bajo Maduro; las protestas de tres meses en 2014 incluyeron brigadas armadas, una táctica que asumió proporciones militares aún mayores entre abril y julio de 2017.

La agresión de Washington contra los gobiernos de Chávez y Maduro demuestra que la diferencia entre los Republicanos y Demócratas en materia de política extranjera es de estilo, y a veces ni siquiera eso. La administración de Bush apoyó rotundamente el golpe de estado y la huelga general de 2002-2003. En sus primeros meses como presidente, Obama creó una gran expectativa con su encuentro amigable con Chávez, que le entregó una copia de “Las venas abiertas en América Latina” de Eduardo Galeano. Pero Obama terminó emitiendo la notoria orden ejecutiva que caracterizó a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria” a la seguridad nacional norteamericana. Y bajo Trump, el director de la CIA Mike Pompeo ha admitido que trabajaba con los gobiernos de México y Colombia para tratar de lograr un cambio del régimen en Venezuela. Aunque la duración de estos retos no tiene equivalente en la historia de las democracias liberales, las lecciones son universales. Los desafíos que enfrentan los izquierdistas venezolanos en el poder son lo que podría esperar cualquier gobierno democrático que está comprometido con el socialismo y que avanza tanto como Chávez. En este sentido, la experiencia venezolana con sus errores y logros son más instructivos para la izquierda en los países democráticos que fueron las revoluciones en la Unión Soviética, China y Cuba.

La experiencia venezolana demuestra la necesidad para los socialistas que llegan al poder por medios electorales, por lo menos inicialmente, caminar sobre una cuerda floja. Por un lado, en el nombre del realismo y frente a un enemigo despiadado, el gobierno chavista se dio cuenta que era necesario hacer concesiones: alianzas pragmáticas con empresarios cuya amistad resultó ser interesada, y prácticas populistas hacia el sector popular, algunas de las cuales derrocharon recursos. Por otro lado, fue necesario activar la base del movimiento chavista y los movimientos sociales al demostrar un compromiso firme al cambio verdadero y un comportamiento principista. En mi opinión, en esa cuerda floja el gobierno se ha inclinado demasiado en la dirección del primero a costa del segundo.

Sin embargo, el uso de la metáfora la “cuerda floja” no tiene como fin sugerir que el gobierno es simplemente oportunista o que carece de aspectos redimibles. Mi argumento principal es que en situaciones tales como la de Venezuela en la actualidad cuando las condiciones objetivas no son favorables, las opciones para la izquierda en el poder son limitadas. Pero durante circunstancias más favorables, como existieron en la época de Chávez y Maduro en varias coyunturas, el gobierno no ha debido darse el lujo de permanecer pasivo. Todo lo contrario, en esas situaciones el gobierno tiene que actuar agresivamente para profundizar el proceso de cambio y lograr otros objetivos. En este sentido, el factor de sincronización – la determinación del momento indicado para actuar –es esencial, como discutiré en la parte final del artículo.

El realismo y la burguesía

Chávez y el movimiento chavista fueron siempre caracterizados por una mezcla del realismo e idealismo. (2) En un ejemplo del idealismo que se aproxima al romanticismo, Chávez declaró que el socialismo venezolano se basaba en el principio de “a cada uno de acuerdo con sus necesidades”. Ni siquiera los líderes soviéticos fueron tan lejos; ellos, como Marx, definieron el socialismo como “a cada uno de acuerdo con su trabajo”.

Pero Chávez fue, por encima de todo, realista y estratégico, rasgos provenientes de su formación militar. El mejor y quizás más importante ejemplo del realismo de Chávez se manifestó días después del paro de dos meses promovido por la organización empresarial Fedecámaras en 2002-2003 con el fin de tumbar el gobierno. En referencia al sector privado, Chávez anunció la exclusión de los “golpistas” del sistema de dólares preferenciales que él acababa de establecer.

En los años siguientes, Chávez siguió una política tácita y a veces explícita de dar un trato preferencial a aquellos empresarios que habían desafiado la burguesía tradicional de Fedecámaras al negarse a participar en el paro de dos meses. Chávez tenía toda la razón del mundo en privilegiar a los empresarios que no respaldaron a la llamada de Fedecámaras. Al hacerlo, debilitó la burguesía tradicional que había desempeñado el papel principal en los esfuerzos de producir un cambio del régimen por cualquier medio posible.

Maduro como presidente mantiene la estrategia de diferenciar entre la burguesía hostil y los empresarios emergentes “amigables”. La burguesía tradicional agrupada en Fedecámaras ahora sigue una política más inteligente que en el pasado al mantener una distancia de los partidos de la oposición. Inclusive negoció con el gobierno de Maduro en 2014, en un momento en que la oposición política se negó a hacer lo mismo, con el fin de evitar la apariencia de ser directamente involucrada en una lucha partidaria. Sin embargo, Fedecámaras ha sido todo menos neutral. No solamente se opuso conjuntamente con los partidos de la oposición a la iniciativa del gobierno de convocar elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) el 30 de julio, sino indirectamente apoyó el paro general convocado por la oposición en las semanas anteriores. Como una demostración de solidaridad a la oposición, Fedecámaras anunció que dio a los empleados la libertad de no tener que acudir al trabajo durante los días del paro.

