Materiales para un periodismo democrático

283
Enric Llopis  – Rebelión

En alguna conferencia el periodista y escritor Pascual Serrano ha afirmado que la izquierda ha de superar la “fase plañidera” en torno al actual debate mediático, y plantear alternativas serias al vigente estado de cosas. Entrar en una fase propositiva que supere la queja inútil y así poder avanzar. Es lo que Serrano ya hizo en “Contra la neutralidad” (Península), en 2011, donde proponía como ejemplo de periodismo riguroso y comprometido las experiencias de varios reporteros de fuste: Ryszard Kapuscinski, John Reed, Robert Capa, Rodolfo Walsh o Edgar Snow. En “La Prensa ha muerto: ¡Viva la prensa!” (Península) el periodista hace algo parecido. Describe las experiencias de medios y periodistas que han explorado vías distintas a la del paradigma neoliberal.

En noviembre de 2014 el profesor de periodismo en la Universidad de Castilla-La Mancha, Miguel Álvarez, escribió en “El Viejo Topo” un artículo (“La crisis estructural del periodismo en España”) que radiografía la dramática situación. Sólo en 2009 la pérdida de ingresos por publicidad fue del 21%, hecho que se llevó por delante a todos los medios gratuitos (los más dependientes de esta vía de financiación) salvo “20 Minutos”. Cinco años de crisis han supuesto la desaparición de 284 medios en el estado español. En el último año, la tasa de desempleo entre los periodistas aumentó en un 132%.  A ello se agrega el cada vez más íntimo maridaje entre comunicación y finanzas, bien visible en los sillones de los consejos de administración. En Prisa figuran delegados y consejeros de Citibank, Liberty Acquisitions, Roche, Altadis, Banco Urquijo o BBVA. Tirar del hilo accionarial de “El Mundo” implica llegar a la banca italiana (Unipol, mediobanca, Banco San Paolo) y a la industria del automóvil (Fiat y Pirelli).

Además, las tendencias a la concentración y el oligopolio que se denunciaban en los 90 son hoy casi una broma. Tras las fusiones de Tele 5 con Cuatro y Antena 3 con La Sexta, Lara (Planeta) y Berlusconi (Mediaset) dominan el paisaje televisivo. En la radio, Prisa, Cope y Onda Cero controlan el 93% de la publicidad del sector, detalla el artículo de Miguel Álvarez. El fenómeno de acumulación corporativa es mucho más acusado a escala global. La ratio de los 25 grupos mediáticos con mayores ingresos del mundo, publicada en marzo de 2014 por la consultora SNL Kagan, destaca en primer lugar a Liberty Global (con unos ingresos de 9.000 millones de dólares en 2013), seguida de 21st Century Fox (7.300 millones de dólares), Disney (6.636 millones de dólares), Time Warner, Viacom y CBS.

Pascual Serrano no se limita a la descripción de esta realidad desoladora, sino que pone la mirada en las alternativas. El subtítulo del libro (“De cómo la crisis nos trae medios más libres”) anuncia lo que el texto desarrolla a continuación. El periodista analiza medios como Le Monde Diplomatique, La Jornada, Le Courrier, Brecha, IPS, Democracy Now!, Junge Welt y The Nation, de los que desgrana historia, tiradas, situación económica y financiación, propiedad, línea editorial, coberturas significativas, fuentes y firmas destacadas. Además de una línea editorial progresista o de izquierdas, los medios diseccionados comparten algunos rasgos. Por ejemplo, el significativo rol desempeñado por lectores y grupos de apoyo; los mecanismos de participación para los trabajadores; o la prioridad otorgada a la suscripción, lo que implica mayor compromiso de los lectores y autonomía respecto a los ingresos publicitarios.

