Carlos Andrés Pérez le otorgó la Orden Libertador al genocida Videla

FELIPE YAPUR | En mayo de 1977 la Argentina vivía inmersa en una cruel, sanguinaria y, por ese entonces, interminable dictadura. Su jefe supremo, el general Jorge Rafael Videla, había realizado una serie de viajes por diferentes países de América del Sur que tenían, como denominador común, dictaduras militares.
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Sin embargo, el que realizaba en este mes era diferente. El 11 de mayo, Videla arribaba a Venezuela con importantes manifestaciones estudiantiles que repudiaban no sólo su presencia sino, y no era para menos, que haya sido invitado por el presidente Carlos Andrés Pérez. El máximo representante de la cuarta república se abrazaba aquel día con el dictador. Videla, en tanto, no sabía que su estadía en Caracas se iba a convertir en el primer lugar donde reconocería la existencia de desaparecidos en su país. Tampoco supo que ese testimonio iba a formar parte del conjunto de pruebas que lo llevarían a la prisión donde murió, juzgado y condenado por delitos de lesa humanidad.

Por esos días, Caracas se revolucionó. Movilizaciones en las calles con enfrentamientos de estudiantes y obreros con la Policía Metropolitana dejaron un saldo de 20 detenidos y otros tantos heridos. Repudiaban a Videla pero también al representante de la hasta ese momento Cuarta República. Pérez no sólo se había trasladado hasta Maiquetía con todo su gabinete de ministros sino que además le otorgaría al genocida argentino la orden del “Libertador Simón Bolívar”. Resultaba incomprensible la actitud de Pérez frente al genocida cuando Venezuela era, junto a México, el destino de miles de exiliados argentinos que huían de la cacería humana que allí se había desatado.

Para Videla resultaba un éxito esta visita y se había arriesgado a afirmar, tal como lo consigna el diario mexicano El Día, que “el objetivo final del proceso argentino es la plena convivencia democrática, en el marco de un pluralismo legítimo y una efectiva igualdad de oportunidades”. La frase, que demostraba el grado de cinismo del dictador, fue pronunciada momentos antes de que Pérez lo condecorara. El presidente adeco no se quedó atrás y su hipocresía se exteriorizó cuando afirmó, con tibieza frente al dictador, su convicción de que la Argentina “avanzará con entera decisión a su auténtica recuperación democrática”.

Ni una palabra le dedicó Pérez a las atrocidades que se cometían en ese mismo momento en la Argentina. Los diarios de México ya daban cuenta de la existencia de al menos 25.000 detenidos desaparecidos, una cifra apenas superior a los presos políticos que poblaban las cárceles de ese país.

Durante los tres días que pasó Videla en Venezuela las calles de su capital se tiñeron de protestas, gases lacrimógenos, bombas molotov y un sin número de expresiones en los medios de comunicación donde se repudiaba la presencia del dictador. A Videla eso poco le importaba ya que su objetivo era habilitar un canal de diálogo con el gobierno de James Carter a través de Pérez. El gobierno del Partido Demócrata de entonces resultaba un duro escollo para la dictadura argentina por sus críticas a las violaciones a los derechos humanos. Una de las principales consecuencias era el freno a la venta de suministros militares por parte de los Estados Unidos. Pérez, en tanto, buscaba convertirse en uno de los líderes de la región sin importarle la calaña del interlocutor.

Un centenar de efectivos del Cuerpo de Seguridad del Estado custodió por esos días a Videla, quien firmó con Pérez una declaración donde expresaban el derecho de los estados al uso de la energía nuclear para fines pacíficos y sendos apoyos a Panamá y Bolivia, para que recuperen el control soberano del canal y la salida al mar, respectivamente. Sobre los derechos humanos no se dijo nada.

Al final de su viaje, Videla seguramente pensó que ya nada malo podría suceder y habló con un selecto grupo de periodistas. Sin embargo, hubo una consulta sobre la declaraciones de los obispos argentinos que, de manera ambigua, habían solicitado a la dictadura argentina una merma en la violencia represiva. Fue en ese momento que, por primera vez, el genocida argentino reconoció la existencia de torturas y desaparecidos. En una corta nota el diario mexicano Excelsior dio cuenta de ello y donde apenas citó una sola frase del dictador. Sobre la existencia de los desaparecidos dijo que se trataba de “tristísima realidad”. Hoy, en la internet es posible encontrar un video de apenas 21 segundos donde Videla habla por primera de vez de los desaparecidos (http://youtu.be/0MQ911xZ-10). Allí, vestido de blanco junto a dos sus colaboradores dice con tono marcial: “En nuestro país han desaparecido personas y esta es una tristísima realidad pero que objetivamente debemos reconocer. Tal vez lo difícil sea explicar el por qué y por vía de quién esas personas han desaparecido”.

Videla no dijo más nada. Se fue de Caracas dejando atrás su estela de cinismo y, como si fuera Buenos Aires, dejando una ciudad con manifestaciones en su contra, disturbios, detenidos y heridos que lo repudiaron durante el tiempo que pasó en la capital venezolana.

Dos años más tarde, en la capital argentina, y luego de una referencia que hiciera Juan Pablo II sobre la represión en la Argentina, Videla mostró una vez más su faceta más tenebrosa y cínica cuando afirmó que “frente al desaparecido en tanto esté como tal, es una incógnita. Si el hombre apareciera tendría un tratamiento X y si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… ni muerto ni vivo, está desaparecido”. Esas dos afirmaciones se transformaron, junto a los testimonios de cientos de sobrevivientes y familiares de los desaparecidos, en la pruebas que lo llevarían a recibir tres condenas por delitos de lesa humanidad.

Pocos días después de cumplirse 36 años de ese primer reconocimiento de la existencia de los desaparecidos que hizo en Caracas, Videla muere en su celda a los 87 años mientras enfrentaba otro juicio. En la madrugada del 17 de mayo pasado estaba sentado en el inodoro en el momento que dejó este mundo.