Argentina: se acabó la noche negra del macrismo (pero el final está por verse)

Xinhua/Martín Zabala
350

Ernesto Salgado | 

El pueblo argentino o al menos su enorme mayoría decidió terminar con el Gobierno de Mauricio Macri, y eso es una señal de autocrítica popular: desalojar al representante de los monopolios que los llevó a los extremos de la degradación social e individual, al conculcar -o intentar hacerlo-, todos sus deseos.

Macri se va antes de lo que ellos esperaban y necesitaban, sin haber terminado el trabajo asignado, dejando aún algunas cosas pendientes para asegurarse el control de todas las palancas, particularmente políticas y judiciales que les permitan modificaciones estructurales de fondo.

Macri fue derrotado día a día por la movilización popular, que la gente le arrancó a sus dirigentes pese a sus negativas, a no olvidar ahora que la CGT (histórico resorte del peronismo) se negaba sistemáticamente a convocar paros y movilizaciones que la gente le arrancó en las calles.

Aquí hay que anotar algunas claves sobre la victoria inapelable del último fin de semana. Es una realidad que el triunfo de Fernández-Fernández solo se pudo dar sobre la base de la unidad del 95% del peronismo (Massa-Sola-los gobernadores, etc).

El macrismo fue derrotado por las mujeres, dando lecciones en la defensa de sus derechos, las organizaciones sociales luchando por el pan, el trabajo y la vivienda, los pueblos luchando en defensa de los derechos naturales y contra las multinacionales, etc. Todo ellos y otros, fueron minando la base de sustentación de un régimen perverso que de haber perdurado nos hubiese llevado a los límites del neofascismo, tal cual muestra, con toda crudeza, el Chile de Piñera.

El vaso medio vacío

En estas horas posteriores al 27O todo es alegría. Justa alegría. Pero queda dentro del tejido social tres grandes asignaturas pendientes. Tareas que la dirigencia debe encarar. La primera de ellas es no haber analizado porque una de las peores expresiones de la derecha pudo llegar a ocupar el gobierno a través de las elecciones. Es decir porque ganó Macri en 2015.

Xinhua/Alberto Raggio

La segunda, es que esta derecha se retira -a tomar fuerzas- con una fuerza política organizada como nunca antes tuvo. Con el 40% de los votos y con una remontada importante entre las PASO y la elección, que no se debe sólo a la polarización de la derecha, sino también a la presencia en las urnas de algunos cientos de miles de votantes que eligieron dar testimonio de su adhesión a la derecha, aunque las cartas estuviesen echadas.

Así, por primera vez en la historia reciente esta derecha se repliega en una organización basada en elementos sumamente peligrosos: se muestran como anti-corrupción, sumando a los que ideológicamente son xenofóbos, machistas consientes, anti-derechos por convicción, anti-pueblo por antonomasia.

El tercer elemento es que ya está instalado un falso concepto de clase media. Al margen de que es de por sí una categoría compleja, hoy día se ha pasado a considerar “clase media” a los trabajadores estables que apenas llegan a fin de mes, a los pequeños comerciantes que no generan plusvalía, o a los trabajadores de la ciudad y el campo que tienen un ingreso que les permite vivir sin demasiado apremios.

Esto que parece un capricho semántico es el que instala, socialmente, una falsa división de clases, a través de la cual por ejemplo un cartonero es y será un marginal que deberá acostumbrarse a vivir sin una cantidad de derechos.

Por ahora, celebremos que comienzan a irse, pero no olvidemos las tareas pendientes para que la historia deje de repetirse como farsa.

Particularmente la izquierda que absorbida por la necesidad de echar al neoliberalismo se ha diluido en el populismo desarrollista, encabezado esta vez por un dirigente que se formó en las filas liberales. Una izquierda que parece no tener claro que el conglomerado que derrotó a Macri no marca el camino de los cambios y la liberación. Al menos para los que no abandonan el sueño de la revolución.