Alineamiento y más dependencia

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Aram Aharonian – Miradas al Sur

¿Qué es lo que cabe esperar?: el abandono de la Argentina de las políticas de autonomía relativa en materia de relaciones internacionales vigentes desde 2003, el realineamiento internacional tras las potencias y organismos promotores del programa neoliberal –sostenedores asimismo del capital financiero internacional– bajo el concepto hueco de “reinserción de la Argentina en el mundo”, ser eco de las exigencias de las potencias desarrolladas en el Grupo de los 20 y en la Organización Mundial de Comercio.

Desde Europa, Macri sostuvo que la Argentina debía “reinsertarse en el mundo” y abandonar el “eje bolivariano”, y descalificó los avances en los procesos de integración regional ocurridos durante la última década.

Afirmó que el bloque que conforma el país junto con Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela “es casi una ficción, llena de trabas”; víctima de un retroceso en relación a lo que se había logrado en los ’90 y adelantó que trabajará para que el bloque firme el resistido tratado de libre comercio con la Unión Europea.

No caben dudas de que habrá una nueva Cancillería donde los funcionarios del Estado dejen de servir a los intereses nacionales para facilitar la articulación de la Argentina con el sistema comercial y financiero promovido por los Estados Unidos, Europa, las potencias desarrolladas y los organismos multilaterales de crédito. No serán pocos los diplomáticos que festejarán el regreso a los viejos tiempos de una Argentina plenamente integrada a ese mundo del que se sienten parte desde siempre Macri y el macrismo.

Pero lo que quizás le sea más difícil de imponer es la relativización de la reivindicación de soberanía en la cuestión Malvinas. Para Cambiemos, primero son los negocios y por ello ya hablan de priorizar acuerdos comerciales y de inversión con el Reino Unido, incluyendo la explotación ilegal que hacen los británicos de los recursos naturales del archipiélago.

El macrismo propone desarrollar “políticas de concertación, con concesiones tanto o más nefastas que las sostenidas durante el menemismo. Fulvio Pompeo, estrecho colaborador de Macri en materia de política exterior, sostiene que el líder de Cambiemos “planea trazar un camino conciliatorio y terminar con la relación demagógica de los últimos años (…). Tenemos que restaurar esta relación que estuvo congelada en los últimos años, como resultado de este conflicto”.

Asimismo, no serán una prioridad los procesos de integración regional en espacios como Mercosur, Unasur y Celac. Habrá un posible abandono de ellos con un giro hacia la Alianza del Pacífico. Obviamente, también congelará o abandonará las políticas de Cooperación Sur-Sur y de los foros y organismos que la expresan, como el G-77 más China.

No es nuevo el alineamiento de Macri con lo más execrable de la narcopolítica ultraconservadora y genocida de la región, como el colombiano Álvaro Uribe. A instancias de éste propuso que se aplique la cláusula democrática del Mercosur contra Venezuela. Y fue el ex presidente del Parlasur, Florisvaldo Fier, quien lo puso en vereda: “Yo creo que Macri tiene que informarse un poco mejor porque la cláusula democrática se aplica cuando hay un golpe de Estado”. Además, sólo puede aplicarse por consenso entre los Estados que integran el bloque.

Los protocolos de Ushuaia y Montevideo (Ushuaia II) establecen que “en caso de ruptura o amenaza de ruptura del orden democrático” se pueden tomar medidas como la suspensión del Mercosur, el cierre de fronteras de forma total o promover la suspensión ante otras organizaciones internacionales, y fue aplicado cuando el golpe contra Fernando Lugo en Paraguay, medida que se levantó cuando asumió Horacio Cartes la presidencia tras elecciones.

Asimismo, el macrismo seguramente desarticulará las políticas de protección del mercado interno y del desarrollo de la industria sustitutiva de importaciones, para poder impulsar al sector importador y consumidor de divisas. No le será fácil –ni auspicioso– desmantelar los acuerdos bilaterales promovidos con China y los países del sudeste asiático, pero tratará que éstos se establezcan bajo la impronta de acuerdos de libre comercio.

El Grupo Consenso, think tank o political delivery del macrismo dio a conocer un documento de 20 puntos, “Seremos afuera lo que seamos adentro”, lleno de suspicacias y eufemismos, que entraña una mirada despectiva de la actual política exterior de la Argentina, según Guillermo Carmona, presidente de la Comisión de Política Exterior de Diputados.

Consciente de que la integración es un “bien” para la población, trata de compatibilizarla con la globalización (y la división internacional del trabajo que insiste en la reprimarización de la economía): “Debemos privilegiar la integración regional y generar la mayor cantidad de alianzas con países del mundo, a fin de enfrentar los desafíos y oportunidades de esta nueva era. Globalización e integración deben ser los vectores principales”. A la Argentina le corresponde, según el documento, aportar alimentos y energía al mundo desarrollado.
Insiste en el viejo concepto dictatorial de nuestra “identidad occidental” y señala que “los Estados que tuvieron éxito fueron aquellos que consiguieron vincular sus proyectos nacionales con las corrientes más dinámicas de la realidad internacional en cada momento histórico”. O sea, alinear la política exterior a los dictados de las potencias occidentales. Es decir, chau soberanía.

Ningún documento del macrismo hace referencia a la disputa con los fondos buitre ni al proceso de reestructuración de deuda argentino, ni a la iniciativa argentina de regulación de los procesos de reestructuración de deudas soberanas en el seno de Naciones Unidas. Tampoco a la cooperación Sur-Sur, no hay críticas explícitas ni implícitas al proteccionismo europeo y estadounidense ni referencias a la necesaria protección del mercado interno argentino y regional.

El de Macri es un claro avance en la estrategia de EE.UU. Desde la derrota del proyecto del ALCA en Mar del Plata en 2005, el imperio norteamericano retomó sus ataques. Los golpes de Estado contra Zelaya, en Honduras, y contra Lugo, en Paraguay; los intentos de golpes blandos en Venezuela, Bolivia y Ecuador, la desestabilización intentada en Brasil y la Argentina; el impulso a la Alianza del Pacífico como eje que contrarreste al ALBA; la proliferación de bases militares y ejercicios conjuntos entre las fuerzas armadas de casi todos los países; los intentos por relegitimar a la OEA como espacio privilegiado de decisiones políticas y la presión –diplomática, económica, mediática– sobre los gobiernos son los aspectos más visibles de esta contraofensiva estratégica.

La ausencia del Estado como garante de la seguridad jurídica de las clases populares y de una economía autosuficiente y moderna no viene sola, sino que trae consigo el exponencial y descontrolado incremento del crimen organizado, y con él, el narcotráfico. La experiencia latinoamericana –en especial la mexicana desde la firma del Tlcan– demuestra que la lucha contra este flagelo en el marco de una apertura comercial irrestricta y tratado de libre comercio con las naciones industrializadas en poder del terrorismo financiero y especulador, resultan absolutamente incompatibles.

Macri promete “terminar con el narcotráfico”. Pero su administración conservadora, aperturista y destructora de un capitalismo nacional, de la agricultura familiar y de las economías regionales no hará sino sembrar las mismas condiciones que favorecieron la expansión descontrolada del narcotráfico y los lavadores del dinero sucio en México y otros países.