La justificación de la dirigencia chavista de favorecer a los empresarios “amigables” por encima de los de Fedecámaras es convincente. ¿Por qué otorgar crédito o contratos para obras públicas a aquellos que van a usar una parte del dinero para financiar actividad desestabilizadora?

Sin embargo, las relaciones entre el gobierno y los empresarios “amigables” que reciben contratos han sido demasiado acogedoras. Cuando algunos empresarios allegados a los chavistas empezaron a manipular varias instituciones financieras resultando en la crisis bancaria de 2009, Chávez ordenó el arresto de varias docenas de ellos. Como resultado, Ricardo Fernández Barrueco, el empresario pro-chavista más rico, y Arné Chacón, el hermano de uno de los ministros más cercanos a Chávez (ambos hermanos habían participado en la intentona militar del 27 de noviembre de 1992) pasaron tres años encarcelados.

Pero esas acciones no fueron suficientes para frenar el comportamiento anti-ético en el país. Otro de los ministros de mayor confianza de Chávez, Jorge Giordani, reveló en 2014 que 20 mil millones de dólares habían sido vendidos el año anterior a la tasa de cambio preferencial para financiar importaciones espurias. Maduro no actuó sobre la denuncia, a pesar de haber anunciado su intención de hacerlo. Sin embargo, bajo su presidencia, un número significativo de oficiales gubernamentales importantes, plenamente identificados con el Chavismo, han sido encarcelados y sentenciados, incluyendo un ex-presidente de la empresa Ferrominera (que recibió 6 años de prisión en 2017), el ex-gobernador de Guárico (que recibió 18 años de prisión en 2017), el ex-alcalde de Valencia (que recibió 6 años y medio de prisión en 2016), ocho gerentes de PDVSA Occidente (detenidos en 2017), el ex-director de PDVSA-Faja del Orinoco, y varios otros gerentes de PDVSA del oriente del país. De todos modos, estas acciones han sido insuficientes. La corrupción en Venezuela sigue siendo notoria.

Los asuntos espinosos

El debate dentro del movimiento chavista no es tanto sobre las metas a largo plazo, sino el logro de las políticas viables. Cualquier análisis que enfoque los detalles de la sociedad nueva, como por ejemplo la democracia socialista, y se aparta de las realidades sociales y políticas en la actualidad, incluyendo los problemas apremiantes que el país enfrenta y las acciones realistas para superarlos, va a conducir a conclusiones equivocadas. Esta falla ayuda a explicar la decepción de muchos ex-simpatizantes del Chavismo tanto en Venezuela como a nivel internacional que ahora están apoyando la tesis de “dos males en un mismo saco”. Originalmente fueron atraídos al Chavismo por la retórica fogosa de Chávez, quien desafortunadamente no preparó suficientemente a sus seguidores por las adversidades y contradicciones espinosas que el proceso de cambio estructural implica. Tomando en cuenta estas observaciones, los siguientes asuntos van a ser analizados desde la perspectiva de la viabilidad, la factibilidad y el factor tiempo.

Las Relaciones con el Sector Privado. Dos puntos de vista opuestos, ambos al lado izquierdo del espectro político, critican las relaciones del gobierno chavista con los empresarios “amigables”. Por un lado, aquellos ubicados a la izquierda de la dirigencia chavistas ven las relaciones como ingenuas o, peor aún, el equivalente a una capitulación. El escritor argentino prolífico Luis Bilbao, quien ha apoyado activamente ambos gobiernos chavistas, vio con escepticismo lo que Chávez llamó una “alianza estratégica” con el sector privado y sus reuniones con algunos de sus representantes principales, que estaban en su mayoría fuera del círculo de Fedecámaras. Bilbao particularmente criticó la estrategia de “etapas” promovida por el Partido Comunista de Venezuela (PCV). De acuerdo con Bilbao, el PCV ve la alianza del gobierno con empresarios supuestamente anti-monopolísticos como una etapa necesaria diseñada para lograr una “tregua” con la burguesía antes de proceder con la construcción socialista. (3)

Por el otro lado son aquellos izquierdistas que favorecen vinculaciones más cercanas con la burguesía. Víctor Alvarez, un ex-Ministro de la Industria Básica y la Minería, aboga por priorizar la producción nacional capitalista al limitar las importaciones y reducir el tamaño del sector estatal. Alvarez criticó el reemplazo del único empresario en el gabinete, Miguel Pérez Abad, como Ministro de Industria y Comercio en 2016. Alvarez alegó que Pérez Abad irritó a los chavistas “dogmáticos” al abogar por la privatización de las empresas expropiadas que incurren en grandes pérdidas. (4)

Ambos lados exageran en la formulación de sus argumentos. Creo que las vinculaciones del sector privado son correctas y necesarias, pero lo precario de la estrategia tiene que ser reconocido y sus efectos negativos tienen que ser anticipados y en algún momento corregidos.

