Argentina: bastante más que un año nuevo

Juan Guahán-Question Latinoamérica|

Este prolongado año electoral que vivimos en Argentina no solo trajo cambios de nombres, de fuerzas políticas, sino también de estilos, de objetivos y ciclos de gobierno.

El cristinismo-kirchnerismo, de raíz, muchas prácticas e ideas peronistas, latinoamericanistas y tercermundistas, dejó su lugar al macrismo. Ésta es una fuerza política de origen empresarial, amiga de los Estados Unidos y del mundo occidental, de tinte neoconservador, integradora de un espectro político muy amplio que va desde peronistas hasta liberales de cuño gorila, amalgamados en un desarrollismo del siglo XXI.

El cristinismo dejó una situación compleja. Por un lado, una juventud – fundamentalmente clasemediera- enamorada de los rebeldes discursos de su Jefa, de sus combativas diatribas contra el poder, de esa expresa voluntad de restablecer la unidad de Nuestra América, en fin… de los sueños que alimentaron y alimentan largas luchas de nuestros pueblos.

Pero también quedó como saldo una administración exageradamente centralizada, con una práctica cargada de decisiones unipersonales muchas veces arbitrarias, con una economía desfalleciente, donde nuevos y mayores derechos chocan con un poder que no ha sido tocado. Con los últimos 4 años sin crecimiento, sin divisas y con una inflación que parece indomable. Todo ello acompañado de una institucionalidad estatal funcional a las ideas planteadas y enmarañada por nuevas funciones y nombramientos que parecen destinados a preparar condiciones para la resistencia a la nueva administración y un pronto retorno.

En este marco el nuevo gobierno, dentro de la lógica de su pensamiento y objetivos propios, enfrenta algunos desafíos claves: Hacer que la economía funcione de acuerdo a sus planes; lidiar con un parlamento adverso; construir una oposición tolerante a sus perspectivas, desarmando las políticas cristinistas.

En materia económica sus ideas desarrollistas lo llevan a impulsar un proceso productivo estrechamente ligado a las exportaciones, procurando avanzar en algunos procesos industrializadores de la mano de las inversiones extranjeras. Pero para ello deben conseguir los capitales dispuestos hacer tales inversiones, lo cual no parece tan difícil si resuelven el otro tema central: ¿Cómo mantener las normas del libre comercio que pregonan, en una sociedad acostumbrada a consumos relativamente altos y fuertemente subsidiados? El déficit de Caja no permite pensar en el mantenimiento de tales subsidios y no hacerlo, respetando las leyes del mercado, puede conducir a una crisis social de características ingobernables.

El gobierno ya tiene dicho, en palabras del Alfonso Prat Gay, que considera posible alcanzar sus objetivos mediante un acuerdo tripartito: El Estado, junto a empresarios y trabajadores, un viejo mecanismo instaurado por el peronismo.

El shock de Pat Gray
El shock de Pat Gray

Para lidiar con un parlamento adverso el gobierno ya ha dado sobradas muestras de su carta principal: son los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). Claro que aún para ello necesita de cierto aval parlamentario, de lo contrario pueden terminar siendo inservibles. Para el acuerdo parlamentario su principal aliado es el Frente Renovador que encabeza Sergio Massa. Como ello no alcanza debe mirar, con ojo atento y fina sutileza, al bloque del Frente para la Victoria (FpV), para arrancar del mismo los votos justicialistas que le permitan gobernar.

Respecto a las relaciones con la oposición es obvio que, al igual que toda fuerza de gobierno que no tiene amplia mayoría, prefiere una oposición fragmentada. En este sentido el gobierno insistirá en fortalecer sus acuerdos con los gobernadores provenientes del justicialismo, de esa manera confía en que éstos logren influir sobre los legisladores de sus respectivas provincias y alcanzar las mayorías necesarias. Para ello está planteando actuar de dos manera complementarias: Intentar la separación de sectores del justicialismo organizándose como PJ, por fuera del FpV. Simultáneamente procurar el aislamiento de Cristina y La Cámpora.

Esa diferenciación le urge al macrismo. En ese sentido diferencia la oposición del PJ, de la resistencia del cristinismo. Por ahora, dicho objetivo de diferenciación no ha pasado de algunos discursos y promesas parlamentarias. Cristina sigue logrando mantener una respuesta única de la inmensa mayoría de “su tropa” mediante la vía telefónica y las presiones de su propio partido “La Cámpora”. La no aprobación del presupuesto de la Provincia de Buenos Aires, la irresolución sobre la presidencia de la estratégica Comisión sobre Seguimiento de los DNU son pruebas de ello. De la ruptura de esa uniformidad, encabezada por Cristina, depende gran parte de la gobernabilidad futura del macrismo. A Macri le conviene la crítica, oposición y resistencia de Cristina, pero no de una Cristina que signa conduciendo a un FpV unido.