El Museo de la Intervención Imperialista

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José Félix Rivas Alvarado

 

La idea de poner en marcha un Museo de la Historia del Intervencionismo Estadounidense y de la OTAN en América Latina, con sede en Caracas, va sumando voluntades en Nuestra América.

Se parte de la convocatoria a especialistas, historiadores y testigos de excepción para que diseñen un proyecto donde en forma pedagógica se explique a la población las diversas formas de injerencia e intervención que ha tenido el imperialismo estadounidense en la historia de América Latina.

Se trata de convertir la presente situación de amenaza, por parte de la prepotencia imperial, en una oportunidad pedagógica y de concientización del pueblo, de manera especial a jóvenes y niños.

Se trata de apuntalar nuestra reserva moral y el legado histórico. Se trata de librar la batalla en un espacio donde culturalmente el imperio nos pretende someter. Se trata de mantener vivo al Chávez historiador y pedagogo de la liberación.

Las armas invisibles de la dominación imperialVEN CARACAZO14

Borrar la memoria histórica es una de las armas más eficientes de la nueva colonización cultural que acompaña a los promotores del libre mercado, de la democracia declamativa, de la competitividad espuria, de la libertad capitalista y otras mercancías ideológicas que han vendido a escala mundial.

La ideología postmoderna, que acompañó a la emergencia del neoliberalismo, se encargó de invisibilizar la memoria histórica. En el camino surgieron seudo-religiones para promover la repetición infinita de letanías como: “el pasado no se puede modificar, el futuro no se puede prever, entonces lo que cuenta es el presente”. Se popularizó la programación neurolingüística del olvido y la indiferencia. Diversas formas de manipulación, apoyadas por estrategias de mercadeo, donde ya no se necesita el “lavado de cerebro” porque el “cerebro” está limpio, vacío de recuerdos y también de esperanza.

La cultura del olvido, promovida por los medios corporativos de comunicación, avanzó con el propósito de lograr que los jóvenes permanezcan en un presente permanente, donde toda utopía y toda lucha por la liberación se banalice.

El gran historiador Eric Hobsbawn, en su libro Historia del Siglo XX, manifestó su preocupación en la siguiente frase:“La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con las generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven.”

Hace unos días la vocera del Departamento de Estado de Estados Unidos, Jennifer Psaki, fue objeto de burla de los experimentados periodistas que asistían a la rueda de prensa, cuando afirmó con seriedad que su país “no apoya ni promueve cambios de gobiernos a través de medios ilegales”.

Lecciones de historia nuestra

ch allende la moneda Mario Benedetti sentenció: “el olvido está lleno de memoria”

El olvido es uno de los síntomas que conlleva a la pérdida de identidad. Si se niega la historia se termina siendo un boceto de lo que se intentó ser, pero nunca fue. Indudablemente, para algunos, este olvido es conveniente y, de esta forma fatua, el aparente olvido pasa a ser un pecado de omisión, cómplice de la manipulación mediática y de la soberbia de los dominadores. Para comprender lo que pasa en Venezuela sólo hace falta repasar un curso de historia crítica de América Latina.

La injerencia de Estados Unidos dejó miles de muertos, más de 30.000 desaparecidos en Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Chile, el secuestro de bebés recién nacidos. Esas intervenciones convirtieron a los militares en máquinas de despedazar al pueblo; en cómplices del robo de los recursos naturales. Las invasiones e intervenciones en México, Panamá, Guatemala, Nicaragua, Honduras, República Dominicana, el Caribe, Venezuela…contaron con el apoyo y favorecieron a las grandes empresas trasnacionales y a las clases dominantes locales.

El Museo del Intervencionismo Imperialista daría cátedra de la Economía Política de la injerencia estadounidense, y sería un espacio para rendir honores a aquellos que resistieron las prepotencias extranjeras y hoy son un ejemplo para nuestra lucha.

El Museo recopilaría toda la documentación audiovisual y textual, que se ha recogido sobre estos terribles episodios. Utilizando alta tecnología y el apoyo de los especialistas y de los movimientos populares, estoy seguro que sería uno de los Museos más visitados de Nuestra América.