En primer lugar, los capitalistas que han cooperado con el gobierno chavista difícilmente caben en la categoría, creada por el Comintern entre las dos guerras mundiales, de la “burguesía progresista”, que apoya la independencia económica e inclusive el anti-imperialismo. La alianza del gobierno chavista con los miembros del sector privado, no es, y no debe ser, “una alianza estratégica” (definida como un entendimiento a largo plazo y basado en confianza mutua), sino es “táctica”, con el objetivo de mantener suficiente estabilidad política y económica para poder profundizar el proceso de cambio. Los activistas chavistas frecuentemente predicen que con la primera señal de un posible cambio del régimen, los empresarios pro-gubernamentales van a ser los primeros en abandonar el barco. Y eso ya ha pasado. Por ejemplo, Alberto Cudemus de la industria porcina, uno de los aliados empresariales de mayor confianza de Chávez quien lo apoyó en su candidatura para presidir a Fedecámaras (y después salió de la federación), ahora critica severamente a Maduro. El presidente Maduro ha respondido a Cudemus en el mismo tono.

En segundo lugar, hay amplia evidencia (aunque el espacio no me permite demostrarla aquí) que las condiciones objetivas no permiten las expropiaciones masivas y un enfrentamiento directo con la clase capitalista. Si el capitalismo en la Venezuela chavista es una realidad y va a ser por mucho tiempo, entonces el gobierno tiene solamente dos opciones: ignorar las diferencias entre los empresarios y tratar a todos como iguales sin distinciones, o sacar provecho de las fisuras. Dado el cambio repentino de Fedecámaras – después de décadas de un comportamiento supuestamente “apolítico” a llegar a ser un enemigo tenaz e intransigente de Chávez, aún antes de que fue elegido presidente en 1998 – el gobierno hubiera sido tonto al no cultivar relaciones con aquellos empresarios que rechazaron la línea hostil de la federación.

Además del ex-ministro Pérez Abad, quien ahora es presidente del banco estatal Bicentenario, Oscar Schemel también puede ser considerado un empresario aliado confiable. Schemel, quien maneja una encuestadora cuyos resultados están frecuentemente citados por los chavistas, fue elegido delegado representante del sector empresarial a la Asamblea Nacional Constituyente.

Schemel plantea que dadas las condiciones económicas apremiantes, es necesario vender algunas empresas estatales altamente subsidiadas. La propuesta (que también ha sido apoyada por el veterano izquierdista Eleazar Díaz Rangel quien es editor del peri ódico, Ultimas Noticias) ha sido rechazada por muchos chavistas leales por considerarlas una traición al legado de Chávez. En un discurso en la ANC el 9 de agosto, Schemel pidió un mayor énfasis sobre la economía del mercado. Básicamente abogó por la eliminación de los controles estatales en el campo económico, una propuesta que sería insostenible para las clases populares cuyo poder adquisitivo ha declinado fuertemente en el pasado reciente. Sin embargo, Schemel tiene razón al notar que dada la naturaleza capitalista de la economía venezolana, el gobierno socialista no puede ignorar la realidad del mercado en todas sus dimensiones.

Las relaciones cercanas con los empresarios “amigables” pueden ser inevitables para cualquier estrategia de lograr el socialismo por vía pacífica y democrática, pero los efectos negativos como la corrupción y el tráfico de influencia tienen que ser anticipados. Si la experiencia venezolana es un indicador, esos flagelos, como tendencia, son inevitables. Por ejemplo, la utilización transparente de las subastas para evitar los sobreprecios de las obras públicas ha sido a menudo descartada.

El argumento usado por los chavistas en privado es que la burguesía tradicional, que en algunos casos tiene vinculaciones con organizaciones políticas participantes en actividades desestabilizadoras, cuenta con más capital y experiencia y por eso estaría en posición de ventaja sobre los empresarios emergentes “amigables”. Con este mismo razonamiento, el gobierno otorgó contratos al conglomerado brasileño Odebrecht con vinculaciones estrechas con el Partido de los Trabajadores de Lula para megaproyectos como puentes y construcción ferroviaria, que las empresas venezolanas más pequeñas “emergentes” no fueron capaces de realizar. El famoso escándalo involucrando a Odebrecht implica figuras políticas importantes en todo el continente, y evidentemente incluye a políticos venezolanos de diferentes orientaciones ideológicas. Todo eso demuestra la urgencia de efectuar controles populares e institucionales (como va a ser discutido).

El Partido y el Estado. En el comienzo de 2007, Chávez creó el PSUV que inmediatamente inscribió siete millones de miembros, en gran parte en las plazas públicas en todo el país. Como un partido de masas comprometido con una participación desde abajo y vinculaciones con movimientos sociales, el PSUV tenía un gran potencial de servir como soporte fundamental al nuevo modelo venezolano, que los chavistas llaman “la democracia participativa” y que está encarnado en la constitución de 1999. Los fundadores del PSUV visualizaban que los revolucionarios navegarían por el viejo Estado penetrado por las fuerzas de la reacción, y al mismo tiempo construirían el Estado nuevo a través de medios graduales y no-violentos.

