El Chávez de Botero

AUGUSTO HERNÁNDEZ | El carisma no se vende en la botica ni se fabrica en laboratorios de imagen. De ser así Álvaro Uribe Vélez no evocaría una víbora venenosa, por decir lo menos en torno a su simpatía.

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Hay personas predestinadas para asumir roles de comando y salir al frente a obtener triunfos o derrotas espectaculares. No siempre son, por cierto, los más grandes y fuertes o los especímenes de mayor prestancia.

Hace poco en un concurso de esos que ven millones de personas por televisión, una señora gorda y nada agraciada, a pesar de las cuchufletas iniciales, cautivó a la audiencia al entonar la canción que la llevó a ganar premios, fama y prestigio instantáneo.

Tal fue el caso de Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992, cuando después de hablar por televisión durante pocos segundos se granjeó la admiración de miles de venezolanos.

Lo de la fama y el carisma crea un dilema como el de la gallina y el huevo: no se sabe cuál ha de ser primero. Tal vez saltó a la fama por tener una personalidad carismática o quizás al acaparar la atención pudo mostrar el indiscutible magnetismo que lo hace destacarse en muchas y variadas circunstancias.

En la actualidad miles de venezolanos intentan emocionarse con los precandidatos de la MUD, buscando esperanzados algún gesto o rasgo que les permita pensar que alguno de ellos tiene algo de lo que a Chávez le sobra en materia de encanto personal.

Naturalmente le están pidiendo peras al horno, para decirlo como cierto personaje que alcanzó notoriedad por motivos equivocados, lo cual no es recomendable para el que pretende hacer carrera en el campo electoral.

El carisma no se vende en la botica ni se fabrica en laboratorios de imagen. De ser así Álvaro Uribe Vélez no evocaría una víbora venenosa, por decir lo menos en torno a su simpatía.

La situación de Chávez tras el anuncio de su enfermedad nos permitió apreciar el temple de su carácter. Consciente de los riesgos decidió agarrar el toro por los cachos frente a millones de testigos.

Aguantó la quimioterapia sin flaquear y la pérdida del pelo no le causó complejos ni retiros de la escena pública. En cuanto a los esteroides y la hinchazón que producen en diversas áreas del organismo, Chávez la soporta como un detalle nimio.

Actualmente parece un retrato de Botero y actúa con el desenfado de quien mañana o pasado amanecerá feliz y deshinchado.