Futuro sin asideros por infancia truncada

ISABEL SOTO MAYEDO | Unos 115 millones de infantes de todo el mundo ejercen labores peligrosas para su salud, seguridad y moralidad, y casi 400 mil de ellos son hondureños, denunció la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Isabel Soto Mayedo* – Prensa Latina

Pese a que el Código de la Niñez les concede el derecho a asistir a las escuelas, para aprender lo necesario y proporcionarse un futuro mejor, otra es la realidad en el país más violento del mundo (82,1 homicidios por cada 100 mil habitantes) y el tercero más depauperado de América Latina.

La pobreza y la falta de alternativas en el orden educacional obligan a más de 377 mil 182 menores hondureños a alejarse de las aulas y trabajar en la agricultura, la minería, la construcción, la manufactura y otras esferas de riesgo.

Los precisados a truncar su infancia para ganar el sustento oscilan entre los 10 y los 17 años de edad y pocas veces están en condiciones de reparar en lo que implica ser buzo, fabricar cohetes, prostituirse, traficar con drogas, exponerse a plaguicidas, a alto voltaje o a cargar bultos pesados.

Como empleadas domésticas, por ejemplo, laboran más de 20 mil niñas y casi 5,1 por ciento de esas futuras mujeres fueron víctimas de abuso sexual, reveló el organismo internacional y aseguró que los varones no escapan de tales hechos, en ambientes propicios para los maltratos de todo tipo.

La Encuesta de Hogares 2010, del Instituto Nacional de Estadísticas, visibilizó también que algunos de ellos son requeridos para cuidar personas -como niñeros, enfermeros o guardaespaldas-, sin importar lo que eso puede implicar tanto para el infante como para el ser bajo su cargo.

En la agricultura, están expuestos a fertilizantes tóxicos, herramientas peligrosas, cargas pesadas, y a ataques o mordeduras de animales o insectos, algo similar a lo que ocurre en la recolección de basura.

El uso de sustancias nocivas, los probables derrumbes y el empleo de explosivos, tampoco frena la contratación de muchos en edades tempranas en la minería, pese a su vulnerabilidad en ese entorno.

En la manufactura, manipulan solventes tóxicos, objetos cortantes y realizan labores repetitivas, en posiciones dolorosas, mientras que en la construcción cumplen tareas en las alturas sin las debidas precauciones, levantan pesos enormes y entran en contacto con maquinarias peligrosas.

Directivos del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil ratifican que los elevados índices de trabajadores infantes guardan relación con la pobreza, que afecta al 80 por ciento de la población hondureña.

Más de dos tercios de los menores son pobres y la ausencia de un sistema de protección adecuado en sus vidas incide en que tantos vayan a parar al mercado laboral y tronchen el futuro de la nación.

El enrutamiento forzoso de niñas y niños hacia este universo sólo recircula la pobreza, porque, además, los empleos a su alcance son poco remunerados y de baja calificación.

La situación se agudizó en las últimas décadas, sobre todo tras el paso del huracán Mitch (1998), el cual arrasó con la economía nacional y reforzó los daños inflingidos por la aplicación de estrategias neoliberales.

Si para entonces formaban parte de la fuerza laboral 100 mil 213 niños, transcurrido apenas un año se habían sumado casi 41 mil, lo cual representó cuatro veces más la variación registrada entre 1990 y 1998, develó la OIT.

“No son tiempos buenos para la niñez hondureña, porque no se les respeta su integridad física, se les violenta el derecho a la salud, a la educación y se irrespeta su derecho a la vida”, expresó Ramón Custodio, comisionado para los Derechos Humanos.

En tal contexto, “el promedio de estudios apenas alcanza cinco años y más de un millón de ellos están fuera del sistema de enseñanza”, puntualizó.

La proporción mayor de estos procede de hogares pobres, cuyos progenitores con frecuencia nunca recibieron educación institucional y supeditan las decisiones sobre el tema a los ingresos del hogar.

El director de Casa Alianza, José Manuel Capellín, criticó la actuación del Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia hasta su intervención estatal, en septiembre de 2011, y cuestionó la exclusión social que aqueja a los menores impedidos de ir a la escuela o acceder a servicios públicos.

“Estamos hablando del 80 por ciento de la población infantil, lo cual equivale al menos a dos millones y medio de infantes y adolescentes que viven en riesgo social o tratan de emigrar”, agregó.

Durante un reciente seminario celebrado bajo el título Nutriendo el Futuro, trascendió que dos de cada 10 niños padecen hambre (20 por ciento), y el 30 por ciento desnutrición crónica, reportó el diario La Tribuna el 12 de octubre del 2011.

Honduras posee los niveles más altos de desnutrición en la región, seguido de Nicaragua y Guatemala, y por debajo de Costa Rica y El Salvador.

La nación exhibe los dos extremos negativos: la desnutrición, que aqueja a quienes viven en condiciones de pobreza, y el sobrepeso, un padecimiento presente por lo general en los de mayores ingresos, quienes pierden la capacidad de elegir lo más eficaz entre los alimentos a su alcance.

Pero quizás, una de las peores amenazas sobre los infantes es la cultura de la violencia que reina en el país, donde 24 mil 674 personas fueron asesinadas entre 2005 y 2010.

De ellas, 19 mil 640 (80 por ciento) perecieron baleadas con las más de 800 mil armas de fuego en poder de diversos segmentos poblacionales.

Esos registros incluyen los cinco mil 547 crímenes cometidos en el período contra menores de 23 años de edad.

Ocurre que mil 735 de estos homicidios (31 por ciento) fueron perpetrados contra personas menores de 18 años de edad, según Casa Alianza.

También existen en el país redes que lucran con la explotación sexual de menores con fines comerciales y con la trata de personas.

La OIT detectó mediante un sondeo, en 2009, que casi 95 por ciento de los centroamericanos admiten como un delito el uso sexual de menores, mas son tolerantes con esa práctica.

Tal vez eso explique por qué 85 mil infantes (entre mexicanos y centroamericanos) son explotados sexualmente en México, según fuentes parlamentarias del Distrito Federal.

La directora de Asuntos Consulares de la Cancillería de Honduras, Dilcia Aguiriano, relacionó esa práctica con la trata humana y recordó que es un problema global, porque trasciende fronteras y solucionarla obliga a aunar esfuerzos entre todos los gobiernos.

Datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito indican que de 15 a 20 por ciento de las víctimas de ese flagelo son infantes y que el problema genera ganancias de hasta 32 mil millones de dólares al año en todas las regiones del mundo.

Cifras de Casa Alianza revelan que cada año viajan a Estados Unidos y Europa de forma ilegal unos 100 mil hondureños y, de ellos, el 10 por ciento son niños o adolescentes.

Más de ocho mil de esos menores de edad casi siempre aspiran a una mejor vida y afrontan abusos sexuales, explotación laboral y hasta la muerte a manos de delincuentes y extorsionadores o perecen en accidentes ferroviarios, sin ser registrados.

Los que optan por buscar a sus padres o parientes emigrados anhelan encontrar otras perspectivas, huir de la discriminación o de la criminalidad en el país más violento del planeta, donde el futuro está hipotecado por la considerable deuda estatal con la niñez.

(*) Periodista de la Redacción Centroamérica y Caribe de Prensa Latina.