Argentina: La Convención radical removió el avispero político

Juan Guahán-Question Latinoamérica

.La reciente Convención de la Unión Cívica Racial (UCR) sacudió el tablero de las próximas elecciones é hizo que los diferentes jugadores comiencen a definir su jugadas. De las tres alternativas de alianza (Macri, Massa, UNEN) triunfó la que promovía el senador mendocino Ernesto Sanz.

La perspectiva del UNEN ya llegó deshilachada y si perspectivas ni defensores. La posibilidad de un acuerdo con Sergio Massa y su Frente Renovador fue derrotada. Quedó en pie el acuerdo con el PRO de Mauricio Macri. Esa decisión está haciendo crujir las estructuras del radicalismo, ya hay varios anotados –encabezados por el cómico y senador correntino Nito Artaza- para las escisiones que se vienen, aunque quedó en claro que la mayoría de la dirigencia acompañará la decisión mayoritaria de la Convención. El derrotado Julio Cobos ya anunció que “fue bajado” de su candidatura presidencial.

El gobierno tuvo rápidos reflejos e inmediatamente calificó a este acuerdo como una reaparición de la fracasada “Alianza”, se trata de aquella fuerza constituida por la UCR y el FREPASO en 1997 y que permitiera, en la elección presidencial de 1999, el triunfo de Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez. Pero vale la pena destacar algunos pro y contra de la perspectiva surgida en los debates realizados en Gualeguaychú.

Entre los principales aspectos negativos se pueden destacar las críticas oficiales, en el sentido que sigue siendo un acuerdo “contra”, en este caso para derrotar al actual oficialismo de origen peronista.

También, este acuerdo, tendrá que superar las tensiones –ar ahora macriya manifiestas- acerca de las características de un eventual gobierno compartido. Esas dificultades van desde las políticas a desarrollar hasta la integración del gabinete. No serán menores los problemas para “armar” las listas de legisladores y los acuerdos provinciales. También hay que tener presente que esta coalición aleja las posibilidades de los radicales Gerardo Morales -en Jujuy- y José Cano -en Tucumán- para derrotar al actual oficialismo. En ambos casos el acuerdo, que están o estaban desarrollando, con Massa los acercaba a la perspectiva de ganar esas gobernaciones para una fuerza que tuviera al radicalismo como principal protagonista.

Más allá de estas consideraciones negativas el principal aspecto positivo, para sus integrantes, es la posibilidad cierta de constituirse en una efectiva alternativa electoral. La confluencia del PRO de Macri, la UCR con Sanz, la Coalición Cívica con Elisa “Lilita” Carrió y la franja del peronismo vinculada al campo con Carlos Reutemann, constituye una fuerza electoral de peso. Esa alianza, acuerdo, coalición, o el nombre que le demos, tiene un piso electoral que ronda el 35%. Con ello, se diluye la posibilidad que el oficialismo –aunque consiguiera un notable 40%- pueda ganar en primera vuelta. Con ello se abre la instancia forzosa de una segunda vuelta, donde las mayores posibilidades las tiene el conglomerado de fuerzas –mayoritariamente- no peronistas. Aunque no hay que descartar que –de mantenerse la candidatura de Massa- una parte de sus votos pudiera volcarse –en la segunda vuelta- a favor de una candidatura oficialista, de signo kirchnerista, si el oficialismo concurre unido a las PASO.

Resulta claro que el principal perjudicado por esta decisión del radicalismo es Massa. Esto se puede observar, por un lado, en las dificultades que va a tener para mantener la alianza con algunos referentes radicales de peso como los ya citados Morales y Cano. El otro tema es que esta decisión tiende a polarizar el proceso electoral. Ante esta perspectiva el olfato de muchos de los aliados de Massa ya piensa en migraciones hacia esta nueva alianza o en su retorno hacia al actual oficialismo. Esto es particularmente fuerte en varios distritos del Gran Buenos Aires que ya están “pegando ese salto”.

Rarezas del beneficio para  pequeños productores

ar cris con productores agrariosEsta semana Cristina hizo un interesante anuncio del gobierno. Se trata de una medida que beneficia a unos 46 mil pequeños y medianos productores de soja, maíz, girasol y trigo. Éstos constituyen algo más del 70% del total de productores agrarios, aunque solo aportan el 12% del total de la producción. A favor de ellos habrá una segmentación de las retenciones que les permitirá acceder a un fondo de reintegro por unos 2.500 millones de pesos, que se repartirán entre quienes produzcan menos de 700 toneladas de cada uno de los productos señalados. Según una tabla ya elaborada, mientras más chico sea el productor mayor será la proporción de retención que le sería reintegrada.

Se trata de una medida simpática, que refleja el acuerdo del gobierno con la nueva conducción de la Federación Agraria, la que –de esta manera- fracturó a la Mesa de Enlace que compartía con la Sociedad Rural, CONINAGRO y CRA.

En el año 2008, en medio del conflicto con el campo -dijimos en esta misma columna- que ese problema se podía haber evitado o –en el peor de los casos- rápidamente resuelto. No se lo hizo por incompetencia o tozudez, dando lugar a una larga confrontación que desgastó seriamente al gobierno llevándolo al borde del abismo. ¿Cuál era la solución que hubiera evitado ese enfrentamiento con la inmensa mayoría de los productores agrarios? Era sencilla. Simplemente segmentar las retenciones, haciendo que paguen los sectores más concentrados. Poniendo fuera de las retenciones al 80% de los productores solo se reducía un 20% los ingresos por dichas retenciones. Sin el apoyo de ese 80% de productores el conflicto no hubiera existido o hubiera naufragado a poco de andar. Pero la idea de “ni un paso atrás” (aunque el camino recorrido fuera equivocado) impidió la solución. La masividad de aquel movimiento no lo dieron los oligarcas históricos, ni los titulares de los “pooles de siembra”, sino una cantidad importante de pequeños y medianos productores que se sumaron al conflicto.

Ahora, 7 años después, pero sin los recursos de aquellos años, cuando muchos productores “se caen del mapa” se apela a una medida –limitada por cierto- que da cuenta de esa necesaria segmentación haciendo recaer las mayores cargas sobre los más concentrados. Si se lo hubiera hecho en su momento la concentración económica producida en el campo hubiera sido menor y no se hubiera reducido el número de pequeños y medianos productores.

Ahora que son tiempos de “vacas flacas” se realiza esta medida. Esto hace más difícil y menos efectiva su aplicación. La mecánica para la aplicación de esta justa decisión encierra un nuevo peligro. En lugar de eliminar o reducir las retenciones, a los productores chicos y medianos, se apela al mecanismo del “reintegro” (el gobierno, primero retiene y luego reintegra). Según la norma legal la devolución se hará en la cuenta bancaria de los productores los días 15 de cada mes a partir de abril. Algo semejante ya está planteado respecto del Programa “Trigo plus” y lo concreto es que muchos productores tienen que deambular por diferentes oficinas procurando que se les restituya lo que les corresponde. Estos mecanismos de reintegros siempre corren el riesgo de la discrecionalidad y el burocratismo.