Como Presidente, Chávez frecuentemente arremetió contra los burócratas, incluyendo los de su partido, quienes frenaron la participación popular y la ejecución eficiente de los programas del Estado. Hacia el final de su vida, dijo a su círculo cercano que era necesario enfrentar agresivamente el flagelo de burocratismo y agregó: “Prepárense. Estoy dirigiendo esta iniciativa a mi propio gobierno. Nicolás [Maduro], quiero cien equipos o más si es necesario. Si tengo que remover a alguien, llevarlo a juicio, u ordenar una investigación, entonces eso es lo que voy a hacer.” (5)

Sin embargo Chávez tenía una parte de la responsabilidad por la marisma burocrática. Dada la incapacidad del viejo Estado de establecer controles efectivos y equilibrios, el PSUV estaba en una mejor posición para monitorear y denunciar. Pero desde el comienzo, Chávez, en efecto, creó el partido como apéndice del Estado, ya que la mayoría de sus líderes a todos los niveles formaron parte del gobierno. Ahora, diez años después, el presidente del partido, el vice-presidente y los 22 miembros del comité nacional son casi todos ministros, gobernadores, congresistas y otros integrantes del Estado.

Aunque su retórica enfatiza la “democracia participativa”, los dirigentes PSUVistas desalientan las críticas provenientes de la base. Como ha ocurrido en las elecciones primarias del partido en el pasado, en la campaña para la elección de delegados para la ANC el 30 de julio, el PSUV usó su influencia y recursos para favorecer ciertos candidatos que eran de confianza de la dirigencia partidista. El partido ha debido dar mayores oportunidades a aquellos candidatos chavistas que son críticos, pero al mismo tiempo son leales y disciplinados. Una manera hubiera sido darles mayor acceso al canal Venezolana de Televisión y otros medios estatales de comunicación. Otra hubiera sido organizar foros con la participación de todos los candidatos.

Un candidato confiable pero crítico, quien por cierto fue elegido como delegado a la ANC, es Julio Escalona, un guerrillero icónico de los 60s, que subrayó el problema de la corrupción y propuso la confiscación de todas las posesiones obtenidas por medios ilícitos. Escalona también advirtió contra el control de la ANC por parte del PSUV: “El gobierno va a ser bien representado en la ANC y eso es lógico… Lo que no puede ocurrir es que la ANC pueda ser controlada desde dentro por el chavismo gubernamental. Los gobiernos y los partidos tienen una tendencia prácticamente natural a controlarlo todo. Por el bien del pueblo… del gobierno y del PSUV, no puede ocurrir que esta magna asamblea quede hegemonizada por una corriente sectaria.” (6)

Garantizar oportunidades y abrir espacios para activistas chavistas y líderes de la base que son leales y disciplinados, pero no están subordinados a la maquinaria partidista, sería una estrategia inteligente para restablecer el nivel de entusiasmo y confianza que prevalecieron durante los años de Chávez y para encarar la ofensiva de la derecha. Esta estrategia no llegaría al extremo de declarar “una revolución dentro de la revolución” con la implicación de un sacudón completo de la burocracia, que no es factible en este momento de enfrentamiento político agudo. En este sentido, el rejuvenecimiento del movimiento chavista a través de la facilitación de participación desde abajo – sin perder el control del proceso – puede ser visto como parte de la estrategia de “caminar sobre una cuerda floja” basada en la evaluación realista de la fuerza relativa del enemigo y de las condiciones objetivas en general.

La Democracia y el Estado. El discurso chavista abraza una visión de un nuevo tipo de democracia basado en la participación popular directa en la toma de decisiones y el desplazamiento de lo que los chavistas llaman la “democracia representativa”. Los dirigentes chavistas invocaron el nuevo modelo con el fin de alentar la participación en las elecciones para la ANC. En el discurso del primero de mayo, Maduro justificó su decisión de convocar la ANC en base a la necesidad de reforzar y profundizar los mecanismos de participación encarnados en la constitución de 1999. Como prueba de la factibilidad de estas “nuevas formas de democracia directa”, Maduro apuntó a las iniciativas como la creación de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAPs), como también las comunas.

Aunque los CLAPs y las comunas demuestran gran potencial para la participación directa, ambos están en una etapa incipiente. (7) En forma similar, el sistema de “contraloría social”, que es otro ejemplo de la participación directa, no está siendo aplicado en forma sistemática. Bajo esta modalidad, los miembros de la comunidad, a través de los consejos comunales, monitorean las obras públicas con el fin de garantizar que el dinero público está bien utilizado. El sistema de la contraloría social y los consejos comunales en general han alentado la participación de un número importante de venezolanos anteriormente “marginados” y han generado un sentido de empoderamiento, pero su desempeño en todo el país ha sido desigual.