Se trata de medios que difícilmente alcanzan una holgura económica pero, subraya Pascual Serrano, “la realidad es que todos llevan años, e incluso décadas, superando los obstáculos, y sólo por ello ya se les puede considerar exitosos; algunos de estos medios tienen más de un siglo, como Le Courrier o The Nation”. De la diagnosis se extraen algunas conclusiones que invitan a la esperanza para los profesionales y para las audiencias: “Se podría decir ahora que es más viable el periodismo de un grupo de profesionales autogestionados que pretender que un gran periódico logre pingües beneficios para sus directivos y accionistas. Están apareciendo nuevos proyectos periodísticos que, para funcionar y ser rentables, no necesitan hacer millonarios a sus directivos ni a sus capitalizadores en bolsa, ni devolver grandes préstamos bancarios. Basta con lograr los ingresos mínimos para que sobrevivan sus trabajadores”.

En el último apartado del libro (“El periodismo que necesitamos”) el autor se reafirma en algunas ideas que ha sostenido en sus últimos artículos y conferencias. Para que el periodista pueda elaborar una información de calidad, y no sometida a la coacción de los intereses empresariales, el ciudadano ha de comprometerse. “Hacer periodismo cuesta dinero y alguien debe pagarlo”, enfatiza Pascual Serrano, porque cuesta dinero enviar un reportero a una zona de conflicto o dedicar tiempo y esfuerzo a un reportaje de investigación. De ahí que todos los medios estudiados en el libro cumplan con un requisito previo, la remuneración de periodistas y colaboradores. Aunque no sólo ha de implicarse el ciudadano: el estado, ya que el mercado se fija otras prioridades, también tiene la responsabilidad de promover los medios públicos y apoyar a los cooperativos.

Unas condiciones laborales decentes, el salario digno del periodista y la libertad para desempeñar con “buen hacer” y profesionalidad su cometido son cuestiones irrenunciables para Pascual Serrano. Muy atrás quedaron los años 90 (Serrano tomó parte en el equipo fundador de Rebelión en 1996): “No teníamos apenas tiempo de hacer periodismo. La situación ha cambiado totalmente, ya hemos demostrado que existen informaciones y firmas diferentes y mejores que las que aparecían en los grandes medios. Ahora debemos hacer el periodismo que ellos nunca hicieron”.  El objetivo que plantea el periodista es pasar de “alternativos” a “referenciales”, pero insiste en que para ello hay que modificar el punto de vista: “Basta de que un amigo de Berlín o de Moscú nos traduzca, cuando tenga un hueco durante el fin de semana, algo de un medio interesante de cualquier país”.

Aunque inicialmente no estaba previsto, el autor incluye un  capítulo del libro al “boom” español de medios críticos, que rompen con el principio del voluntarismo y aunque en algunos casos a duras penas, son capaces de sostener proyectos viables. La desaparición de la edición en papel de Público, en febrero de 2012, y los consiguientes despidos, lanzaron a numerosos periodistas a nuevas empresas. A ello contribuyó, además, la crisis de la prensa convencional, la mercadotecnia de las redes sociales, el micromecenazgo y sobre todo las ganas de hacer periodismo. El autor analiza los ejemplos de eldiario.es, La Marea, Alternativas Económicas, Mongolia, infoLibre y Jot Down Magazine. En estos medios trabajan periodistas remunerados y a jornada completa, que además de tomar parte en los proyectos, no dependen para su trabajo de bancos, empresas ni grandes anunciantes.

La frontera entre el nuevo modelo y el paradigma comercial lo traza nítidamente el escritor Isaac Rosa en un artículo publicado en la revista Pueblos (segundo trimestre de 2014), y que recoge el libro “La prensa ha muerto: ¡Viva la prensa!”: “En 2013 Juan Luis Cebrián, presidente ejecutivo de Prisa, editora del diario El País, cobró 2,1 millones de euros. De ellos, 1,57 millones correspondieron a remuneración y 599.000 a acciones (…). Vistos los números, la comparación surge sola: el coste de pagar a un ejecutivo como Juan Luis Cebrián equivale al coste de poner en circulación tres medios independientes. Por supuesto, los tres tienen plantillas reducidas y gastos ajustados, nada que ver con la estructura de Prisa y sus medios. Pero por eso no he comparado los gastos de Prisa con los de estos medios, sino sólo el sueldo de su principal ejecutivo: un sólo Cebrián equivale a todos los gastos de eldiario.es, infoLibre y La Marea”. Diferencias obvias.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.