Ecuador: los periodistas y la verdad y la justicia

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ALBERTO MALDONADO S. | Hace décadas, nada menos y nada más que la Corte Suprema de Justicia de Francia expidió un comunicado reclamando porque los periodistas franceses (no todos, por supuesto) se habían arrogado para si la capacidad de señalar quién es culpable y quién no; a quién se debe creer y a quién no.

Por supuesto, la Corte Suprema de Francia reclamaba moderación y, sobre todo, que se deje a los jueces la capacidad de decidir quién es culpable y quién no, de acuerdo con lo que queda registrado en “autos”(expedientes) que para eso están.

En todos los tiempos (y no solamente en Francia) ciertos periodistas o aprendices de periodistas, han pretendido “juzgar” de acuerdo a apariencias, a decires y, sobre todo, a sus intereses. Y han violado sistemáticamente viejos principios de la legislatura universal: que todos tenemos derecho a un juicio justo (Carta de las Naciones Unidas) y que el que acusa a otro, de cualquier delito, es quien tiene que demostrarlo; y no al contrario, cosa que solo se ha registrado en la Inquisición de la Iglesia Católica y en las criminales dictaduras, tipo Pinochet de Chile o la gorilocracia de Argentina.

Digo esto porque, en los últimos tiempos, como que la prensa sipiana (de la SIP-CIA), en el Ecuador, ha recurrido a semejante “arbitrio”. En sus afanes por contrarrestar la popularidad de que goza el presidente (Rafael) Correa, a pesar de sus 5 años en el poder político, pues no hay día en que tal prensa, que sigue presumiendo de independiente, no encuentre que todo está mal o que algo está mal en lo que la gente ve bien.

Y en sus afanes por demostrar (lo indemostrable) en estos tiempos, se han dedicado a una caza que rivaliza con los mejores “pesquisidores” según decir de los brasileños.

Pruebas al canto: en la elección de los nuevos miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE) como no encontraron “peros” personales de los nuevos miembros, “descubrieron” que 5 de los 7 eran (o habían sido) muy cercanos al gobierno, porque desempeñaron tal o cual cargo público o por la amistad con tal o cual personaje oficial. Es decir, según los sipianos, ya casi es un delito que alguien haya sido o sea amigo del presidente o haya servido al gobierno actual.

¿Y todos los ciudadanos y ciudadanas no somos iguales ante la ley? ¿No todos tenemos los mismos derechos y obligaciones? Solo falta que pidan que la actual Asamblea Nacional (en la que tienen una escuálida mayoría) resuelva que no pueden ocupar cargos de representación ciudadana, quienes hayan sido o parezcan amigos o cercanos de cualquier ministro o del propiopresidente. Y que se nombre solo a aquellos candidatos (candidatas) que tengan el visto bueno de la prensa sipiana o de sus monitores.

El “pesquisamiento” llega a tales niveles que presentan, como periodismo de investigación, fotos del asesor más cercano de Correa visitándole al fiscal del Guayas (el gemelo del asambleísta) y el señor Mera comiendo en un lujoso restaurante de Quito con el Presidente de la Corte Constitucional. A este paso, nadie puede conversar o comer con otro alguien, afín al gobierno, porque se trataría de “algo obscuro” que se está tramitando.

Yo, que presumo de periodista profesional y de coautor de la Ley del Periodista Profesional, me siento avergonzado por semejante “investigación”.

Pregunto: ¿podemos confundir la investigación periodística, con un simple pesquisamiento tipo “policial”?

Sobre este tema, recuerdo que una de las tareas del periodista investigador es no solamente que fulano de tal “se puso de acuerdo” con sutano para hacer tal o cual cosa; y lo acordado, se hizo. Lo contrario se queda en un simple acto de pesquisamiento Y el periodista de investigación va mucho más lejos que el simple pesquisamiento policial; y hasta debe arriesgar la vida, por descubrir “chanchullos” que pueden afectar o no, a determinados sectores.

Siempre cito el caso del doctor Eduardo Riofrío Villagómez (o al revés) que, por muchos años, fue ministro juez de la Corte Suprema de Justicia. Jamás nadie (ni de izquierda, del centro o de la derecha) pudo acusarle de algún desaguisado o chanchullo (entuerto) que pudo haber cometido a favor o en contra de sus amigos políticos o enemigos. Lo más que se pudo acusarle fue de que era un “curuchupa [consevador] recalcitrante” —lo cual nunca fue un delito.

Y digo: ¿no es acaso un deli de lesa personalidad (injurirave) a gel calificartole a cualquiera de un ilícito, pero no demostrar que ha cometido tal ilícito? Y si tenemos que enterarnos de lo que está ocurriendo judicialmente, en el caso El Universo, de Guayaquil, pues no podemos ni debemos confiarnos de la información que nos ofrece, todos los días, la prensa sipiana del interior y del exterior, con El Comercio a la cabeza.

De creerle a este rotativo, desde la demanda hasta las recusaciones, son “una maldad” de la contraparte. Y para la prensa sipiana del exterior (el Washington Post a la cabeza) se trata de un silenciamiento de las “voces de la libertad y la democracia en el Ecuador” ¿Están hablando de otro país? Porque en Ecuador, que se sepa, no hay tal persecución ni actitudes contra la libertad de expresión. Los quejosos (o quejudos) no han podido demostrar un solo caso, salvado que para el señor de Fundamedios (fundamiedos, dice Don Eleuterio) sean agresiones lo que todos los sábados dice el presidente (Rafael) Correa y el enjuiciamiento civil-penal que —al fin— están ensayando contra los “opinadores” de ocasión (o de profesión) en distintas ciudades y contra distintos medios.