Dada esta realidad, el sistema de contrapesos institucionales para garantizar el rendimiento de cuentas (“accountability”), a veces asociado con la “democracia liberal”, no puede ser casualmente descartado. El rendimiento de cuentas es particularmente importante porque el sistema político venezolano siempre ha favorecido al poder ejecutivo, y aún más bajo los chavistas. Además, con la distensión del sistema de subastas para los contratos de obras públicas (previamente discutido), otros tipos de chequeos y garantías institucionales tienen que ser desarrollados.

En un ejemplo de esfuerzo no logrado para fortalecer los controles, la legislación en 2009 permitió a la Contraloría Nacional revisar las finanzas de los consejos comunales, pero el procedimiento terminó en letra muerta. En resumen, la democracia directa es una obra en progreso, y mientras tanto los controles viejos institucionales tienen que ser retenidos o modificados, pero no descartados. Al mismo tiempo, es necesario “caminar por una línea fina entre los movimientos de las bases y las instituciones estatales,” que – en las palabras de George Ciccariello-Maher – Chávez fue capaz de hacerlo como nadie. (8)

En el área de la democracia interna del partido, la participación directa no es tanto una meta o una visión de largo plazo, sino un imperativo en lo inmediato. Los controles institucionales dentro del Estado, aún en el supuesto caso que fueran mejorados, no son suficientes para garantizar la transparencia. El esfuerzo de combatir la corrupción requiere que el partido gobernante sea internamente democrático, participativo, y semi-autónomo vis-à-vis al gobierno.

La Lealtad y el Sectarismo. La experiencia del paro general de 2002-2003 enseñó a los líderes chavistas la importancia de la lealtad, pero el incidente puede haber sido un caso de “sobre-aprendizaje.” Como resultado del paro, Chávez despidió 17,000 empleados técnicos y profesionales que habían paralizado la producción en la industria petrolera con el fin de lograr un cambio del régimen. Sus reemplazos, aunque en muchos casos no eran altamente calificados, lograron arrancar y restablecer la producción. Para muchos chavistas, la experiencia del paro demostró que las habilidades técnicas de alta calidad eran dispensables, a diferencia de la lealtad. La rotación frecuente de los ministros del gabinete por parte de Chávez y Maduro, muchos de los cuales carecieron de cualquier tipo de experiencia en el campo en el cual fueron escogidos para servir, evidentemente es una expresión de la tendencia de minimizar la importancia de la capacidad técnica.

El énfasis exagerado en cuanto a la lealtad política también conduce al sectarismo e intolerancia. La lealtad fingida es a veces una cortina de humo para el conducto poco ético como la corrupción. Una de las consignas favoritas de Chávez y Maduro es “Unidad, Unidad y más Unidad,” que ambos líderes frecuentemente citaron para pedir que sus seguidores cerraran filas y guardaran las críticas internas con el propósito de enfrentar a un enemigo despiadado.

El llamado por la unidad por encima de otras consideraciones aparece especialmente relevante debido a la deserción de un número importante de chavistas en este momento de polarización extrema. Una de las figuras más importante que salió del movimiento fue Giordani, quien después de la muerte de Chávez, llegó a ser un crítico duro al gobierno de Maduro. Pero hay que hacer una diferenciación entre los adversarios del gobierno desde la izquierda, como el caso de Giordani como también el grupo Marea Socialista, y aquellos izquierdistas que articulan apoyo crítico, como es el caso del ex-Ministro de Comercio Eduardo Samán. Samán, quien fue removido de posiciones en dos ocasiones, primero por Chávez y luego por Maduro, ha dicho claramente que los revolucionarios no siempre deben pronunciar sus críticas públicamente y que la disciplina partidista en este momento debe imponerse. El no reconocer la capacidad de liderazgo de Samán por parte del PSUV, lo convenció de salir del partido en junio para luego ingresar en el partido pro-chavista Patria Para Todos (PPT) y luego lanzarse como candidato a la ANC. Al mismo tiempo, Samán criticó a Giordani por ser excesivamente abierto en sus críticas, y agregó: “Tenemos que jugar a la unidad del proceso, porque a pesar de las criticas que yo también puedo tener, y no las hago públicas en este momento, ahorita tenemos que jugar a la unidad porque nos estamos jugando el propio proceso, y por muy malo que sea, es mejor que lo que representa la derecha.”

La salida de Samán del PSUV es una demostración que Maduro, mucho más que Chávez, ha sido excesivamente adverso a las críticas provenientes de la izquierda, incluyendo las internas del movimiento. Un activista chavista que entrevisté culpó a Maduro por ser a veces “sectario” y luego apuntó a la obra “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo” por Mao Zedong, como una guía útil para manejar las diferencias internas en el movimiento chavista. (9)

La Justicia Social y la Productividad. Chávez tenía buenas razones para priorizar los programas sociales por encima de los objetivos económicos durante los primeros años de su presidencia. En caso contrario, los sectores populares posiblemente no hubieran actuado con tanto ahínco en defensa de su gobierno durante los dos esfuerzos de tumbarlo en 2002-2003. No es casual que los programas sociales más emblemáticos datan de los meses inmediatamente después del paro de 2002-2003. Durante sus últimos años Chávez dio mayor peso a las políticas para promover el desarrollo económico, como hizo también el presidente Maduro, quien respondió a la contracción económica en 2014 al priorizar los esfuerzos de transformar la economía rentista basada en la producción petrolera. Si el caso venezolano es típico de lo que se puede esperar de una izquierda tercermundista hábil cuando llega al poder por medios electorales, la secuencia va a ser lo siguiente: primero, la priorización de objetivos en respuesta a las exigencias políticas; luego un cambio de estrategia diseñada para enfrentar a los desafíos económicos. Entonces, la consolidación de poder y la estabilidad tienen que ser la tarea inmediata prioritaria, que requiere acentuar los programas sociales con el fin de fortalecer la base social masiva de apoyo.

Hasta un cierto punto, Chávez excedió en su priorización de las metas sociales a costa de las económicas durante la primera parte de su presidencia. Un ejemplo es la reforma constitucional de 2007 que incluía reducción de la jornada semanal de 44 horas a 36. Una rebaja de esta proporción hubiera tenido un efecto negativo sobre el crecimiento económico en Venezuela, como hubiera sido el caso en cualquier otro país del tercer mundo. Similarmente, a nivel de discurso, Chávez frecuentemente usaba la consigna “mar de felicidad” y hacía repetida referencia al “socialismo humanista”, pero no preparó suficientemente a los venezolanos para el trabajo duro, las dificultades materiales, y la lucha incansable que los esperaban. Hay una lección que debe ser aprendida: mientras que las etapas tienen que ser bien definidas para cada período, las del futuro tienen que ser anticipadas tanto a nivel de política como discurso.

Un asunto particularmente espinoso relacionado a la sincronización del proceso tiene que ver con las banderas de la justicia social y la igualdad. Ambas son consignas fundamentales del movimiento chavista y explican el apoyo masivo que disfruta entre los no privilegiados y sobre todo los sectores marginales (como los miembros de la economía informal). Por cierto, los movimientos izquierdistas en toda la historia siempre han abrazado ambas metas. Además, la dimensión “humanista” del socialismo enfatizada por la dirigencia chavista en su discurso y sus acciones no es una fuente de contención dentro del movimiento chavista. El debate interno, sin embargo, ha centrado en la necesidad de disciplina y sacrificio y el pobre desempeño económico y administrativo del sector estatal. Dentro del gobierno socialista a veces hay tensión entre el esfuerzo de lograr la igualdad y la justicia social, por un lado, y la eficiencia, productividad y disciplina laboral, por el otro, a pesar de que los dos conjuntos de metas son reconciliables y no mutuamente exclusivos. (10)

Esta tensión se manifiesta en la discusión sobre la práctica de la tercerización, que Chávez condenó enérgicamente por representar la negación de la justicia social y la igualdad. Los abusos asociados con la tercerización fue un factor que lo influyó nacionalizar la compañía extranjera siderúrgica SIDOR en 2008 y también expropiar numerosas compañías contratistas en la industria petrolera y eventualmente prohibir la práctica en la Ley Orgánica del Trabajo (LOTTT) promulgada en 2012. Sin embargo, este asunto en Venezuela no es siempre blanco y negro. Por un lado, la incorporación de docenas de millares de trabajadores tercerizados por las empresas estatales representa una inspiración para el movimiento sindical a nivel mundial. Por otro lado, algunos de los trabajadores que levantan la consigna de justicia social y demandan la incorporación en la nómina de la empresa estatal PDVSA, no desempeñan trabajo permanente en la industria petrolera. Desde 1998, la fuerza laboral de PDVSA ha aumentado de 40.000 a más de 150.000.

La tensión entre la justicia social y la eficiencia socialista se manifiesta en otros terrenos también. Un asunto es la práctica extendida de otorgar bienes y servicios gratis o altamente subsidiados a los miembros de los sectores populares. El argumento a favor es convincente y tiene que ver con la “deuda social” en la cual, según los chavistas, el Estado está obligado a compensar a los sectores más explotados de la población. Sin embargo, los precios artificialmente bajos por bienes producidos por las compañías estatales impiden sus esfuerzos de lograr la autosuficiencia y los altos niveles de producción, y así son parcialmente responsables de la escasez y el surgimiento de un mercado negro.

Este dilema explica parcialmente la razón por la cual las compañías que Chávez expropió después de 2007 para lograr la “soberanía alimentaria” no han podido llenar los vacios creados por la desinversión del sector privado en los años recientes. En resumen, los gobiernos izquierdistas que enfatizan la justicia social en la etapa inicial tienen que anticipar los desafíos económicos que están por venir.