Y aquí viene lo de la Corte Suprema de Justicia de Francia. ¿Qué derecho tienen los medios a decir esto está bien y esto está mal respecto de un juicio que está ventilándose en las respectivas instancias judiciales? ¿No es esa actitud contraria al debido proceso de que nos habla de la Carta de las Naciones Unidas? Y si no son culpables, lo único que tienen que hacer es demostrar que lo que dicen es lo correcto. Por desgracia, el señor Emilio Palacio (que ahora los medios sipianos le han bautizado de periodista) corrió a Miami, a refugiarse, a vivir del exilio; que, según la mafia cubano-estradounidense que allí opera, da buenos réditos, a costilla de los contribuyentes norteamericanos.

Pregunto (no me cansaré de preguntar): ¿no es esa actitud contraria a todo principio legal y constitucional? ¿Por qué no protestaron los sipianos de toda laya contra los jueces que dictaron sentencias a favor de Vistazo y de La Hora en demandas establecidas por el Presidente de la República? Porque si son independientes y objetivos, así como protestan y exageran el caso Universo, debían protestar por los casos antes citados. ¿O no?

Si los sipianos y sus acólitos (de izquierda o de derecha) hubiesen protestado cuando, por decir algo, el señor Ingeniero León Febres Cordero (que en paz descanse) invadió con tanques de guerra la Corte Suprema e impidió que los nuevos ministros jueces se posesionen de sus cargos, a pesar de haber sido nombrados por el Congreso Nacional; entonces podrían hablar por lo menos de sindéresis.

Otra pregunta: ¿Por qué la madre de un ministro de Estado, que ha sido abogada con largos años de ejercicio profesional, no puede concursar para ministra juez de la nueva Corte Nacional de Justicia? Deben darle por lo menos el derecho que tiene a equivocarse en el ejercicio de sus nuevas funciones. Lo mismo podríamos preguntar del hermano de un legislador “oficialista” que también ha concursado en ese evento ciudadano; que, por primera ocasión se ensaya en Ecuador.

Vuelvo a preguntar: ¿es que era más idóneo que un Presidente de la República y su equipo nombre o desnombre a los nuevos ministros jueces? Y repregunto: ¿es acaso idóneo y admisible que a un profesional se le cuestione por ser la madre de un ministro de Estado o hermano de un asableista de gobierno, o por haber trabajado para este o cualquier gobierno? Dice la Biblia, que los cristianos de la oposición parece que olvidan, que “por sus obras los conoceréis”. Que tengan paciencia que después de unas semanas, o meses, o años (o nunca) se sabrá si aquellos fueron a cumplir consignas o no. ¿Y si no cometen desaguisados? Entonces pues, van a quedar terriblemente mal los cuestionadores de hoy.

Y a propósito de la famosa división de poderes hoy llamadas funciones, vuelvo a calificar de simple iletrados o ignorantes a aquellos que siguen defendiendo tal tesis. Para hablar en términos populares, ¿no están meándose fuera del pilche? Y el término “mear” ya está registrado en el diccionario de la Real Academia de la Lengua y “pilche” es un ecuatorianismo que significa pozo pequeño, o pequeña tacita; no más que es ecuatoriano porque desde los abuelos (no sé si ahora) el pilche venía de una de las partes del coco grande, de aquellos que se cultivan actualmente en Esmeraldas.

Finalmente, la historia de la humanidad es muy rica respecto de que todo movimiento (fascista, conservador, de izquierda) ha tratado de copar las tres funciones del Estado. Nunca, en ningún país del mundo se ha dado a plenitud esta tal división de funciones. Lo mismo trató de hacer el ex “dueño del país (que en paz descanse; lo dudo pero hay que deseárselo) y no poco de lo que pasó en el área de la Función Judicial, se lo debemos a él.

Hasta estos años, era evidente que los social cristianos habían copado ese poder y que era muy difícil quitárselos. Podían perder el poder político (el Congreso y el Ejecutivo) pero nunca jamás el poder judicial ya que por esa vía podían hacer muchas cosas. Y lo han hecho. ¿Por qué el Movimiento País no puede hacer lo mismo? Digo lo mismo en cuanto a la remoción
de los jueces y los sub jueces y los secretarios. Pero habrá que ver si caen en lo que todos los ecuatorianos y ecuatorianas queremos: que la justicia sea diligente, oportuna, eficaz y honesta. ¿Será posible?

Y si no es posible —para eso somos seres humanos— ya veremos quienes salen a protestar por el abuso y quienes salen a defenderlo. Porque uno de los derechos que tenemos todos (por más criminales que sean) es a un juicio justo.

Si en los EEUU, el país que tanto admiran los sipianos, ejecutaron a Sacco y Vanzetti y tienen en la cárcel precisamente a cuatro cubanos y medio cubano (condenarle a que se esté en Miami es peor que sentenciarle nuevamente) por el “delito” de espiar para su país respecto de las barbaridades que preparaba la jungla cubano-estadounidense, a la cual se unieron hace rato los hermanos Isaias y el señor Palacio.