Cuándo actuar

Si la agresividad de la oposición ha limitado las opciones del gobierno y lo ha forzado a hacer concesiones, entonces los momentos en los cuales políticamente los chavistas tienen la ventaja son oportunidades de oro para avanzar. En las situaciones favorables, se presentan cuatro objetivos cuyos logros implican un precio, pero solamente a corto plazo: la transformación económica; los logros en la lucha contra la corrupción y la burocracia ineficiente; la democratización interna; y el debilitamiento del adversario. Chávez sacó provecho de la coyuntura favorable inmediatamente después de su triunfo en las elecciones presidenciales en 2006 con 63 por ciento del voto, el margen más grande en la historia moderna del país. No solamente nacionalizó varias industrias estratégicas en 2007 y 2008, sino creó el PSUV y logró golpear a sus adversarios de la derecha.

Maduro, por su parte, perdió una oportunidad para avanzar a mediados de 2014. Los chavistas estaban en una posición ideal después de haber derrotado las protestas de guarimba promovidas por la oposición y haber ganado las elecciones municipales por un amplio margen. En ese momento, Maduro anunció su intención de llevar a cabo un “sacudón revolucionario” en su gabinete, creando una gran expectativa que iba a traer nuevas caras para iniciar nuevas importantes políticas. Sin embargo, él aplazó los anuncios varias veces en el transcurso de más de un mes. Cuando al fin los nombramientos fueron anunciados el 2 de septiembre, los cambios representaban nada más que un rearreglo del gabinete, algo parecido al juego de las sillas. Al mismo tiempo los precios de petróleo empezaron a bajar en picada y así se perdió una oportunidad de oro.

Las elecciones para la ANC iniciaban otra coyuntura favorable para los chavistas. Para el mes de agosto, la oposición sintió el desgaste de cuatro meses de guarimba, que fue aún más violenta con un saldo mucho mayor de muertos que en 2014. Además, la oposición estaba dividida acerca de su participación en las elecciones de gobernadores pautadas para octubre. El número significativo de delegados a la ANC (más de 550) puede ser menos sujeto al control partidista que los diputados a la Asamblea Nacional. Consecuentemente, pueden estar más inclinados denunciar con audacia la corrupción y la burocracia y apoyar propuestas novedosas diseñadas para reactivar la economía.

Resumiendo

El apoyo de los sectores populares y de las Fuerzas Armadas explica el éxito de los chavistas de bloquear los numerosos esfuerzos de derrocar el gobierno. La campaña de violencia de 2014 y 2017 se basaba en la presunción que los disturbios en las urbanizaciones de la clase media y alta, gobernadas por alcaldes de la oposición, se extenderían a los barrios y/o incitarían un golpe militar. Sin embargo, los sectores populares, con pocas excepciones, se abstuvieron de participar en la guarimba a pesar del descontento considerable, que es el resultado de las dificultades económicas severas, y la tradición arraigada de resistencia política y protesta en los barrios. (11)

En la formulación de una estrategia hacia las Fuerzas Armadas, Chávez asimiló las experiencias de un siglo de gobiernos progresistas latinoamericanos, que fueron vulnerables por la falta de apoyo organizado dentro de la institución castrense para servir como contrapeso a los oficiales derechistas. (12) En respuesta a esa realidad, Chávez ascendió a posiciones de comando a oficiales “bolivarianos”, que se identificaron con el movimiento. Las Fuerzas Armadas ahora se definen como anti-imperialista, socialista y chavista.

La línea dura de Maduro frente a la oposición, y a la campaña violenta para derrocar su gobierno en 2017, se ha manifestado en varias formas. No solamente encarceló varios dirigentes de la oposición por incitar la violencia, sino continuamente ha movilizado sus seguidores. En esta manera, Maduro rompe con una especie de tradición de los gobiernos progresistas latinoamericanos que pusieron poca resistencia a insurgencias desde la derecha. Algunos ejemplos son los gobiernos de Rómulo Gallegos en Venezuela en 1948, Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, Juan Domingo Perón en Argentina en 1955, João Goulart in Brazil en 1964, y Salvador Allende en Chile in 1973.

La persistencia de Maduro es heredada de Chávez, quien se dio cuenta mucho antes de su elección como presidente que el poder estatal es el objetivo fundamental de la lucha, muy por encima de otras consideraciones. Maduro rechaza el consejo de los izquierdistas quienes actualmente mantienen que sería mejor que los chavistas renuncien al poder ahora cuando la popularidad del gobierno está muy por de debajo de 50 por ciento.

Pero lograr el poder no es suficiente para hacer una revolución. El proceso revolucionario es mucho más complicado. De acuerdo con la estrategia socialista chavista, el viejo y el nuevo Estado, en palabras de Marta Harnecker, van a “coexistir por mucho tiempo.” Esta estrategia contrasta con lo que Lenin llamó el “poder dual” en el cual el viejo Estado está considerado territorio del enemigo. Harnecker reconoce que aunque está perfectamente legitimo trabajar dentro del viejo Estado, tiene una influencia corruptora. El antídoto a este dilema es “el movimiento organizado… para hacer valer la presión sobre el heredado [viejo] Estado”. (13) El marxista griego Nicos Poulantzas, quien hizo planteamientos similares en los años 70, apuntó a los movimientos sociales autónomos como el elemento esencial. (14)

Sin embargo, en el caso de Venezuela, los movimientos sociales han sido tradicionalmente débiles. En este sentido, Venezuela no se compara con un país como Bolivia donde el partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), emergió como un movimiento social. He planteado en este artículo que el elemento clave en el proceso de cambio en Venezuela es el partido. Para chequear la burocracia y todas las desviaciones asociadas con ella, el partido tiene que ser semi-autónomo frente al Estado e internamente democrático.

Este artículo discute dos retos fundamentales para un partido gobernante que requiere que sea semi-autónomo e internamente participativo con una base comprometida y bien informada. En primer lugar, si la relación tácita con sectores “amigables” de la burguesía no está controlada, eventualmente solidificará y minará el compromiso socialista de la dirigencia. En segundo lugar, si caminar sobre una cuerda floja es necesario en periodos en la cual la izquierda está en una posición defensiva, lo específico de esa estrategia difícil requiere las aportaciones de ideas de aquellos más cercanos al pueblo. La toma de decisiones no puede ser el dominio exclusivo de la dirigencia nacional del partido, y menos aún del círculo de personas de mayor confianza del presidente. En resumen, un partido verdaderamente democrático es necesario para Venezuela, no solamente como una cuestión de principio, sino porque es esencial para la supervivencia y éxito del proceso revolucionario.

Notas
1. Tanto Jacobin como NACLA: Report on the Americas han publicado artículos tanto en favor como en contra de la tesis de “dos males en un mismo saco”. Para una posición favorable, ver https://www.jacobinmag.com/2017/05/venezuela-crisis-maduro-opposition-violence-elections-economy. Marea Socialista (MS) trabajó como una tendencia dentro del PSUV desde la fundación del grupo en 2007. En 2014, después de asumir posiciones cada vez más críticas hacia el gobierno, MS anunció su intención de convertirse en un partido político.
2. Ignacio Ramonet, “One Hundred Hours with Chávez” en Chávez: My First Life. With Ignacio Ramonet. Londres, 2016, p. xxxiv.
3. Luis Bilbao, Venezuela en revolución: renacimiento del socialismo. Buenos Aires, 2008, pp. 182, 195-196.
4. Víctor Alvarez, “Cambio en el gabinete,” El Mundo, 5 de agosto de 2016.
5. https://www.youtube.com/watch?v=8NKtGDt00yU. En su famoso discurso “Golpe de Timón”, Chávez regañó algunos miembros de su gabinete por no promover suficientemente la democracia directa y específicamente la creación de las comunas. Chávez, “Golpe de Timón.” Caracas, Edición Correo del Orinoco, octubre de 2012, pp. 17-21.
6. Escalona, “¿Una Asamblea Nacional Constituyente para la simple negación, para la venganza?” 14 de julio de 2017. https://www.aporrea.org/ideologia/a249218.html
7. Ellner, “The Social Programs in Venezuela under the chavista Governments: Innovative Policies, Social Inclusion and Institutional Weakness.” The Next System Project, 2017. https://thenextsystem.org/learn/stories/social-programs-venezuela-under-chavista-governments.
8. Ciccariello-Maher, Building the Commune: Radical Democracy in Venezuela, Londres, 2016, p. 77.
9. Felipe Rangel, entrevista, Puerto La Cruz, 11 de julio de 2017.
10. Jorge Arreaza (actual Ministro de Relaciones Exteriores), entrevista, Barcelona, Venezuela, 14 de Julio de 2017.
11. Por una descripción gráfica y análisis de las protestas en el 23 de Enero de Caracas durante un período de décadas, ver Alejandro Velasco Barrio Rising: Urban Popular Politics and the Making of Modern Venezuela, Berkeley CA, 2015.
12. Durante el período moderno hasta 1998, fue un hecho notorio que la mayoría de los oficiales de alto rango eran simpatizantes de Acción Democrática o Copei. Ni siquiera permitieron que el partido centro-izquierda Movimiento al Socialismo (MAS) tuviera seguidores dentro de la institución castrense.
13. Harnecker, “Latin America and Twenty-First Century Socialism: Inventing to Avoid Mistakes,” Monthly Review, julio-agosto de 2010, p. 42.
14. Para un análisis del pensamiento de Poulantzas aplicado a la experiencia chavista en Venezuela, ver Ellner, “Implications of Marxist State Theories and How They Play Out in Venezuela,” Historical Materialism, tomo 25, número 2, 2017: https://venezuelanalysis.com/analysis/13386

* Dio clase de historia económica y ciencia política en la Universidad de Oriente (Venezuela) de 1977 a 2003 y más reciente en Tulane University en New Orleans. Su último artículo es “Implications of Marxist State Theories and How They Play Out in Venezuela,” publicado en Historical Materialism (número 2, 2017). Es editor del libro La izquierda radical en América Latina: complejidades del poder político en el siglo 21 (CELARG, 2018). Publicado en Monthly Review, ocubre de 2017, tomo 69, número 5. Colaboraron en la traducción José Gregorio Tovar y Carmen Hercilia Sánchez-Ellner.